Promesas

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Hipo

- ¿Entonces ahora qué? -pregunto nervioso-. ¿Está todo en paz?

No responde. Tiene la mirada perdida en las rocas. Tengo un rasguño enorme en la pierna izquierda, que abarca desde mi rodilla hasta mi tobillo. No es muy profunda pero vaya que me duele; debí habérmela provocado cuando resbalé de las rocas. Está saliendo un poco menos de sangre de la que debería, lo cual me preocupa y a la vez no.

Tengo otro más pequeño en el brazo izquierdo, y la espalda me duele.

Esperen... Oh, no. Me había olvidado por completo de Fergus. Pero la pierna me está matando... No podré moverme.

- Tienes que irte -le digo-. La policía no tarda en llegar.

Comienzo a levantarme, pero caigo y comienzo a retorcerme del dolor. ¡Carajo!

Veo una mano extendida frente a mí. Chris me está... ¿Ofreciendo ayuda? Veo en sus ojos la culpa, la vergüenza, pena y tristeza que carga. No es su culpa, de cierto modo. Pero debo aceptar... Que me perdonó la vida.

Tomó su mano, y me jala con fuerza hacia arriba, mientras un dolor me invade terriblemente por dentro. Cuando termino estando de pie, me sostengo con la pierna derecha. La izquierda la mantengo coja, pues incluso moverla me mata.

- Gracias -me dice, lo cual me sorprende.

Le aprieto la mano al tiempo que sonrío, y asiento con la cabeza.

- El sujeto -dice, con la pupila dilatada-. El señor...

Me altero en cuanto veo su mirada. Oh, dioses...

Comienzo a brincar lo más rápido que puedo hasta que termino casi trotando. Veo la pequeña montaña de rocas, Fergus debe de estar del otro lado, esperándome quizá. Intento no tropezar, y me sostengo de los troncos delgados de los árboles; no quiero caer.

- ¡Fergus! -grito-. ¡Señor!

Lo veo recostado junto a un tronco, viendo un punto lejano. Camino a él, y no es hasta que veo un disparo en el costado de su estómago que me sobresalto. Me agacho sin importarme el dolor que sienta y lo miró fijamente, asustado.

- Señor Fergus -lo llamo, alterado-. ¡Señor!

Me mira, despacio, como moribundo. ¡No, no, no!

- Chico...

- Señor... -no puedo hablar-. Dioses... No. Resista un poco más.

- No -me detiene justo antes de que pueda levantarme-. Ya no hay tiempo.

Oh, no. ¡No, no, no! ¡¡No, maldita sea!!

- ¡No, señor! -le digo, alterado-. ¡No! Debe resistir un poco más -veo la sangre y me desespero, al grado de llorar-. No sé qué hacer, señor... ¡No sé qué debo hacer!

Levanta una mano con mucho cuidado y me la pone en el hombro. Me mira fijamente.

- Hipo... -me llama. Tengo los ojos llenos de lágrimas-. Me equivoqué contigo... Ahora veo, que no eres tan mal chico.

SCHOOL DAYS [Mericcup/Jackunzel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora