Sesenta

242 21 7
                                    

POV Aimeé

Regresamos al caer la tarde a la pequeña cabaña, ya con la copia de la llave del departamento de Pablo en mano y también con la sorpresa de que nos quedamos la noche aquí. Por un momento me quedé molesta, pero me convenció a besos y caricias de dejar pasar el tiempo y perdernos en el otro. Voy a echar de menos este paraíso.

Cuando regresamos a la casa, nos enteramos que Lolo y Cecilia se quedaron en la ciudad. Supongo que ya no tiene caso que se marche él porque los ensayos para el tour comienzan en unos días.

—Este par de días han sido maravillosos —digo, lo abrazo—. Eres un encanto.

—Mmm... ¿Solo un encanto? —me aprieta contra sí y sonrío.

—Eres mi amor —beso sus labios—, te amo.

—No me tientes, porque querré volver a la cama y no saldremos de allí.

—Mmm... eso me provoca —vuelvo a besarlo, aunque esta vez es en la garganta. Gruñe.

—¡Oh no! Me matarán si no nos ven esta noche —dice resignado. Ni modo, será en otra ocasión.

A veces siento que estoy desquitando toda mi sequía sexual. Cada vez que nos vemos, terminamos haciendo el amor, aunque no veo quejas por su parte. Pero no lo puedo evitar, amo la conexión que sentimos cuando nuestras pieles se tocan. Soy adicta a sus besos y caricias; adoro despertar con su aliento en mi cuello y sus manos sobre mí. No se trata de algo carnal, va más allá, es que siento tocar las estrellas cuando estamos juntos.

Me es inevitable mirarlo mientras hacemos las maletas. Es que lo veo y no me lo creo, es tan amable, atento, positivo; me podría pasar horas hablando sobre lo increíble que es. Ya comienzo a pensar que no es de este mundo.

Todas las piezas de mi vida se han encajado y, aunque no tengo idea de dónde está ese maldito, me siento en paz. Estoy de nuevo con mi familia, mis amigos y haciendo lo que amo. Ahora solo deseo que esto no se termine. Sé que suena pesimista, pero hasta que Daniel esté en prisión o sepa dónde está, no podré estar tranquila. Tengo miedo de que aparezca cuando Pablo esté de gira; no es difícil saber cuándo se marchará, ahí es cuando seré más vulnerable. Es algo que no he comentado, pero que en cualquier momento tendremos que tratarlo.

Al llegar a casa, mis primos prácticamente me arrastran lejos de Pablo, que no lo queda de otra más que mirar resignado cómo me llevan. Tiene que admitir que es lo justo, ya me acaparó casi dos días y con ellos llevo cerca de un año sin mantener comunicación, así que no los culpo. Casilda nos lleva al jardín para que platiquemos, los tres, en paz.

—No sabes lo feliz que soy de volver a verte —dice Cecilia con la voz rota— te echaba tanto de menos.

—Lo sé, ustedes también me hacían falta. No saben cuánto me arrepiento de marcharme con ese infeliz. Si no hubiera sido por Casilda, tal vez estuviera muerta.

—No digas eso, prima, buscamos por cielo y tierra, no íbamos a rendirnos —responde Lolo—. No entiendo por qué Pablo no nos dijo que tú estabas con ellos.

—Yo le pedí que no lo hiciera, estaba muy avergonzada de lo que pasó; no quería que me vieran rendida, con el cuerpo y el corazón hechos pedazos. Necesitaba recuperar la confianza que tenía en mí antes de volver a verlos, sé que hice mal, pero era lo que me parecía correcto. Lo amo, chicos, ustedes vieron lo mucho que cambió y a pesar de que me dice que yo fui quien lo rescató de ese estilo de vida, fue él que me salvó de caer en un abismo del que sería imposible de salir.

Ambos me miran sorprendidos por mis palabras, comprendo que estén molestos con él por omitir información sobre mí, pero si hubieran visto lo que Casilda vio y lo que Pablo luchó, lo entenderían. Preguntan más cosas, referentes a mi relación con él y sobre cómo ha cambiado conmigo, les cuento poco a poco lo paciente que fue, las pruebas que tuvimos que superar (obviando lo de no poder estar con alguien más) y lo maravillosamente feliz que soy con él.

Los minutos van pasando, nos contamos todo lo que hemos perdido por la separación, los planes que tenemos para el futuro. También les platico mi plan de irme a vivir en el departamento de mi novio. Aunque a Lolo le parece precipitado, aceptaron mi decisión. De hecho, Cecilia quiere vivir en Madrid, lo cual me parece estupendo así podremos recuperar más el tiempo perdido.

—Empezaré con la mudanza desde mañana, además, quería cambiar de aires desde hace tiempo; me gustaría saber la experiencia de vivir en la capital.

—Es genial... dejando de lado el tráfico. Además Lolo estará varias semanas antes de que se vaya de tour con Pablo —sonrío.

—Se te nota muy enamorada. Totalmente diferente a cuando estabas con... él. Te brillan los ojos cada que lo mencionas —me sonrojo.

—Bueno es que él es... —un bostezo me interrumpe y da por finalizada la conversación. Lolo es el primero en marcharse, pues él y mi novio tienen que estar antes en Madrid, por lo tanto se irá más temprano.

De todas maneras, no quería comentar mucho sobre mi relación teniendo como testigo a mi primo, por más que sea mi familiar, trabaja con Pablo y seguramente sería incómodo para ambos. Pero cuando ya se instale Cecilia, podré descargar todo. Mientras tanto, regreso a la habitación; me encuentro que está vacío pero, a los pocos instantes, veo salir a mi novio sin camiseta y no sé hasta cuándo dejaré de respirar cada vez que lo mire así.

—No me digas que Lolo me va a matar —pregunta, temeroso— ¿Princesita?

Se da cuenta de que estoy hipnotizada viendo su cuerpo y comienza a reírse.

—Lo siento, tuve un...

—Lo sé, me pasa cuando te miro... ya sabes... —suspira y busca una camiseta— de todas maneras ¿Lolo no me matará?

—Claro que no, tonto, se lo ha tomado a bien, lo único que le molesta es que no se lo hayas dicho antes pero les aclaré el motivo.

—Uff... pensé que correría por mi vida —responde aliviado, se acuesta— estás muy lejos.

En menos de cinco minutos estoy de regreso a la cama con pijama puesto. Me acurruco en los brazos de Pablo y suspiro feliz. Quedamos en que mañana llevaré mis cosas al departamento, pues ya tengo las llaves, le comenté que Cecilia quiere vivir en Madrid y que me gustaría traspasarle el lugar donde vivía antes, que es propiedad de Casilda. Como casi no pudimos dormir en nuestro mini viaje por año nuevo, no tardamos en caer rendidos al sueño.

¿Dónde estoy? Está muy oscuro...

Tengo la ropa rasgada, me duele el cuerpo y, al tocarme, siento sangre en algunos sitios. Un pensamiento me aterroriza y paraliza, esto era cuando Daniel me secuestró. Trato de levantarme pero estoy atada, con un grillete, a la base de una cama.

Oigo unas pisadas, son cada vez más fuertes. Alguien me toma del brazo y me levanta bruscamente. Su mirada es fría, dura y sus ojos destellan odio.

—Se te acabó tu tiempo, Aimeé, vas a pagar por desafiarme —me falta el aire al escuchar su voz. Comienzo a gritar, pero escucho el calibrar de un arma— ten cuidado, princesita... o tu noviecito te encontrará con una bala en la cabeza.

Me tumba a la cama, empiezo a llorar mientras se graba en mi mente su mirada lasciva y se pone sobre mí. Termina de romper mi ropa y va besando mi cuerpo, me abofetea cuando me muevo. Poco a poco me voy perdiendo; cierro los ojos ante la risa de ese infeliz y lo inevitable que será cuando se hunda en mí...

—¡NO! —exclamo. Pablo se levanta sobresaltado y, angustiado, me abraza buscando tranquilizarme. Hace mucho tiempo que no tenía pesadillas con ese maldito. Una opresión en el pecho me asalta, al igual que un mal presentimiento.

Él va a volver, él me encontrará. 

Pasos De CeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora