Treinta y dos

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Dos semanas después

POV Aimeé

Tengo la dirección del departamento de Pablo en mis manos y aun no tengo valor para ir y llamar a la puerta, esperar su perdón. Que todo entre nosotros vuelva a empezar.

He hablado con Casi, me ha dicho que salga, que despeje mi mente. Igualmente me ha regañado por no dar el siguiente paso. Sin embargo, no me ha presionado de más. Sabe perfectamente que soy algo reservada en esas cosas y quizás cobarde, pero que cuando llegue el momento, sabré qué decirle.

Incluso ella tiene más seguridad en mí que yo misma.

Sobre Marco..., decidió irse esa misma tarde que hablé con Casilda. Dijo que quizás necesitaba estar sola y dejarme llevar por mis pensamientos. Hablé con mi psicóloga, me hizo entrar en razón, además de recordar que él estuvo preocupado por mí, desde el momento en que nos conocimos.

Me defendió de ese infeliz e incluso intuía la clase de escoria que era. Una noche con él fue suficiente para darme cuenta que solo era un hombre herido. Fui su confidente, fuimos muchas cosas bajo un cielo estrellado, en plena playa de Barcelona.

Se portó como un caballero conmigo, aunque quizás su primer intento era llevarme a la cama.

Aunque francamente hubiese preferido sus brazos antes que...

Ignoro ese loco pensamiento ¿Cómo es posible piense de esa manera en él? ¿Y cómo si ni siquiera tengo idea de volver a estar en los brazos de un hombre?

He consumado una nueva actividad en mi rutina: leer en una cafetería cercana a mi departamento. Descubrí que el aroma a café, unos audífonos y un libro me relajan. De hecho, aleatoriamente, volví a escuchar su música. Ahí fue cuando me di cuenta que el hombre herido que conocí ya no existe y que el que ha estado hablando conmigo es otro.

Que es hora de darle una oportunidad.

No puedo dejar que se vaya a América sin saber que quiero que siga en mi vida. Y hoy es primero de septiembre, está a punto de sacar un nuevo single. Me gustaría que todo quedara bien antes de irse.

Estoy tan enfrascada en mis pensamientos que no ni siquiera presto atención a lo que estoy leyendo.

—¿Qué desea tomar hoy? —pregunta una mujer, haciendo que regrese a la realidad— ¿Señorita?

—¿Eh? ¡Lo siento! Estaba en otro mundo, bueno... pues quisiera un descafeinado por favor.

—Por supuesto y ¿El caballero? —pregunta. Me giro a ver a mi alrededor y siento que todo me da vueltas cuando miro aquellos ojos cafés que podría reconocer en cualquier parte.

Él pide lo mismo que yo y después de que ella amablemente le pide un autógrafo, nos quedamos a solas. Sigo impactada y ni siquiera puedo formular una pregunta. Me mira con una sonrisa traviesa.

—Parece que el gato te comió la lengua ¿Acaso no te da gusto verme?

—Tú... ¿Cómo es que...? —porque te ves tan malditamente guapo.

¿Yo pensé eso?

—Es que estaba tomándome fotografías para el nuevo disco. Quería ir sencillo, pero gracias por tu halago. Creo que ni así dejo de ser... malditamente guapo.

—¿¡Qué, ay Dios lo siento!? —rayos, lo dije en voz alta. Él se ríe—. Hablo en serio ¿Qué haces aquí?

—¿La verdad? Estaba buscándote —mis mejillas enrojecen—, hace un par de días, mi hermana tuvo que hacer un viaje relámpago a Madrid, entonces estuvo en mi departamento. Dejó su móvil y de casualidad vi que había mandado por mensaje la dirección de mi departamento y vaya sorpresa.

—Yo... no quería parecer acosadora.

—Ajá, entonces explícame ¿Para qué rayos querías la dirección?

—¡Para pedirte disculpas! —exclamo—. Pensé mucho en lo que convivimos en Barcelona, que en todo momento fuiste un caballero... me hice a la idea de que nosotros, bueno de que tú jamás me harías daño. Que el hombre que tengo frente a mí es otro y que me gustaría conocer un poco más de ti, de este Pablo.

—¿Qué?

—Eso... tengo la dirección porque quería verte, aunque estaba muy miedosa de ir por la reacción que podrías tener a mis palabras, pero es la verdad, quiero conocerte más. Quiero saber qué o quién te hizo mejor persona. Lamento haberme comportado como una malcriada.

Su mano está tan cerca de mí. Un fugaz pensamiento me estremece, sin embargo, considero que es la mejor prueba que puedo darle sobre lo real que son mis palabras. Muevo mi mano hasta llegar a la suya y tocar su piel. Ni siquiera aparecen los recuerdos de Daniel que me provocan asco.

Su mirada inexpresiva empieza a hacerme sentir culpable de lo que estoy haciendo, noto que su cuerpo está tenso. Tal parece que los papeles se invirtieron, hasta que por fin recuerdo que estamos en un lugar público y me aparto rápidamente.

—Lo siento, olvidé que estábamos en un sitio...

—Llevémonos el café y vayamos a mi departamento. Vamos a devolvernos el tiempo.

—Pablo, yo sé que debemos hablar y... —sonrío— lo haremos, pero creo que es mejor que regreses a trabajar. Acabo de hacer un espectáculo e irnos juntos puede despertar sospechas.

—¿Crees que me importa lo que diga la prensa? —niego— ¿Entonces por qué dices eso?

—Porque me gustaría hablarlo con calma... ven a mi casa, prepararé la mejor pasta que hayas probado en la vida, quizá te enseñe a hacer otras cosas aparte de esa dichosa pasta con atún que, según tu hermana, está harta.

Suelta una risa que se escucha hasta el fondo de la cafetería. Pasan segundos en los que él no para y yo me avergüenzo de haber contado ese chiste.

—Supongo que tiene razón, pero bueno, lo mío es cantar, no la cocina. Creo que no podría sobrevivir si no fuera por comida rápida.

—Te daré unos buenos consejos. Ven, esta noche y si no tienes nada que hacer mañana... puedes quedarte a desayunar.

—Aimeé... ¿Estás segura?

—Sí, ya te dije, quiero conocer al Pablo que tengo frente a mí. Anda, toma el café y vete.

—No te vas a arrepentir. Voy a ayudarte a recuperar tu esencia —justo a tiempo llega la camarera y deja nuestros cafés— al menos tengo un pretexto para quedarme 10 minutos más contigo.

POV Pablo

Me voy de la cafetería con una sonrisa en el rostro. Como siempre, Casilda tenía razón. Ahora queda esperar a la noche para cenar juntos, platicar de todo, dormir en su departamento. Aunque me va a costar, el saber que la tendré a unos metros de mí, me pone nervioso.

Pero es un gran avance. Poco a poco la enamoraré, con todo lo que esté a mi alcance. Le haré cambiar de opinión acerca de mí. Quiero que me ame, de la manera en que yo la amo. Aunque ahora tenga miedo al amor, no me importa, seré su amigo, su confidente. Me ganaré su confianza y su amor. Haré que crea de nuevo en un felices juntos.

Esta noche todo volverá a empezar.

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