Veinticinco

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POV Aimeé

Hoy es el día.

Ya ha pasado el mes desde que Casilda me pidió que fuera con una psicóloga y la promesa de Pablo de volver a vernos. Después de la primera llamada, empezó a mandarme mensajes. Para mí era más cómodo, pues la sensación de que el alma se me salía en cuanto escuchaba su voz no estaba. Pero esa ansiedad por el encuentro nunca disminuyó, al contrario.

Hace un par de noches me llamaron de la casa Moreno, en Málaga. Pablo ya estaba en España, sólo que quería pasar un poco de tiempo con la familia antes de verme. Lo único que me dijo Cas es que me preparara para a sorpresa de mi vida, pues él estaba muy cambiado.

Eso no hizo más que elevar mis nervios a límites desconocidos.

Ni siquiera me dijeron sobre la hora que estarán aquí, por lo que he estado toda la mañana con demasiada ansiedad. El corazón me late a toda prisa, mi mente se hace miles de preguntas: ¿Qué tanto ha cambiado? ¿Volveré a reaccionar como aquella noche en la playa? ¿Tendrá los mismos nervios que yo? ¿Aún seguirá viendo a la Aimeé que Daniel se encargó de matar?

Afortunadamente, esta semana me toca turno en la tarde, así podré estar en el departamento al anochecer, tratando de relajarme, de calmar a mi cuerpo y hacerlo consciente de que sólo es Pablo, de un viejo amigo.

Aunque eso no ayude mucho.

—¿Te pasa algo, Aimeé? —pregunta mi jefe preocupado.

—¿Estoy haciendo algún pedido mal? —niega sacudiendo su cabeza.

—Simplemente que estás actuando muy rara, haces todo demasiado rápido y no puedes estar quita ni un momento.

—Lo siento, es que tengo visitas hoy y son muy importantes... hace mucho que no los veo —me mira detenidamente y luego sonríe.

—Vale... mejor ve a casa. Sabes perfectamente que esto es un equipo, no puedes acelerarte y dejar a atrás a tus compañeros. Además... estás al borde de una crisis nerviosa.

Abro la boca para refutar, pero él se va de la cocina. No me queda más que respetar sus decisiones, regreso a los vestidores y me cambio de ropa.

[...]

Mandarme a casa ha sido la peor idea que me ha dado.

Siento que voy a enloquecer, no puedo estar quieta. Camino de un lado a otro pensando en lo que piense Pablo de mí, en lo que hemos cambiado y...

¿Por qué me preocupa tanto lo que él esté opinando de mí?

Dejo a un lado ese pensamiento y decido hacer una limpieza general a la casa, con eso mato el tiempo y deshago las conjeturas que hace mi cabeza.

POV Pablo

Por fin ha llegado el día.

Tengo sensaciones y sentimientos encontrados. Me hace mucha ilusión verla, pero no sé cómo soportaría el saber que ella y yo no podamos ser los mismos de antes.

Tamborileo los dedos contra la ventana del AVE mientras mi hermana, quien está a un costado mío, lee un libro de autoayuda.

—Me estás poniendo nerviosa con tus golpeteos a la ventanilla, Pablete —murmura molesta.

—Lo siento hermana es que no puedo controlarme. Tengo miedo de que ella no quiera verme y te juro que lo entiendo, pero algo en mí no lo soportaría —me observa con el ceño fruncido.

—¿No será que estás sintiendo algo más que una amistad por ella?

Me quedo sorprendido ante su interrogante. No voy a negar que, desde el momento en que la conocí, me ha parecido muy hermosa y que me gusta. Pero eso a enamorarme de ella, cuando sólo nos hemos visto unas veces... eso ya es una gran diferencia.

Aunque cosas más disparatadas han sucedido.

—No es eso, Casi —respondo con seguridad— a ella... debe sentirse muerta en vida y yo estoy más vivo que siempre, las cosas se han invertido y no tengo ni idea de cómo apoyarla.

—A lo mejor si encuentres la manera, por ahora enfócate en que la vas a ver y podrás decirle a Lolo y Ceci que la ha encontrado y que está bien.

—Dentro que cabe.

—Sí, pero eso no se los dirás, eso tiene que decirlo Aimeé.

Reanuda su lectura mientras yo me pierdo los paisajes que brinda el camino y pienso en lo que estoy sintiendo por Aimeé.

[...]

Después de instalarnos en mi departamento, Casi me dice que es momento de ir a verla, me indica una dirección y está la reconozco perfectamente.

—¿Qué hacemos aquí? —le pregunto confundido— este es tu departamento.

—Calma, Pablo —me pide— es que la estoy alquilando y tengo que ver si todo está en perfectas condiciones.

A pesar de mis reclamos, mi hermana no cede y me arrastra con ella a ver al inquilino de su departamento. Papá se lo compró pues ella decidió estudiar en Madrid, luego trabajó un tiempo y regresó a Málaga para asentarse definitivamente. Viendo que era buena inversión mantener el inmueble, decidió ponerlo en renta.

—Se ha cambiado hace unas semanas acá y eso porque consiguió un buen empleo por aquí. Es una gran amiga y bueno, decidí cederle el departamento —comenta mientras subimos al piso en donde se encuentra el depa.

—Ya...

—Que poco entusiasmo tienes, hermanito.

—Pues se supone que íbamos a ver a Aimeé y ahora resulta que tengo que ver a una amiga tuya —rodo mis ojos.

—No tardaremos —masculla. Cuando llegamos al piso y ella se acerca a la puerta, escucho música al interior de la casa. Casi sonríe de manera extraña. Decido no preguntar.

Mete la llave en la cerradura y eso me parece aún más extraño, Casi no es de las que hace una travesura de ese tipo. La puerta se abre y yo sigo a mi hermana. Todo se ve inmaculadamente limpio y un suave aroma a jazmín inunda el lugar. Suena "El alma al aire" de Alejandro Sanz y hace que murmure la canción.

—Que bien lo está cuidando —expresa sorprendida— ¿Me pregunto dónde estará?

Miro al mi alrededor y me enfoco en la cocina, me recuerda a ella. Me acerco, como si fuera un metal atraído por el imán, y cuando veo que una mujer se asoma de entre la barra me quedo mudo.

No pierdo detalle de su sorpresa y nerviosismo. Sigue siendo la mujer hermosa que conocí, la que me volvió loco en menos de un minuto.

—Pablo...

—Hola Aimeé.

Da un paso atrás, supongo que aún tiene miedo a los hombres. Un aleteo se produce en mi interior y también el instinto de protegerla salen de mí.

Siento que se ha parado el tiempo y que nuestro mundo consiste en mirarnos fijamente, tratando de adivinar lo que el otro piensa.

La música sigue sonando y es lo único que percibo, trato de buscar algún indicio de sus viejas heridas y, aunque quizás no están allí, las psicológicas si y ese será un gran obstáculo para acercarme a ella.

Haré lo que sea necesario para que podamos ser los mismos Pablo y Aimeé que se conocieron aquella noche en Barcelona.

Y quizás... algo más.

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