Cincuenta y uno

370 25 6
                                    

POV Aimeé

Unas manos recorren mi cuerpo, no me trata con ternura, sino con torpeza. De pronto siento un aliento frío. Me tenso cuando escucho una voz, una que es muy conocida para mí.

Nunca podrás ser feliz, estás marcada de por vida, por mí. Sentirás asco de que otro te toque. Y yo habré disfrutado de tomarte las veces que se me dio la gana.

Empiezo a gritar, a pedir que me suelte, le suplico a Dios que detenga está tortura.

Abro los ojos, no reconozco el lugar. Sólo sé que estoy entre los brazos de un hombre, mi cabeza apoyada en su pecho y sus brazos rodeando mi cintura. Otra vez siento ese pánico y busco zafarme, pero me aprieta más contra él.

—Tranquila, Aimeé —susurra. Reconozco su voz y automáticamente mi cuerpo se relaja. Empiezo a recordar que fue lo que pasó.

Hice el amor con Pablo. No hay otra forma de llamar a ese encuentro que su piel y mi piel tuvieron. A esa sensación de tocar las estrellas, de sentirme viva nuevamente.

Sin embargo, esa maldita pesadilla no se va de mi mente. Tengo ganas de llorar, por eso quiero salir de sus brazos. No quiero que me vea llorando.

—No, mi amor —sus manos acaricia con ternura y lentitud mi espalda— dame todo, tu alegría, tu tristeza. Ríe a mi lado, llora conmigo. Quiero conocerte por completo.

No respondo, simplemente me dejo llevar por mi llanto; me escondo aún en su pecho, mientras sigue con sus caricias. Nos quedamos así por unos momentos, sólo con el sonido de la lluvia, con su amor abrazándome y yo curando mis heridas.

Necesito amarlo mucho más de lo que ya estoy haciéndole.

—Estoy contigo, duerme, princesa.

Me susurra cosas bonitas y besa delicadamente mi oreja, sus manos se deslizan por mi espalda con sumo cuidado. Es la primera vez que me siento realmente bien con un hombre.

Me acomodo lo más que puedo a él y cierro los ojos, lo último que escucho es su voz cantándome. Estoy emocionalmente agotada.

Y esa misma voz es la que me recibe cuando despierto. Sus caricias son tiernas, me hace sentir segura, me besa el cuello repetidas veces y juega con mi cabello. Me doy cuenta de que estamos envueltos en un edredón.

—Hace frío —susurra— no quería despertarte así que arrastré algo que nos mantuviera calientes.

—Lo que pasó anoche... —siento su cuerpo tensarse— no, no me sueltes. Necesito tenerte cerca. Estoy bien, estoy mejor gracias a ti.

Posa su mano en mi cintura y la entrelazo con la mía. Esta sensación de protección jamás la había sentido. Tantas cosas he perdido por estar con un imbécil que no valía la pena. Besa mi cabello.

Estoy tan cómoda con él, que no quiero salir de la cama por muchas horas. Veo la ventana y otra vez está invadida por nubes. Sus dedos rozan mi abdomen y su cálido aliento produce cosquillas en mi cuello y eso hace que esté algo inquieta.

—No te muevas tanto, mi amor —murmura con la voz grave.

—¿Por qué? —pregunto desconcertada.

—Solo, no lo hagas —resoplo—. A veces eres tan inocente.

Suelta unos besos en el lóbulo de mi oreja y su barba deja un leve picor. Lo que hace que me mueva nuevamente.

—Por favor, Aimeé, no te muevas —suplica—, cariño.

—¿Por qué no? —reclamo.

—Porque mi cuerpo despertaría y se moriría de ganas de adorar cada pedacito de ti —me giro para verlo a los ojos.

Pasos De CeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora