Pena y Dolor

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Hipo

- ¿Mérida...!

Me mira confundida, aunque tiene la mirada perdida, triste. Me parte el alma verla así.

- Hola... -tiene la voz apagada, y los ojos ligeramente rojos; rastro de que ha llorado recientemente.

- Hola -intento parecer serio.

- ¿Cómo estás? -mira mi pierna.

Ambos estamos dolidos, por nuestra perdida. Claro que... No sabría decir quién siente más dolor; esto no es un concurso de quién sufre más.

- Bien.

Se hace un pequeño e incómodo silencio. No viene sola; detrás de ella hay un auto negro y oscuro, con los vidrios polarizados. Un agente con traje la está escoltando. Bajo la mirada, triste, por lo que estoy a punto de hacer.

- ¿Dónde has estado? -pregunta, con la voz ligeramente rota, como si estuviese queriendo tragarse las lágrimas-. No contestas mis llamadas ni mensajes. No sé nada de ti, apenas y sé que estás bien... No te había visto en dos semanas.

Mantengo la mirada abajo, culpable. Maldición. No quiero esto. No quiero alejarla de mí. Pero ella, ella es todo lo que tengo. No puedo perderla también, ni ponerla en riesgo. La amo...

- Ya no -le digo, serio, tragándome las lágrimas también-. Ya no puedo verte.

No dice nada, pero se asusta un poco, como si no pudiera creérmelo. Pero... No puedo decirle que «no puedo». T-tengo que hacer que me odie; que ella definitivamente ya no quiera verme.

- Ya no quiero verte -aclaro-. Nunca más.

- ¿Por qué? -exige saber, y no la culpo.

Se acerca y toma mis manos entre las suyas, pero las retiro en cuanto siento su tibia y suave piel. Volteo la mirada un poco, de manera triste.

No...

- Se acabó -carraspeo una vez la garganta, discretamente-. Lo que sea que somos, ya no.

Se le comienzan a llenar los ojos de lágrimas, pero se molesta, por alguna razón. Quizá esa no fue la suficiente explicación que ella esperaba.

- Tengo muchas cosas en que pensar -le digo, frío-. Muchas que hacer. No tengo tiempo para otra más... No puedo con tanto.

Suena razonable; ella sabe bien que tengo mis cosas, y que son varias. Demasiadas. Pero, eso no justifica que ella no tenga las suyas. Y lo peor es que ella sabe que yo la necesito...

No dice nada. Me mira a los ojos y me estudia el rostro con cuidado. Da media vuelta cuando reconoce que en serio ya no quiero nada con ella. Baja los escalones con cuidado, y antes de que cruce el camino que conduce a la acera, se vuelve, llorando.

- Te pidió que lo hicieras -parece, más que molesta, dolida-. Él te dijo que te alejaras de mí.

Carajo. Lo sabe. No me molesto en negarlo, solo se me escapa una lagrima del ojo y me aguanto las ganas de llorar. Cruza el camino y sube al coche.

SCHOOL DAYS [Mericcup/Jackunzel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora