Diecinueve

297 32 9
                                    

POV Pablo

—Ojalá pudiera felicitar a la señorita, pero creo que has dejado mi participación en secreto —comento mientras miro mi reloj— y yo tengo que irme.

—¿Qué? ¿No te vas a quedar en Madrid? Ya pensaba en ir a unas fiestas e invitarte, las chicas mueren por verte.

Sonrío débilmente, la verdad es que ya paso de ese mundo. El tiempo que estuve en India me hizo cambiar mis prioridades y sí, tendré que estar en alguna que otra, pero ya no será para refugiarme de los problemas. Eso se acabó.

—La verdad es que quiero resolver las cosas con mi familia y las fiestas a las que he ido últimamente no ayudaban a ello.

—Bueno es que tú...

—Lo sé, no me controlaba. Cuando regrese iremos a una, si quieres, pero seré un poco aburrido —suspira.

—Mejor una cena entre amigos aquí, será divertido —sonrío. Me levanto de la mesa para dirigirme a la salida, debo tomar el siguiente AVE para poder llegar antes del atardecer. Pero escucho la voz de mi amigo—. Dime una cosa, Pablo ¿Tu retiro en la India hizo posible ese cambio?

—Mmm... digamos que en parte, porque esa idea de cambiar fue gracias a una vieja amiga ¡Nos vemos pronto, José!

POV Aimeé

¡No puedo creerlo! Estoy saltando de la emoción mientras Marco me mira desde el almacén con una sonrisa. Me han aceptado para trabajar en este restaurante y con críticas muy buenas, incluso del juez secreto. Me hubiese gustado verlo y agradecerle por su opinión, pues José me envió sus felicitaciones y éxitos para mi carrera como chef.

Lo importante es que empezaré una nueva vida aquí, en Madrid.

—Sabía que podrías lograrlo, Aimeé.

—Muchas gracias, Marco. De no ser por ti quizás aún estaría en búsqueda de empleo.

—Al contrario, tienes un gran talento. Lástima que hayas vivido algo doloroso que te detuvo —se acerca a donde estoy y me mira a los ojos. Mi cuerpo se pone en estado alerta ante su cercanía.

—Marco...

—Lo siento, no quería...

—No te preocupes, es sólo mi mecanismo de defensa —suspiro—. Por más que desee no sentir esa sensación de pánico y desesperación, no puedo. He quedado marcada de por vida.

Me siento tan idiota. Estoy reiniciando mi vida y aún no puedo reconstruir los pedazos de la mujer que fui. Los Moreno fueron muy buenos conmigo y me recordaron que hay gente buena en el mundo. Pero los hombres como Daniel, me hacen sentirme insegura y desconfiada de todo.

Marco se ha alejado de mí, volviendo a poner casi la distancia inicial. No me gusta tener que vivir así, a lo mejor llame a Casilda para que me recomiende algún psicólogo de la ciudad.

—Está bien, sé que lo que has pasado debe ser muy fuerte, conozco un poco de tu historia porque me lo contó Cas. Así que, te apoyaré en lo que necesites; puedes contar conmigo.

—Muchas gracias... pero supongo que volverás a Málaga, allá tienes tu negocio.

—Sí, pero te aseguro que estaré viniendo a verte, no te voy a perder de vista tan fácilmente —esbozo una sonrisa. Esperamos a José, para que me indique sobre cuándo empiece a trabajar y esas cosas, para que luego mi amigo me lleve a mi departamento. 

Después de hablar unos minutos, Marco se despide de mí y me deja su número telefónico. Guardo el contacto y me dirijo al gran ventanal de la sala. Ya está empezando a atardecer y miro a las personas pasear por las veredas, parejas tomados de la mano; contándose secretos. El viento está un poco ausente, el sol dando a todo lo que da, pero eso no impide que la gente siga con su vida. Así como me gustaría recuperar la mía, quisiera poder recuperar esa confianza en mí, ser una mujer y poder amar libremente; que el miedo me deje en paz, sin embargo, creo que esto no hace más que empezar.

Málaga

POV Pablo

Mientras llegamos a la estación, mi cabeza sigue dudando sobre si fue buena idea venir a mi tierra, ni siquiera los paisajes maravillosos ni la vista del mar me logra tranquilizar. Salva espera en la estación y me llevará a casa, mis padres me están esperando y siento que los nervios me van a matar. 

Es increíble que haya rechazado una invitación a esas fiestas a las que iba antes. No pensé que tendría suficiente fuerza de voluntad. Supongo que ver las consecuencias de decisiones equivocadas, mediante Aimeé, me hizo cambiar o a la mejor es su recuerdo quien me da el empuje que necesito para seguir adelante. 

O tal vez soy un hombre que se quedó enganchado por una mujer que prefirió irse con alguien más y no darse cuenta de su realidad.

En este tiempo no he podido contactar a Lolo. Sé que está descansando y volver a hablar de ella nos pondría melancólicos. Así como estoy yo, mirando el hermoso paisaje que nos regala Málaga.

—¡Hermano! —escucho que exclaman a mis espaldas. Me giro y encuentro la sonrisa amable de la única persona que me apoyó hasta el final.

—¡Salva! —sonreímos, sin decir palabra alguna. Extiendo mi mano, esperando un saludo formal, y me encuentro con un fuerte abrazo. Mi vista se nubla y siento ganas de llorar.

La vida nos da muchas cosas, personas que son capaces de darnos una gran lección y que estarán para nosotros aún cuando sea los momentos más fuertes y dolorosos. Uno de ellos es mi hermano mayor, de no ser por él, y Aimeé, creo que nunca hubiera reaccionado y seguiría siento el mismo terco que echaba a perder su vida.

—¡Pero mira cómo has cambiado! —me suelta y mira a su alrededor— se me olvida que tenemos que ya eres artista; tenemos que irnos. La familia está esperando.

—Confieso que estoy muy nervioso, seguro papá me va a acabar. Recuerda lo que pasó la última vez.

—Tranquilo, eso ya fue hace mucho, deja tus miedos y vayamos al auto. Los peques están emocionados con tu regreso.

—Yo también estoy ansioso por ellos.

Miro la fachada de la que ha sido mi casa toda la vida. Siento que ha cambiado, en algo, porque se ve, de alguna manera, diferente.

La chica que rescató Casilda ha dejado su paso aquí. Hablaba mucho con mamá y con nuestra hermana; jugaba con los peques y la comida que preparaba era exquisita.

—¿Y tú?

—No, era como si nos tuviese miedo. Creo que ellas saben las razón y no los dijeron para no hacer que se sintiera incómoda. Estuvo varias semanas aquí y después se fue a Madrid.

—Entiendo —respiro profundamente— entremos ahora, antes que la cobardía empiece a ganar terreno.

Mi hermano asiente e introduce la llave en la cerradura. Escucho el crujir de la puerta, al abrirse, y su voz diciendo que ya estamos en casa, de repente tres pequeños corren por los pasillos. Todo esto pasa tan rápido por mis ojos que me siento aturdido, el corazón me está latiendo muy rápido y no sé qué hacer.

Lo primero que hago es recibir los abrazos de mis sobrinos, pues al final ellos no tienen la culpa de todo lo que pasó, tiempo atrás.

Segundos después, oigo el choque de ¿Tacones, quizá? Contra el suelo. Suelto un suspiro y miro a frente. Los tres me miran completamente serios y fríos. Los que, en algún punto de mi carrera, me dejaron y fue así como empecé a destruirme. Primero con Aitana y luego con los rastros de una relación infructuosa.

Me siento nuevamente como un pequeño a punto de ser regañado y aunque tengo el apoyo de Salva, esto es algo que tengo que resolver yo.

Por favor, Dios, dame fuerzas para enfrentar esto y que nadie salga herido. Ya no quiero lastimar más.

—Ha pasado mucho tiempo, Pablo —decido responder con el mismo tono frío que ha empleado ella.

—Demasiado, madre. Cuánto tiempo, padre. Supongo que todo ha cambiado aquí, hermana. 

No volveré a dar un paso atrás, es hora de enfrentar las cosas. Aquí y ahora.

Pasos De CeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora