Temp III / Cap XX

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[NARRADOR]

Deucalion estaba furioso, arrojaba todo lo que tenía en frente mientras rugía y gruñía. En su ataque de rabia, volteó para ver a los dos chicos detrás de él. Uno de ellos era Alec, quien aún estaba transformado. El otro era Theo, a quien le temblaron las piernas de solo ver los furiosos ojos rojos mirándole directamente a él.

— Dijiste que no iba a fallar –Le gruñó mientras caminaba hacia él.— Solo le pedí una cosa... ¡Una simple cosa! Y no pudo hacerla.

Theo quiso echarse hacia atrás, pero Deucalion le cogió por el cuelo y le estampó contra la pared, sin soltarle.

— Estoy harto de que me falles, Raeken –Gruñó muy cerca de su cara.

Theo se estaba asfixiando. En un desesperado intento por liberarse miró a Alec de manera suplicante, aunque era obvio que el Wendigo no iba a hacer nada, no sin una orden del alfa ciego.

— Voy a poner esto de forma en la que puedas entenderlo –Siseó Deucalion.— Tendré a un alfa muerto aquí para cuando termine el mes, tú eliges si serás tú, McCall o Stilinski.

Luego de decir aquello, el alfa le soltó. Haciendo que cayera de bruces al suelo. Aunque a Theo en ese momento no le importaba, solo estaba concentrado en llenar sus pulmones de aire nuevamente.

— Más te vale no volver a defraudarme –Le advirtió el alfa.— No querrás acabar como Braeden y Argent.

El alfa Quimera se sobó el cuello mientras obsevaba como Deucalion salía de la habitación, siendo seguido por el Wendigo.

(...)

Los gemelos estaban realmente agotados, no habían notado cuanto se habían alejado hasta que era el momento de regresar a la casa de la manada. Momento en el que notaron que se habían ido demasiado lejos.

El hecho de estar agitados por haber escapado del Wendigo y el miedo a que este volviera no ayudaba. Les tenía a ambos al borde de un ataque al corazón.

— No pienso dar otro paso más –Mikaela se echo de bruces al suelo.— Mis pulmones queman.

— Tenemos que seguir –Le reprochó su hermano.— ¿Y si nos está siguiendo?

— Si nos estuviera siguiendo, me hubiera matado en cuanto me senté –Puntualizó la mayor.— Además ¿Viste lo grande que era? No va a pasar desapercibido muy fácilmente.

— Si, eso es cierto –Asintió Nagisa.— Aunque es raro... Nunca había visto a un Wendigo con cabello.

— Eso no era solo cabello –Le corrigió su hermana.— Era una maldita melena, envidio ese cabello.

Nagisa rió ante el comentario mientras se sentaba junto a su hermana. Ninguno de los dos se creía capaz de volver a ponerse de pie, al menos no por un rato.

— Me duele el tobillo –Se quejó Mikaela.— Esa maldita rama...

— Esa rama nos salvó –Le recordó.— ¿Qué sería de nosotros si te fijases por donde caminas?

— Tú estarías muerto.

— ¿Por qué yo?

— Porque ibas detrás de mí, si se nos lanzaba encima iba a atraparte –Dijo como si fuera algo obvio.— Además, yo soy más rápida.

— También eres más torpe –Dijo con burla.— Deberías presumir eso.

— Cállate –Mikaela le dio un golpe en el hombro a su hermano.

Nagisa iba a decir algo más, pero ambos giraron la cabeza cuando detrás de ellos se escuchó el sonido de las plantas crujiendo.

Se alejaron arrastrándose en la dirección contraria. Intentaron oler de quién se trataba, pero el miedo les nublaba los sentidos.

De repente, de entre los arbustos saltó un enorme felino, un jaguar.

— ¡Los encontré! –Gritó alguien que venía detrás del jaguar.

Los gemelos si reconocieron a esta segunda persona.

— ¿Maicol? –Preguntaron ambos, incrédulos.

El mencionado salió de entre los arbustos, siendo seguido por los dos betas hombres de Nikolai, Aspros y Kim.

— ¿Qué hacen aquí? –Preguntó Mikaela, ya que su hermano se había quedado viendo al felino.— ¿De dóndd sacaron un gato gigante?

El gato gigante le enseñó los dientes a la mayor de los gemelos, obviamente molesto por el comentario.

— Es Maverick –Le respondió Maicol.— Esta practicando su transformación.

— Y no quiere admitir que no sabe como volver a ser humano –Dijo Kim con burla.

— ¿Por qué se fueron? –Aspros regresó la conversación al tema principal, queriendo evitar una pelea.

— Todo culpa de mi hermana –Bufó Nagisa.— Quiso jugar a Sherlock Holmes y casi nos matan.

— Sé positivo, hermanito –Le pidió.— Al menos encontramos un sospechoso.

— ¿Sospechoso? –Preguntó Maicol alzando una ceja.

— Un Wendigo nos persiguió por medio bosque –Explicó Nagisa poniéndose de pie y ayudando a su hermana a hacer lo mismo.— Si no fuera porque esta torpe cayó al suelo y me hizo caer, hubieran encontrado nuestros cadáveres.

— Soy asombrosamente torpe –Dijo Mikaela riendo.— Tanto que me salva la vida.

— ¿Cómo era ese Wendigo? –Preguntó Kim, repentinamente serio.

— Enorme, escualido, horrible, monstruoso... –Comenzó a enumerar Mikaela.— Oh... Y tenía un cabello muy bonito, realmente envidiable.

Aspros y Kim se miraron como si de esa forma se hablaran y fruncieron el ceño. Ambos intentaban encontrar una forma de encontrarle lógica a lo dicho por los gemelos.

— ¿Seguro que intentaba atacarles? –Preguntó Kim.— ¿O solo los seguía?

— Intento matarnos –Le dijo Nagisa.

— Eso no puede ser posible –Negó Aspros.— Él los conoce y...

— ¿Por qué tan incrédulos a que un Wendigo ataque a estos dos? –Maicol eataba confundido.

— ¿Y cómo que él nos conoce? –Mikaela les miró mal.— Puede que no sepa mucho, pero estoy segura de que hay algo que no nos están diciendo.

Maicol, los gemelos e incluso Maverick clavaron sus mejores miradas acusadoras en los betas del alfa ruso. Exigiendo, de esa forma, una respuesta.

Fue Kim el primero en hablar.

— ¿Seguro que tenía cabello? ¿No era una planta o algo por el esti...?

— Ya te dijeron que era cabello –Le respondió Maicol de mala manera.— ¿Por qué es eso tan importante?

— Es importante porque el único Wendigo con cabello... –Esta vez, habló Aspros.— ...Es Alec.

NOTA DE LA AUTORA:

Se fue todo a la mierda de nuevo. En mis historias pasa seguido esto de que se pudra todo. Pero bueno. Sin drama no hay trama.

En fin, sin más que decirles me despido deseándoles un buen resto del día y mandándoles muchos besos y abrazos para todos. Adiós mi linda manada.

La Manada StilisnkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora