Temp III / Cap VIII

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[NARRADOR]

Stiles nunca iba a admitir que estaba aterrado de tener que enfrentar a sus amigos, a los cuales había estado evitando por unos largos once meses. Aunque, para su desgracia, Nikolai no le iba a poder dar más tiempo.

Se tomó su tiempo para revisar que todos los miembros de su manada estuvieran bien y, de paso, también revisó que la manada del alfa ruso estuviera a salvo. Estos habían decidido que el mejor lugar para quedarse juntos era su casa, y ya estaban socializando realmente bien, eso alivió un poco al alfa menor.

Cuando ya no pudo hacer nada más para retrasar la reunión, le suplicó a Nikolai que fuera con él. Puesto que realmente no se sentía preparado para enfrentar a la manada Hale-McCall él solo, aunque solo fueran Scott, Peter y Derek, este último era al que más le asustaba ver.

El lugar de reunión iba a ser un café en el pueblo, el cual era propiedad de una familia de gárgolas, por lo que no iban a tener ningún problema en hablar de cosas sobrenaturales allí.

Los primeros en llegar al café fueron Stiles y Nikolai, los cuales recibieron la mirada acusadora de la chica que se encontraba detrás del mostrador, quien era la hija del dueño: una gárgola.

Se sentaron en una de las mesas que tenía asientos acolchonados y pidieron unos capuchinos mientras esperaban a que los otros lobos llegaran. Como si les hubieran invocado, Scott y Derek llegaron mucho antes de lo que Stiles hubiera querido.

Los dos entraron y clavaros sus miradas en ellos, haciendo que a Stiles le temblaran las piernas debajo de la mesa e intentara pasar saliva, pero el nudo en su garganta no se lo permitía.

El alfa verdadero y el ojiverde se sentaron del otro lado de la mesa, Derek frente a Nikolai, y Scott frente a Stiles.

Al ver que Derek no hacía nada más que repartirse miradas de odio con el alfa ruso, fue Scott quien decidió que iba a hablar.

— Peter fue a ver a Ana –Fue lo primero que dijo el de rasgos latinos.

El ojimiel asintió con la cabeza, no le molestaba que el mayor de los Hale fuera a ver a su beta. En otro momento quizás si le hubiera jodido, pero once meses teniendo que cuidar de su manada y de un bebé le habían hecho madurar a golpes, literalmente, el cambio de territorio y otros factores sobrenaturales que provocaba Alaska hicieron que algunos miembros de sus betas se descontrolaran en los primeros meses. Incluso Sean tuvo problemas, por lo que había sido todo un desafío hacerlos recuperar el control.

— No sé qué decir –Comenzó a hablar Stiles.— Supongo que lo siento.

— ¿¡Supones!? –Stiles se sorprendió cuando Derek habló.— ¡Te fuiste!

El ojimiel bajó la mirada, escuchando como el lobo gruñía. Y, al demostrar sumisión, su alfa se lo resintió, pero no le hizo caso. Se merecía que le gritaran, había sido un idiota.

— Sé que fue una desición muy apresurada y...

— Una horrible desición –Le corrigió el pelinegro mayor.

— Si, eso mismo –Aceptó Stiles.— Pero no se me ocurrió otra cosa. Si Chris llamaba a los calaveras estábamos fritos. Yo no iba a permitir que mataran a un bebé y ellos no iban a desaprovechar la oportunidad de volver a llenarme se flechas.

Derek hizo ademán de querer decir algo, pero luego lo pensó mejor y asintió. Quedándose en silencio. En ese sentido, Stiles tenía razón, él ya había visto lo que los calaveras le habían hecho al alfa menor. Además, la idea de permitir que mataran a un bebé, sin importar la especie de este, era inhumanamente cruel. Incluso para unos cazadores despiadados.

La Manada StilisnkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora