Cuarenta y tres

254 23 4
                                    

POV Aimeé

<<Te lo juro, mi amor>>

Esas palabras se cuelan en lo más profundo de mí, me muerdo el labio tratando de contener más mis lágrimas. No merezco a este hombre; mucho menos lo que está haciendo por nosotros.

Me olvido de mi cuerpo, semidesnuda, de él y de las reacciones que provoca. De lo que acabamos de vivir y me quedo con su juramento.

—Eres hermosa —susurra; no me atrevo a mirarlo—, cualquier hombre caería rendido a tus pies. Tan comprensiva, decidida, absolutamente divertida y muy comunicativa. Eres mucho más que esto, no te dejarás vencer porque estoy contigo y juntos lucharemos para que esto. Jamás te dejaré sola.

El problema es que me siento sola, por más que intento compartir mis miedos, estos vienen como sombras a perseguirme y recordarme que probablemente no pueda volver a ser la misma de antes, aunque tampoco deseo serlo. Nunca quise reencontrarme con mi pasado y odio que Pablo esté pagando las consecuencias de mis tonterías: aceptando sus besos, pero siendo incapaz de entregar mi cuerpo y, quizás, mi corazón.

A pesar de todo lo que ha hecho, se reivindicó, merece más que los pedazos de una persona.

—Debería...

Tú me has hecho mejor, mejor de lo que era —susurra— y entregaría mi voz a cambio de una vida entera.

—Eres demasiado bueno para mí —sollozo—, eres una luz en medio de mi oscuridad, quiero ir a ti... pero mis sombras no me dejan.

Vuelvo a explotar en un llanto incesante, me rompe en dos vernos así. Pero él toma en su mano mi barbilla y me obliga a mirarlo. Hay un brillo que no logro descifrar, pero me reconforta, tanto como su voz cantándome. Su otra mano toma la mía y entrelaza nuestros dedos, los eleva a sus labios y besa con delicadeza. El corazón empieza a latirme con rapidez.

—¿Deberías... alejarte de mí? —pregunta irónico y eleva una esquina de sus labios—, no podría, preciosa, ya es demasiado tarde. No soy bueno, detrás de esta cara de niño bueno hay un canalla, que intenta ser feliz con lo que tiene a su alrededor. Soy un pobre hombre que ha corrido con suerte, que es afortunado de trabajar con lo que ama. No soy mejor que tú, cariño, es más yo no te merezco, ni cuando te conocí, mucho menos ahora. Pero el caso es que te quiero y deseo que seas feliz, conmigo. No me dejes, enfrentemos esto juntos.

—Pero es que no quiero que nos terminemos odiando, todo porque no puedo borrar los malditos recuerdos de mi cabeza.

—Es muy cursi lo que te diré, pero es verdad, el amor lo puede todo.

¿Realmente lo puede? Es un sentimiento muy fuerte sí, pero a veces se tiene la creencia de que puedes curar a un hombre o mujer rota sólo con amor. Que todo empieza como camino de rosas y luego las cosas se tornan negras, terminando por destruir tu mente, tu corazón y tu cuerpo; gracias a Dios que no lo pagué con mi vida. Quizás esto me ha vuelto escéptica con respecto a los asuntos amorosos. Tendría que haberme negado desde un principio a esta locura ¿Por qué creí tanto en una relación así?

—¿Ya estás dudando de lo nuestro? —me sobresalto—, estás luchando, no tienes que pensar que no podrás ¿Quieres reconsiderarlo?

Se levanta, no espera mi respuesta y sale de la habitación. El problema no es que tenga dudas por sentimientos, cada que pienso en él, mi corazón late rápido, algo hace que siempre quiera saber cómo está, qué hace o hará. Quiero tantas realizar cosas que amaba antes y cada vez que me imagino haciéndolas, siempre es con él.

Gabriela me ha dicho que me deje llevar pero... ¿Cómo puedo hacerlo?

Busco el vestido, me lo pongo para, después,  salir de la habitación y lo encuentro preparándose un café. Me acerco a la barra y me siento en un taburete, mientras observo lo torpe que es con la cafetera, me río por lo bajo, evitando que me escuche. Apoyo mi cabeza en mi mano y lo miro.

—No puedo —susurro, pero alcanza a escucharme—, no es de lo nuestro ¿Cómo si apenas estamos empezando?

—Entonces no regreses a esas inseguridades, olvídate de ellas. Al menos la ventaja conmigo es que yo me iré de viaje y podrás reflexionar —sonríe burlonamente.

¿Acaba de referirse a sus ausencias como un chiste?

—¡Te echaría de menos, idiota! Estaría ansiosa por tu regreso; sé que se trata de trabajo, pero eso no evita que... —no me doy cuenta de que Pablo se ha acercado a mí, dejando la taza a un lado y tomando una de mis manos.

—Me hace feliz saber que me extrañarás. Vamos a empezar poco a poco, cariño. El amor es como una planta, hay que regarla constantemente y sin exagerar. Has logrado besarme en los labios, puedo tocar tus mejillas y abrazarte, así intentemos por ese rumbo.

Acerca su boca a mi rostro, besa castamente mis labios, por inercia, cierro los ojos y siento su aliento en mi nariz. Murmura algunas palabras y recorre mi rostro, depositando besos en cada rincón.

—No me has empujado, por ahora es tu cara. Pero luego intentaremos con tu cuerpo, no me voy a rendir.

Porque me amas.

POV Pablo

Me moría de ganas de algo más, realmente estaba seguro de lo que podría pasar entre nosotros, pero Aimeé siempre me sorprende. Es como una pequeña niña indefensa, hace que quiero tenerla entre mis brazos y protegerla.

Sentí tanta ternura cuando dijo que me extrañaría que no pude evitar besar toda su cara. Funcionó también como ejercicio y, aunque no es lo que esperaba, es suficiente para mantenerme a raya. Por ahora, iremos despacio, quizás el tiempo que esté de promoción en América sea útil para disipar todo tipo de dudas. Que al regreso, incluso, volvamos a intentar lo de hoy.

—¿Quieres pizza? —asiente y busco el teléfono para pedir una. Luego de realizar el pedido, junto con el refresco y algun aperitivo, cuelgo. Noto que ella no está, así que espero paciente a que salga de la habitación o donde quiera que esté.

Cuando la veo salir de mi habitación, siento que la mandíbula se me caerá al ver la pijama. Se va a quedar a dormir...

—Yo... pensé que podríamos dormir juntos. Así que por eso traje suficiente ropa para mañana.

Lo dice tan inocentemente, que no puedo rechazarla. No se da cuenta de las cosas que me provoca y también de uno que otro miedo, pero si los demuestro, entonces no tendría sentido seguir. Puedo contenerme, puedo hacer lo que sea por ella.

—Está bien... ¿Quieres que durmamos juntos?

—Podríamos...

—No te fuerces, piénsalo mientras cenamos y luego me dices ¿Va?

—Sí...

Que Dios me ayude.

Pasos De CeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora