Cincuenta y cinco

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26 de diciembre

POV Pablo

Despedirme de Aimeé es doloroso, incluso en el momento de... dudas lo fue. Se ha ido y ya la echo de menos. Desearía haber regresado con ella a Madrid, pero tengo un asunto que resolver. Uno que lleva por nombre: Marco.

En teoría, iba a ir a su restaurante y luego le iba a pedir que habláramos a solas, tratando de evitar una pelea. Lo menos que quiero es volver a ver la decepción en los ojos de mi mujer.

Lamentablemente mi plan fue descubierto por Casilda. Así que, a mis espaldas, ella lo citó aquí y me lo dijo una hora antes de que llegara.

—Hermana, esto es entre él y yo —reclamo— aprecio tu intención pero...

—Pero nada —me interrumpe—, además Aimeé está involucrada. Hoy dejan su pelea de gallitos y resuelven las cosas, no se hagan los machos.

Rodo los ojos, suena el timbre y estoy seguro que es él. Me obligo a caminar a la entrada y a abrir la puerta. Efectivamente, es él.

—Supongo que la "conversación" será en otra parte.

—Así es. No te preocupes, hoy no hay público, sólo está mi hermana.

—Bien —en silencio lo llevo hacia el jardín, donde Casi nos espera. Después de la cortesía de invitar algo y a que se sentara, que por cierto negó ambas, nos miramos sin saber qué decir.

Pero voy a empezar yo. Él no se va sin escucharme.

—Entiendo que hayas escuchado muchas cosas sobre mí, lamentablemente soy una persona con menos privacidad que el resto de la gente. Pero eso no es motivo para insultarme o tratar de agredirme con eso.

—¿Entonces ella tendrá que soportar tus escándalos? ¿Las habladurías de la prensa, de tus fans? Tú no viste cuando se estaba recuperando con Casilda, no puedo permitir que se vuelva a encerrar en sí misma.

—¿Te crees que no lo sé? Yo sé quién le hizo esto, yo le advertí que no se fuera con él. La prensa podrá decir lo que quiera pero ella confía en mí. Yo no soy el Pablo que decían las revistas antes.

—¿Hasta dónde quieres llegar con ella?

—Quiero todo, lo que ella decida, es lo que seremos. La amo, con sus defectos y virtudes, prometí cuidarla y ayudarla a curar sus heridas.

Su mirada fría y furiosa cambió de repente, se relaja. En cierta manera, entiendo sus sentimientos. Quizás no hubiese actuado tan loco como él, pero estaría dudoso de la persona que hubiera escogido Aimeé.

Él solo quiere que sea feliz y, aunque duela que no sea el indicado, es mejor que se dé cuenta ahora y no siga obsesionado.

—Entonces... ¿Lo que hablamos ese día...?

—Totalmente cierto, la respeté en todo momento. Apenas hace unos días le confesé mis sentimientos, lo que no puedo creer es que sea correspondido —sonrío, recuerdo la manera en que nos declaramos y necesito una ducha... fría—, no voy a dejarla sola, no voy a permitir que se vuelva a hundir. De eso puedes estar seguro.

Suspira y fija sus ojos en un rosal que mamá está cuidando desde hace unos meses. Me parece que está asumiendo su derrota. Y a pesar de que mi lado "machito" se enorgullece, mi lado sensible lo compadece.

—Nunca la había visto tan alegre, deslumbrante y lo es cuando está contigo. El día que me contó que pretendía tener una relación contigo y que se habían besado pensé: "Tal vez yo puedo hacerla sentir más viva si la beso". Por eso la besé, y aunque no me dijo nada sobre lo que sintió, sabía que las cosas no serían fáciles.

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