Temp III / Cap XXXV

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[NARRADOR]

Derek no estaba teniendo piedad a la hora de lanzarle golpes a Alec. Podía oler el aroma del alfa mezclado con el del Wendigo, y eso hacía que una fuerza ciega le moviera en cada golpe o zarpaso que lanzaba en contra del italogermano.

Por su parte, Alec no quedaba atrás. Esquivaba casi todos los golpes y, los que no conseguía esquivar, los resistía y regresaba con el doble de la fuerza que el alfa había usado.

Ambos se rugían, insultaban y gruñían a cada golpe que el otro conseguía darles. Aunque se notaba por la forma de pelear de ambos que Alec no se lo estaba tomando para nada en serio.

El Wendigo se movía con gracia y burla de un lado al otro, casi como si bailara alrededor de Derek mientras le decía cosas como ¿Eso es todo lo que tienes? Entre otra frases, aunque fue una en específico la que consiguió enfurecer aún más a Derek.

— ¿Con esos golpes de niña planeas defender a Stiles? –Había dicho con el tono más despectivo que su voz le permitía.

Derek rugió a todo pulmón y se lanzó contra él. Cuando Alec quiso esquivarle, el lobo cambió la trayectoria de su ataque y le dio un puñetazo limpio directo en la boca del estómago. Alec aprovechó la fuerza del golpe para irse hacia atrás, pero cayó de rodillas al suelo sujetándose el pecho mientras intentaba recuperar el aire.

— Eso es un buen golpe –Jadeó alzando la vista.

La sonrisa del italogermano desapareció en cuanto vio que Derek se acercaba a él con sus rasgos completamente cambiados y sus garras fuera.

— Hey tío, calma –Pidió poniéndose de pie y yéndose hacia atrás aún con una mano en el pecho.— Ya ganaste, aléjate de mí, me asustas.

Por más que le hablaba, el lobo no detenía su avance hacia él. Derek caminaba lento y le miraba sin parpadear, como un lobo acechando a su presa. Alec tenía miedo de cerrar sus propios ojos para pestanear porque sabía que eso sería una centésima de segundo en la que bajaría la guardia y Derek podría lanzarsele encima en ese segundo, estaba demasiado cerca.

Sin desviar la vista del lobo, agudizó sus sentidos, queriendo saber qué tanto se habían alejado de la casa de la manada Stilinski. Escuchaba las voces de los betas, por lo que dedujo que serían solo algunos metros.

Podría defenderse de Derek, atacar primero e inmovilizarle. Pero era consciente del poco control que él mismo tenía, y no se quería arriesgar a lastimar al compañero de un alfa aliado. Porque si, estaba al tanto de que Derek era el compañero de Stiles, era algo muy obvio. Lo había averiguado con solo ver como el mayor miraba al joven alfa cuando este estaba siendo atacado por aquél chico Quimera cuyo sabor iba a perturbar a Alec por el resto de su vida.

Moviéndose rápido, y aprovechando un momento en el que al Hale no le quedó más opción que parpadear. Comenzó a correr en la dirección contraria a la cabaña, queriendo alejar a Derek y guiarle hacia otra parte del bosque.

Conocía el lugar de memoria, era un espíritu del bosque, podía sentir cada árbol, cada animal y cada cosa que no debería estar allí. Las trampas de los cazadores eran unas de esas cosas.

Llegando a un claro despejado, dio una zancada discreta por encima de una de las trampas y luego caminó despacio, esperando a que esta fuera activada por el lobo.

Escuchó con una sonrisa como el mecanismo se activaba y el lobo rugía al verse atrapado en aquella trampa. El Wendigo se volteó a verle jadeando por haber corrido esquivando otras trampas que eran demasiado peligrosas como para inmovilizar a Derek. Agradeció a quien quiera que le mirase desde arriba haber encontrado una trampa de pies de esas que dejan colgando a las personas.

— A ver si estando de cabeza tu sangre regresa a tu cerebro –Le dijo mientras se sentaba en el suelo.

Derek continuó gruñendo y moviéndose frenéticamente en un intento por soltarse, pero le era inútil porque estaba tan descontrolado que no conseguía pensar lo suficiente como para llegar a su pierna para soltarla.

— Intenta lo que quieras, no te vas a poder soltar –Le dijo Alec encogiéndose de hombros.— Nos quedaremos aquí hasta que te calmes.

Pasaron varios minutos, Alec tarareando una canción y Derek continuando con su lucha, antes de que el lobo pareciera comenzar a recuperar el control sobre sí mismo.

— ¡Alec! –Escuchó gritar a Nikolai no muy lejos de allí.

— ¡Derek! –Esta vez el grito había sido de Stiles.

El Wendigo se puso de pie y se acercó a donde estaba el Hale colgando, manteniéndose a una distancia prudente para que no le alcanzara con los brazos.

— Parece que nuestros queridos alfas han venido por nosotros –Dijo sonriendole al mayor para luego suspirar.— Son adorables.

NOTA DE LA AUTORA:

Capítulo algo más corto de lo normal, y la semana pasada no actualicé, lo sé y lo siento. Pero la escuela me está consumiendo la vida lentamente.

En fin, sin más que decirles me despido deseándoles un buen resto del día y mandándoles muchos besos y abrazos para todos. Adiós mi linda manada.

La Manada StilisnkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora