Doce

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POV Pablo

—¡Aimeé! ¡Aimeé!—no se escucha nada del otro lado de la línea. No hay nadie cerca de mí. Pensarían que estoy loco, pero puedo jurar que era ella. Una parte de mí respira en paz, pero la otra está desesperada por saber más de ella.

¡Maldita sea!

Necesito hablar con Ceci, debo decirle que ella marcó, que está bien... pero ¿Dónde está? ¿Por qué colgó de esa forma? ¿Se asustó al escuchar mi voz?

Dios mío... que ella esté a salvo, te lo ruego.

POV Aimeé

—¿Aimeé? Aimeé ¿Está todo bien? ¿Quién te respondió? ¿Por qué estás pálida?

No logro articular palabra ¿Cómo es posible? No entiendo por qué está él con mi prima. Él debió olvidarse de mí, no significaba nada en su vida y le herí antes de irme de sus vidas. Acaso... ¿Él aún se preocupa por mí?

—Eh... sí... yo...

—¿Lograste hablar con tu prima? ¿Qué pasó?

—Es que... —si le digo que Pablo Alborán me contestó creo que me tomará a loca— es que fue número equivocado.

—Oh... lo siento. Bueno... Tenemos que ir a la estación —miro apenada—, no tienes por qué avergonzarte, esto ya fue. Lo que importa es que tratemos de salir adelante.

—Está bien. Pero... es que...

—Yo te voy a ayudar. Pero primero vayamos a la estación y luego veremos.

Ir a la estación fue una de los momentos más dolorosos que he tenido en estas horas. Ha sido relatarle a un inspector sobre el infierno que viví, que me revisara un médico para verificar la gravedad del asunto y ser tratada con una psicóloga para saber qué tanto fue el daño a mi salud mental.

El inspector me miraba con cara de "tú tienes la culpa". Pero es que la culpa nadie la tiene, el destino se encargó de esto. Si quizás no me di cuenta de que tenía ciertas conductas, pero tampoco significa que las mujeres seamos culpables de ser maltratada por los hombres al contrario, la culpa es de los padres, de darles a los niños una educación machista y conductas que según "son normales" cuando en realidad destruyen familias.

—Odio que me miren con lástima o reproche

—Entonces ya tienes para salir adelante y por eso te voy a ayudar.

—Gracias.

—Por cierto, ¿A qué te dedicabas?

—Pues... —le platico que era chef y que mi jefe decía que llegaría hasta Madrid y cocinaría en los mejores restaurantes.

—Es hora de que el mundo te conozca —sonrío— eso significa que aportarás en casa a cocinar una vez a la semana.

—Me parece justo.

—Hoy aprenderás algo de cocina malagueña.

[...]

—Vaya... no ha llegado nadie. Mira, vamos a tu recámara y ponemos tus cosas. Luego iremos a comprar algo de ropa para ti y ver si hay trabajo de cocinera. Bueno si hay tiempo porque —mira el reloj— el resto de la familia viene en un rato.

—Ósea que...

—Vive mi mamá, papá, mi hermano Salvador, mi esposo, mis hijas y yo. También vivía mi hermano aquí.

—Son una gran familia —sonríe—. En Barcelona sólo vivía con mi prima Cecilia. Mi madre y yo estamos distanciadas porque quería que me dedicara a otra cosa que no sea la cocina.

—Lo entiendo... Bien, vamos a tu nueva habitación.

Por alguna extraña sensación, miro a Casilda y recuerdo el dolor de Pablo por el distanciamiento de su familia. Creo que si tan sólo se sentaran a hablar un momento sobre sus diferencias, se darían cuenta de que las razones por las que hayan discutido, puedan parecer una estupidez.

Llego a mi habitación y Casi me deja a solas para que pueda acomodarme y acostumbrarme, me siento en paz, como si hubiese regresado a Barcelona. Quizás sea por la amabilidad de Casi al dejarme vivir por un tiempo aquí. Creo que esta vez, le haré caso a Nico y después iré a Madrid.

Me recuesto en la cama, por fin tranquilidad y sin miedos de que él se atreva a tocarme.

Ahora que recuerdo... no sé el apellido de Casilda. Decido salir un momento, camino por el pasillo hasta encontrar los escalones.

—¿Usted quién es? —me pregunta una mujer.

—Yo...

—¿Qué hace aquí?

—A ver... yo vine por Casilda.

—Pero por qué estaba caminando por aquí.

—Alejandra, amor —habla un hombre, mi cuerpo se tensa. De pronto... un hombre un poco mayor que yo se asoma junto con Casi.

—Perdón por dejarte sola un momento. Es que mi hermano había llegado. Bueno... él es Salvador y la mujer es su futura esposa, Alejandra

—Mucho gusto.

Después de las presentaciones, bajamos hacia la sala. Veo a una pareja de personas mayores que ven a unas niñas. Ellas deben ser las hijas de Casilda, están jugando con un hombre; debe ser el esposo de mi amiga. Es raro, veo fotos de todas las personas que están a mi alrededor, menos de la persona de la que, Casi, añora tanto. El hermano menor de esta familia. Casualmente, hay una habitación que está cerrada con llave. Es como si... le guardasen resentimiento a él. Pobre chico, seguro que daría lo que fuese por verlos de nuevo, especialmente las niñas.

—Bienvenida —pronuncia amablemente la señora—, soy Helena, la madre de Casilda. Ya veo que conoces a mi otro hijo y a su futura esposa.

—Por supuesto —extiendo la mano—, mucho gusto en conocerla.

Me imagino que Casi les dijo algo porque tiene mucho tacto conmigo, al igual que el padre... cuyo nombre es el mismo que el de su hijo. Las niñas se presentan como Elisa y Sofía. Noto que Alejandra tiene una pequeña barriguita, sonrío tristemente. Ya nunca podré ser madre...

[...]

—Aimée —me llama Casilda—, es hora de irse a dormir.

—Claro... —siento ganas de preguntarle sobre esa habitación cerrada, pero creo que eso no es de mi incumbencia, además... ya han tenido muchas atenciones conmigo como para que yo vaya averiguando cosas privadas.

Agradezco a la familia por su hospitalidad y me dispongo a irme a la habitación. Cuando paso por esa recámara, siento un escalofrío atravesar mi piel, como si... tuviese una conexión con ese lugar. Por otro lado... no dejo de pensarle, no puedo dejar de recordar su voz al escuchar que era yo quien llamaba. No quiero que se preocupen más por mí, todo estará mejor si me quedo lejos de ellos, a pesar de que los echo de menos a todos.

Me acuesto en la cama y cierro los ojos... pero ya me es imposible poder dormir con facilidad, él se robó hasta mi paz interior. Soy una mujer rota.

Siento que pasan las horas tan lentamente que hasta me parece una cruel agonía. Me giro para mirar un pequeño reloj despertador, que está en la mesilla de noche, y veo que son las dos de la mañana. Decido bajar a la cocina por un vaso de agua. Veo al fondo un pasillo, no me había percatado de eso hace unas horas.

Camino lentamente, conduce a unas escaleras y decido bajar, es otra puerta. Pero esta no está cerrada... entro y enciendo la luz... Es un sitio muy tranquilo, a pesar de que no sepa nada de música. Hay un piano, varias guitarras. Un sofá, un escritorio y una pequeña libreta.

Otra vez ese recuerdo... otra vez Pablo merodea por mis recuerdos. Es mejor que me vaya, no puedo estar aquí. Aunque... siento una conexión, como con esa habitación... me pregunto...

—¿Quién anda ahí?

Pasos De CeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora