Cincuenta y nueve

252 22 9
                                    

POV Pablo

No sé qué hora es; no me interesa, solo escucho el sonido de los pájaros que vuelan alto sobre las olas que chocan contra la playa. Los rayos del sol se cuelan por la ventana y tampoco me importa, hoy no existe nuestra familia, ni los compromisos, somos ella y yo.

Es de esos momentos en los que la vida te sonríe, te sientes dichoso y afortunado de lo que hay. Mi carrera profesional va genial, mi familia y yo tenemos buena relación y estoy enamorado de una maravillosa mujer.

El sueño nos venció después de habernos amado, su cuerpo descansa junto al mío; con nuestras piernas entrelazadas y su mano sobre mi pecho, empiezo a imaginar cómo sería vivir juntos. La escucho suspirar mientras se acomoda y se abraza a mí, como si fuese su osito de peluche.

Desearía detener el tiempo. Con ese pensamiento en mi mente, vuelvo a dejarme llevar por Morfeo.

—Amor —susurran. Su mano se desliza por mi pecho—, dormilón despierta.

Quiero seguir durmiendo, sentir su piel cálida y desnuda junto a la mía, bajo las mantas que nos cubren del leve frío que se siente. Aunque el contacto resulte ser más provocativo pues siento su mano descender y despertar a la fiera. Trato de no morderme los labios y abrir los ojos, pero su caricia no se detiene. Mientras tanto, ataca con besos mi cuello, bajo la línea de la mandíbula, aumentando mi deseo por ella.

—Ya deja de fingir que duermes, tu cuerpo no me miente —abro los ojos, ya descubierto.

—Quería que me mimaras más —me quejo.

—Bésame y voy a adorarte como tú lo has hecho conmigo —dejo mi mano detrás de su cabeza y la acerco a mis labios, dejándome llevar por sus ganas.

No voy a negar que soñaba con esto mientras estaba en India. Que la encontrábamos y yo regresaba, ansioso, a España para pedirle una oportunidad, tal vez se hubiera hecho la dura pero tendríamos un hermoso final, tal como ahora, pero sin necesidad de ese infierno que vivió. Hubiese dado todo para evitarle ese dolor.

Pero... aun así, la tengo conmigo. Más viva que nunca, entregándome su amor. Por fin la mujer pícara y sonriente aparece después de tanto tiempo; además de surgir otra Aimeé: una más sensual, más apasionada y me enorgullece saber que he sido yo quién la ha despertado.

—Te amo tanto que ya no sé vivir sin ti —dice entre beso y beso mientras voy adentrándome en su calor.

Yo sin ella, me pierdo.

[...]

—No quiero levantarme —susurra perezosa, estirando su cuerpo.

—Pero yo sí, tengo hambre —me quejo. Ella me enreda entre sus piernas y brazos.

—Un ratito más —pide.

—Pero mi estómago está gruñendo. Y te amo, pero no estoy dispuesto a seguir sin comer —se ríe; finalmente se levanta, se pone mi camiseta.

—Esta bien, pero espero que no me niegues la ducha... juntos.

Eso fue un error porque no pude soportarme e hicimos cosas hasta que nos gruñó el estómago otra vez y tuvimos que salir. Preparamos unos sencillos huevos, que café y zumo de naranja que devoramos enseguida. 

Todo se sentía tan normal y correcto, parece un sueño; que aún no salgo del infierno en el que vivía y estos son anhelos escondidos. Ella abrazándome mientras yo lavaba los platos (es lo mínimo que puedo hacer), sus besos en mi espalda, todo es una bendición, ya no sé qué más pedirle a la vida. 

Sugiero salir a tomar el sol un rato, ella acepta, lo que no sabe es que navegaremos en altamar y allí le propondré vivir juntos. Al estar en una playa solitaria, no me preocupo por ponerme lentes y gorras, puedo caminar libremente; tomado de su mano.

—Me encantaría vivir aquí el resto de mi vida —se detiene, acaricia mi rostro— gracias por esta sorpresa.

—Todavía me queda una más, pero tendrás que cerrar los ojos —hace un puchero—, por favor, amor. 

Finalmente, me hace caso y cierra los ojos. Caminamos unos metros más, cuando los abre, se queda sorprendida. Me encanta ver la expresión de niña que recibe su regalo de navidad, se ve tan tierna. Balbucea y yo simplemente me encojo de hombros. 

—Bueno, te dije que merecías todo lo bueno y que haría lo que sea con tal de hacerte feliz. Así que vamos a navegar y... —me acerco al oído— hacer realidad una fantasía.

—¡Hey! —me golpea; noto sus mejillas sonrosadas— pero gracias por esto, no sé cómo voy a sorprenderte.

—Solo ámame y quédate conmigo —sonríe y entrelaza los brazos por detrás de mi cuello para robarme un beso. 

Nos subimos como niños traviesos y curiosos al yate, saludamos al capitán y nos indica la ruta que va a navegar y la duración. Le prometí que regresaríamos en la noche a casa, pero creo que hasta mañana vamos a llegar. Para mi fortuna, Lolo y Cecilia ya saben. Además les dí la dirección del departamento, en caso de que Aimeé crea que no es momento de vivir juntos. 

Nos quedamos en la proa, abrazados y viendo el mar, mientras hablamos sobre nuestros proyectos a futuro y el regreso a Madrid en un par de días. No podemos dejar de tocarnos, de besarnos como si el resto del mundo no existiera y solo somos ella y yo. 

—¿Te imaginas como sería vivir juntos? —le pregunto como si nada, ella se acomoda mejor.

—Pues, me apena un poco decirlo pero, sí... aunque sería raro porque seguro casi no habría nada en la cocina pero tendría cerca de mí cada pedacito tuyo. Y cuando regreses, no saldríamos del departamento en dos días —río. 

—Me encanta que pienses eso —sonríe pícara—, ya que dices eso... vamos a la cabina, allá tengo una cosita más que decirte. 

—Dímelo aquí, porque si vamos a la cabina, seguro no tendremos tiempo de platicar.

—Ya me conoces bien —beso sus labios— ya que insistes... mi amor, sabes que estaré un par de meses fuera del país y viajaré constantemente; sé qué es una locura lo que voy a decirte, pero me gusta despertar contigo, verte cocinar mientras cantas, sentir tu perfume impregnado en las almohadas y me gustaría que, esta vez, al regresar seas tú quien me reciba con una sonrisa y me digas...

—Te he echado me menos... si esa es tu manera de pedirme que vivamos juntos, entonces sí, acepto.

Sonrío ampliamente, mientras besa cada rincón de mi rostro. Mis manos se pasean traviesamente por debajo de su vestido y nuestras bocas se juntan, ansiosas por reencontrarse. Me hace feliz que ella haya aceptado y pienso que ella es la correcta, que jamás me va a dejar solo, me apoyará de la misma manera en que yo la apoyaré.

Nuestros cuerpos reclaman por fundirse en uno, así que, tomados de la mano, nos vamos hacia esa cabina, a darle rienda suelta a esta imaginación loca que tengo de sentirla, de amarla en cuerpo y alma hasta saciarnos aunque eso resulte imposible. Jamás voy a cansarme de admirarla, de adorarla con mi ser. Yo seré suyo y ella es mía. Ella es mi casa, mi refugio.

Pasos De CeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora