Cuarenta y ocho

220 23 6
                                    

POV Aimeé

¿Cómo sería hacer el amor con él?

Tengo esa pregunta rodando por mi cabeza desde que llegué a casa. Ahora estoy en mi cama, mirando al maldito techo porque no puedo dormir.

Me imagino sus abrazos y sus besos inocentes, pero no puedo avanzar. No puedo pensar en él quitándome la ropa, llevándome a la cama y entregar mi cuerpo a él.

Esto es el colmo, estoy enamorada de un príncipe, pero no podríamos tener intimidad.

Lucho una y mil veces para proyectar esa imagen en mi cabeza, pero el sueño puede más conmigo y me dejo sumergir en ese mar. 

—¿Estás bien? —pregunta mi jefe—, parece que no estás en este mundo.

—Lo siento, estaba pensando en...

—¿Pablo? —suelto el aire.

—Sí, sólo dénme unos minutos para despejarme y seguir —acepta y yo voy al pequeño cuarto de cambio de ropa y me recuesto en el banco. Todavía falta medio mes para que vuelva y la espera me está matando. La conversación con Gabi me ha dejado pensando tanto que ni siquiera puedo trabajar.

Busco mi casillero, tomo el teléfono y regreso a mi posición inicial en el banquillo. No hay notificaciones de él, pero claro, apenas son las diez de la mañana y en América aún es madrugada. Abro la última conversación que tuvimos por el WhatsApp la noche anterior: eran las 12 de la noche aquí (las cinco en Colombia) y Pablo todavía tenía otra ronda de entrevistas, así que me mandaba unas cortas notas de voz, diciéndome que está bien y que me echa de menos.

Yo, todavía aturdida por el rumbo que habían tomado mis sentimientos (y mis pensamientos) apenas pude responderle que también lo extraño; y no es mentira. La espera es larga y mis mente me tortura cada vez más.

Escucho la última nota de voz que me dejó, una y otra vez. Suspiro, pensando en si mandarle un mensaje de voz para que lo escuche cuando despierte, porque no tengo idea si silenció su teléfono.

<No lo pienses demasiado, toma la iniciativa. Demuestra que realmente quieres esto y que lo amas>

Quiero decirle que lo amo, pero también deseo que sea una sorpresa hasta su regreso, no lo pienso más y toco el botón de grabar.

—Buenos días, Pablo. Espero que hayas despertado bien, ya cada vez falta poco para vernos. Hoy me tocó turno corto y temprano, por eso me atreví a, bueno, mandarte mensaje. Que tengas un bonito día, te extraño.

Antes de que me arrepienta, dejo el teléfono en el casillero para que se envíe el mensaje. Mi descanso terminó, es hora de volver a la realidad.

Las tres de la tarde, por fin el turno finalizó. Después del descanso, vino una ronda muy dura de trabajo por lo que no tuve ni tiempo de regresar a revisar el teléfono y ahora estoy ansiosa por regresar a casa.

A juzgar por la hora, seguro me ha llamado más de una vez.

Cuando llego a mi piso, veo un hombre reclinado sobre la puerta de mi departamento, a medida que me acerco me doy cuenta que es Marco, otra vez.

Desde hace un par de días que me manda mensajes pidiendo que hablemos, insistiendo en que no dirá más sobre Pablo, pero obvio que no le creo.

—¿Qué es lo que haces aquí?

—Ya que ignoras mis mensajes... —reprocha— sólo quiero hablar, nada más.

—¿Como amigos? Porque no me puedes insistir más sobre dejar a Pablo.

Pasos De CeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora