Veintiséis

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POV Aimeé

Nuestras miradas se cruzan y mis piernas están temblando. Nuestro cuerpos apenas son separados por la barra de la cocina. Su mirada ha cambiado, se ve más relajado, en paz, hasta parece más joven.

Su barba perfectamente recortada, su cabello lleno de rizos dorados, su tez morena y sus ojos chocolate. Es tal cual como lo recordaba, con la diferencia de sus músculos, que parece que están muy tonificados.

Me mira fijamente y eso me incomoda un poco, nunca me ha gustado ser el centro de atención aunque parezca lo contrario.

—¡Aimeé! —exclama Casilda, sacándonos de la burbuja en la que estábamos metidos— ¿Qué haces tan temprano aquí?

—Ehhh... es que me dieron el resto del día libre.

—¡Que buen jefe tienes! —sonrío tímidamente.

—Supongo que, en realidad, son recompensas de mi arduo trabajo este mes, no puedo, ni podría defraudar a Marco. Sí no fuese por él y a tu madre, seguiría buscando trabajo —Pablo frunce el ceño.

—Eso es bueno, me alegra mucho que vayas recuperando tu vida —sonríe con calidez, Pablo sigue mirándome detenidamente— ¿Te comieron la lengua los ratones, hermanito?

—Cállate Casilda —gruñe y ella empieza a reírse—. Te encanta picarme de cualquier manera...

—Bueno, tantos meses separados y tenía que reponer todos esos días en lo que no pude molestarte. 

Empiezan a discutir, como si fueran dos niños y yo empiezo a soltar carcajadas. Al escucharme, ellos me miran extrañados mientras me relajo.

—Lo siento, es que no pude evitarlo.

—Mientras sonrías, no me importa ser tu payaso —contesta Pablo, mis mejillas se sonrojan.

—¿Quieren algo de tomar?

[...]

Charlamos un largo rato, aunque Pablo no decía mucho, simplemente se dedicaba a verme. A decir verdad, la velada no ha sido tan escalofriante o rara a como pensaba. Casilda se ha ofrecido a preparar la cena y él se ha vengado por las bromas diciendo que es mejor tener a la mano el teléfono del Telepizza. Después de que casi le avienta un plato (que gracias a Dios, no es de porcelana), Pablo y yo nos quedamos a solas.

—No has hablado mucho esta noche, te recordaba más sociable —sonríe tímido.

—Sólo quería escuchar cómo estabas, además con verte me siento bien. Te ves linda cuando te sonrojas... —se levanta y se dirige a mi lado, esa sensación de miedo aparece (aunque en menor medida comparando a los demás varones).

Cuando se sienta, no roza mi piel. Sin embargo, siento que me desnuda o me toca con la mirada, como si fuera una caricia.

—¿Has hablado con Ceci, Lolo?

—Desde que llegué a España, no. Haremos lo que tú quieras y eso implica hablar con ellos y decirles que sabemos de ti.

—Gracias... —nos quedamos en silencio, es como si quisiera decir algo más, pero algo lo detiene— así que... ¿Estabas en Los Ángeles grabando disco nuevo? 

En cuanto dije eso, él empezó a sonreír. Habló largo rato sobre sus aventuras en los Estados Unidos, lo mucho que extrañaba a sus mascotas y su familia. Se ve tan sereno y, por alguna razón, me siento bien cuendo estoy hablando con él. A pesar de lo que pasó, de la última vez que nos vimos... seguimos siendo aquellos chicos que hablábamos en el restaurante de Barcelona y en sus playas. 

Me alegra tanto, me he quitado un peso de encima. 

—Han sido tantas cosas, Aimeé —responde a la pregunta que le hice sobre cómo fue que cambió a lo que es ahora— pero, quiero agradecerte por aquel encuentro. Esa noche empezaste a cambiar todo el concepto que tenía de vida. 

—Pero yo no hice nada, al contrario...

—Aunque no creas, hiciste mucho por mí. Eras de los pocos que confiaban en mí cuando más hundido estaba —se acerca y alza una de sus manos a mi mejilla, empiezo a temblar y se da cuenta, pues aleja sus manos de mí. Me sonríe resignado. 

—Lo siento...

—Entiendo, el pasado te ha dejado muchas cicatrices. Me gustaría que... —su propuesta quedó opacada ante el llamado de Casilda de pasar a cenar. Suspira y frunce el ceño— en otro momento será.

La cena estuvo deliciosa, aunque Casi se disculpaba porque no podía salir al nivel de un chef. Lo único que hice fue reírme y no decirle que bien podría ser mi competencia.

Los hermanos deciden quedarse un poco más. Aunque Pablo se queda a un lado de mí. Casilda toma el rumbo de la conversación.

—Aimeé, me gustaría que un día habláramos a solas —titubea—. Ya sabes...

—Me gustaría... ¿Te parece mañana? Puedes venir al restaurante donde trabajo, si quieres.

—Será un placer —se atreve a tomar mi mano y elevarla a sus labios, no siento miedo, al contrario ese contacto estremece cada poro de mi piel y eso me asusta.

Pasada de la media noche, ambos se retiran. He quedado de verle a la tarde, pues ese es mi horario laboral. Cuando estaban en la puerta, Cas me abraza como despedida y se va.

—Parece que tú hermana nos deja a solas muy seguido —comento y él sonríe.

—Bueno, le dije que ya te había visto muchas veces y yo era el de las ganas de verte —mi rostro se torna rojo—. Es la verdad, Aimeé, necesitaba tanto hablar contigo.

—Pablo...

—Mañana hablaremos con más calma ¿Puedo... abrazarte? —me quedo en silencio—. O sea, si quieres.  

—Está... bien.

Aproxima su cuerpo y extiende sus brazos para rodear mi cuerpo. Cuando siento su aliento en mi cuello, me estremezco por completo, empiezo a temblar y lo nota pues se separa de mí. Aunque cuando se aleja, siento que algo me falta.

—Tienes miedo aún de un hombre ¿Verdad?

—Lo siento...

—No te preocupes, entiendo —respira hondamente— será mejor que me vaya... Casilda me debe estar matando por hacerla esperar. Nos vemos mañana, princesa.

Enmudezco cuando me llama así mientras lo veo alejarse. No tengo idea de las sensaciones que me ha provocado esta visita y la manera en que me trató. Pero de algo estoy segura; mañana lo veré nuevamente y todo mi ser esta ansioso por mañana. Estoy realmente confundida.

POV Pablo

Mi hermana me mira pícara mientras subo al auto. Seguro me quiere acribillar a preguntas y esta vez, no me importaría responderlas. Estoy feliz de volver a verla y aún más al ver el efecto que tengo sobre ella y su cuerpo.

El verla ha hecho varias reacciones en mí: se ve igual de hermosa que hace un año, ha despertado ese instinto de protegerla, cuidarla y ser lo que ella necesita; no me asusta, ella me gustaba desde que la conocí y parece que el tiempo no ha sido impedimento para cesar esos sentimientos, incluso incrementarse.

Reconozco lo que ha dicho Casilda: creo que me estoy enamorando de ella, sino es que ya. Estoy loco por ella.

Pasos De CeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora