Diez

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A veces, el tiempo es el mejor consejero.

Con el paso de los días, Aimeé empezó a preparar un plan para que al día que se tengan que ir de Málaga, escape. No sabe a dónde, pero quiere liberarse de aquel hombre malo que rompió su corazón, profanó su cuerpo y destrozo su ser. Su mente no dejaba de pensar en la vida que dejó, pero ya no hay vuelta atrás, tenía que reconstruirse, empezar de cero.

Dos semanas después

Málaga

POV Aimeé

Hoy es el día que me voy de Málaga, o más bien, el día en que me escapo de sus cadenas. Rezo al cielo para que me ayude. Estoy muy arrepentida de lo que he dicho, de las veces que defendí a Daniel de todos, pero hoy no.

Siento un peso a un lado mío. Sé que es él, tiemblo como una hoja de papel al sentir su cuerpo casi pegado al mío. Unas lágrimas descienden por mi rostro al notar el contacto de sus manos por mis muslos.

—Buenos días Aimeé —susurra con voz ronca— hoy nos vamos de tu adorada Málaga... aunque nunca lo viste. Anda, levántate y empaca tus cosas, nos vamos en unas horas—sin decir más se va de la habitación. Afortunadamente, tomé un cuchillo sin que se diera cuenta. Empiezo a empacar mis cosas, fingiendo obediencia. Necesito que se sienta confiado y para que lo pueda atacar por sorpresa... o al menos poder huir lo suficiente para que él no pueda encontrarme... aunque no puedo irme del país y menos regresar a Barcelona para reencontrarme con Ceci. Lo que debo hacer es irme a otra ciudad y después contactarme con mi familia, para que sepan que estoy bien y que los necesito.

Ojala pudiera hablar con Pablo de la misma forma.

Estoy segura de que no me perdonará por aquellas palabras hirientes que dije en nuestro último encuentro. Sólo deseo que esté bien.

Han pasado dos horas desde que terminé de empacar mis cosas, respiro profundamente. No sé lo que vaya a pasar en el momento que me enfrentaré al monstruo que alguna vez amé, o creí amar.

Estoy sentada en el borde del colchón, con el corazón en la boca. La ansiedad y la adrenalina aumentan por minuto mientras espero el momento en el que él se acerque. Escucho sus pasos a través de la sala y cocina de este maldito lugar. La puerta se abre, una sonrisa maquiavélica se asoma por su rostro.

—Es hora de irnos... amada mía—asiento lentamente. Entra al baño de esta habitación y yo acerco el cuchillo a una zona de mi cuerpo en el que lo pueda sacar rápidamente.

Dios... por favor, te ruego que me ayudes.

—Bien... toma tu maldita maleta y vayámonos—levanto mi pequeña valija. Pero antes de poder caminar... veo que se acerca con unas esposas ¡Me va a encadenar a él!— ven... dame tu mano.

El miedo se apodera de mí, es ahora o nunca.

Tomo la valija y en menos de un segundo lo golpeo con ella en la cabeza... todo pasa muy rápido. Empieza a maldecir y camina rápidamente hacia mí, saco el cuchillo.

—¡Ni se te ocurra acercarte maldito! —exclamo.

—¿Sabes que no te vas a librar de mí tan fácilmente?—busca mi brazo, pero me alejo lo más que puedo de él— no sabes manejar un automóvil. Así que por más que corras, no tardaré en encontrarte y vas a ver el castigo que te daré.

Me armo de valor, dejo la valija y corro hacia la puerta. Va detrás de mí, jala fuerte del cabello mientras me susurra que jamás me iré de su lado. Con el dolor de mi alma, decido clavarle el cuchillo. Me suelto bruscamente de él.

—¡Me las vas a pagar maldita perra!— grita mientras logro abrir la puerta y corro de allí. No quiero mirar atrás, no quiero tener piedad de él... no cuando él jamás la tuvo de mí.

Ahora estoy corriendo sin rumbo... pero al menos estoy lejos de su infierno. Por fin soy libre.

POV ¿?

Son más de las tres de la tarde... papá dice que puedo irme a casa. Se lo agradezco porque mis hijas me están esperando, quieren pasar la tarde conmigo. La verdad es que se los debo, he tenido un mes muy agitado.

Recuerdos de una persona se asoman por mi mente... echo tanto de menos a mi hermano. Es increíble que por estupideces nos hayamos distanciado... desearía que estuviese aquí.

Estoy tan envuelta en mis pensamientos que casi no me doy cuenta de que, por poco no me doy cuenta de que una mujer camina lentamente por la carretera. Me freno en seco y veo a esa mujer con la ropa desgastada, con marcas en las partes visibles del cuerpo. Me bajo del auto y noto que está llorando. Me acerco rápidamente a ella.

—Señorita —ella se asusta— ¿Está usted bien?

Me mira completamente aterrorizada y no sabe que decir. Tiene moretones y la mirada perdida.

—Por favor —solloza— sáqueme de este infierno.

Llora tan intensamente que trato de abrazarla, noto su cuerpo temblar.

—No sé qué es lo que te haya pasado... pero te puedo asegurar que todo va a estar bien a partir de ahora.

—No es cierto... me juró que buscará hasta encontrarme, que no me salvaré de su castigo ¡Tengo miedo!—llora tan intensamente que siento que la vida se le va en ello.

—Te llevaré a casa. Necesitas comer y descansar.

—No hace falta... yo estoy bien.

—Para nada... es necesario que repongas energías... luego me contarás lo que te pasa.

—Gracias... me llamo Aimée—la invito a subir al asiento copiloto del auto.

—Ya verás que a partir de ahora, todo va a cambiar a bien. Mi nombre es Casilda.  

Pasos De CeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora