Temp III / Cap XXIX

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A sabiendas de que en la casa todos los presentes tenían el don de la inoportunidad, Stiles le puso cerrojo a la puerta. De esa forma, iba a evitar que cualquier miembro de la manada Stilinski o de la manada Morozov entrara a molestar.

Se encontraba con Derek sentado en la cama, se estaban besando desde hace más o menos diez minutos. Solo separándose apenas un par de segundos para coger aire y luego volver a unir sus bocas.

A duras penas, Derek detuvo la situación cuando la mano de Stiles pasó de acariciar su pierna a intentar desabrocharle los botones de sus vaqueros. El ojimiel le miró con expresión de disconformidad, pero antes de que dijera cualquier cosa, habló el mayor.

— El bebé puede despertar y vernos –Le dijo señalando a la cuna.

— Ni que lo fuera a recordar, tiene 11 meses de vida.

— 11 meses... –Repitió en un murmullo el beta.— El tiempo que llevo buscándote.

— Ya dije que lo lamento –Refunfuñó Stiles, sintiendo como si Derek le estuviera reclamando.— Pero no sabía qué hacer, quería mantener seguro al bebé y a ustedes. Estaba intentando hacerme el héroe y arruiné todo.

— Salvaste al bebé, y de alguna forma nos protegiste –Le dijo Derek cogiéndole por la barbilla.— Lograste lo que querías, aunque no fue de la forma más recomendable.

— Lo siento.

En respuesta a aquella disculpa, Derek le volvió a besar. Aunque esta vez fue un beso casto, un choque de labios, algo completamente sentimental que no intentaba llegar a mayores. Pero el menor si quería llegar a mayores.

— Vamos al baño –Le pidió en un murmullo mientras se separaban.— Allí el niño no nos va a ver ni escuchar, y nadie puede entrar, solo estaremos tú y yo.

El pelinegro quiso negarse, vaya que quiso. Pero llevaba once malditos meses sin tener sexo con nadie y la verdad es que el aroma del menor le estaba volviendo loco, quería lanzarsele encima y hacerlo suyo en ese momento. Pero tenía aún algo de cordura y quería proteger la inocencia del niño.

El problema era que la oferta de encerrarse en el baño fue demasiado tentadora y su cuerpo respondió antes que él, asintiendo con la cabeza.

El joven alfa sonrió ante aquello y en menos de cinco segundos ya le había arrastrado hacia el cuarto de baño y le estaba besando. Derek no se quedó atrás e intentó empotrarle contra la pared, pero Stiles tenía otros planes.

El ojimiel empujó al mayor contra la pared más cercana y, una vez que le tuvo allí, comenzó a desabrocharle los pantalones con una rapidez envidiable y una ansiedad preocupante.

Una vez que los botones estuvieron fuera del camino, le bajó los pantalones y los bóxers al mismo tiempo y la gravedad se encargó de que estos cayeran al suelo hasta los talones del beta.

Derek observó mientras Stiles se ponía de rodillas frente a él y casi le da un síncope cardíaco cuando el joven alfa se aferró a su miembro con una mano.

Stiles sonrió y se mordió el labio al escuchar el jadeó que soltó Derek y comenzó a mover su mano por la aún flácida extensión. Lamió el glande mientras acariciaba las piernas del beta, provocándole escalofríos a Derek.

Lamió toda la extensión y comenzó a meterse el falo en la boca y el pelinegro se puso tenso repentinamente. Relajó su garganta mientras intentaba reprimir el reflejo de la arcada que venía a consecuencia de meterse semejante parte de la extensión en la boca. Porque había que decirlo, se había sacado la rifa del puma con Derek, estaba muy bien dotado.

Una vez que su garganta se acostumbró a la intrusión, el menor pudo comenzar a moverse, como si su boca fuera un orificio corporal más bajo, uno que Derek pudiera penetrar a gusto.

— Stiles... –Gruñó el mayor aferrándose al cabello del menor con una de sus manos mientras echaba la cabeza hacia atrás e intentaba reprimir un gemido.

(...)

— Stiles...

Alec iba con Nikolai en dirección a una de las habitaciones que aún estaban vacías cuando escuchó aquél gruñido mezclado con un gemido. Una vez su cerebro analizó y reconoció aquél ruido, se llevó una mano a la boca para cubrir la sonrisa algo maniática que se formó en sus labios y evitar que se escuchara mucho la risa nerviosa.

Se soltó del agarre que tenía con el brazo del alfa ruso y, literalmente, pegó la oreja al muro que se encontraba a su lado.

Nikolai le miró sin entender qué estaba haciendo, mientras que Alec le ignoraba e intentaba escuchar lo que sea que estuviera ocurriendo del otro lado de la pared.

— ¿Qué haces? –Sé animó a preguntar el alfa ruso.

— ¡SH! –Le chistó el Wendigo mirándole.— Déjame escuchar.

Nikolai sabía que Alec, al pertenecer a la especie de los Wendigos, tenía un oído envidiable que podía escuchar casi cualquier cosa. Y parecía que eso es lo que estaba haciendo ahora.

— Santa madre naturaleza –Exclamó el italogermano.— Están Stiles y Derek en el baño, creo que Stiles le está haciendo una...

— Aléjate de la pared.

Nikolai cogió a Alec por el brazo y le jaló lejos del muro, arrastrándole todo el camino hasta la habitación que Angie les había dicho que podían usar.

— Eres un aguafiestas –Le reclamó el Wendigo.— Me sacaste justo en el momento en el que Derek estaba por...

— Silencio –Le calló mientras entraban a la habitación.— No me interesa enterarme de lo que hacen otros en su intimidad.

— Pues a mí si –Sentenció Alec.— Sobre todo cuando se escucha semejante gemido grave. Tío, eso excita a cualquiera.

— Te dije que te calles.

— No me digas que... –El menor sonrió al darse cuenta de lo que ocurría.— ¿Estás celoso?

El alfa ruso le miró, pero no dijo nada y, en lugar de hablar, frunció el ceño y llevó la vista a la ventana, observando el bosque.

— Estás celoso –Esta vez fue una afirmación.— No puedo creer que estés celoso de que yo escuche a otros tener sexo ¿Te piensas que no veo porno? Es lo mismo, no me provoca nada.

— ¿Y para qué quieres escucharlo?

— Porque soy un morboso de mierda –Alec se le acercó por detrás.— Además, el único lobo amargado y posesivo que realmente me interesa eres tú.

El Wendigo le abraza mientras frotaba la nariz contra su espalda y Nikolai bufó.

— Eres exasperante –Le gruñó mientras se daba la vuelta y le enfrentaba.

— Cállate, me amas –Le recordó alzando las cejas.

Nikolai se inclinó hacia adelante y le besó, sonriendo entonces que los pantalones del Wendigo estaban algo apretados.

Quizás no fuera tan malo dejarle escuchar un poco de lo que otros hacían de vez en cuando.

NOTA DE LA AUTORA:

Se puso zukhulemta la cosa, vieron que soy buena persona. Ámenme.

En fin, sin más que decirles me despido deseándoles un buen resto del día y mandándoles muchos besos y abrazos para todos. Adiós mi linda manada.

La Manada StilisnkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora