Cincuenta y tres

279 25 12
                                    

POV Aimeé

¡Es Navidad!

Aunque mi navidad es incompleta sin Pablo. Tuve que pasar la nochebuena trabajando en el restaurante, a cambio de que José me diera el día siguiente y año nuevo. Significa que regresaré a Madrid el 26 de diciembre, temprano.

De la misma manera en que hoy parto a Málaga.

Cuando le comenté a Pablo sobre mis descansos, se entristeció y estaba aferrado a quedarse hasta vísperas de nochebuena en la ciudad. No se me hizo justo que no fuese a ver a su familia, por lo que tuve que convecerlo (bajo las sábanas) que haría todo lo posible para que me dieran Navidad.

Sin embargo, jamás se lo confirmé así que soy el milagro de hoy.

No he dejado de pensar en él durante éstos días. Nuestra primera semana como pareja, en todos los sentidos, la empezábamos en el sofá y terminábamos en la cama. Tenía que irme a rastras al trabajo porque dormía hasta tarde por hacer el amor con él.

Dice que soy adictiva y que jamás se saciará de mí. Jamás me había sentido tan dichosa como ahora. Dejando de lado lo sexual, el solo sentirlo a mi lado, escuchar los latidos de su corazón cuando me abrazo a él o que me diga a casa instante que me ama hace que esté más segura de lo nuestro y con ello sentirme más mujer.

Mientras me pierdo en mis pensamientos y miro el paisaje que me da el AVE, Casilda me espera en la estación. La ciudad no me trae malos recuerdos, pues nunca la vi; además es la ciudad que vio nacer a mi novio.

—¡Aimeé! —exclama Casilda y me abraza— ¡Qué alegría volver a verte! —se aleja, mirándome fijamente— ¡Wow! Te ves muy bien.

—Me siento plena —sonrío— no sé como que me liberé de un gran peso de encima.

—Claro... estás guapísima, radiante y feliz; se nota que el sexo hace maravillas en ti. Y aunque sé con quien es, mejor no me digas nada —ríe, ignorando que mi cara se ha puesto como un tomate.

Hablar de sexo con tu cuñada siempre es complicado, o al menos pienso eso.

—En fin, la fiesta terminó hasta tarde. Así que vas a encontrar la casa silenciosa. Y Pablo se despertará hasta mediodía.

—Perdón por haberte despertado tan temprano —miro mi reloj— apenas son las ocho y media.

—No importa, mi hermano me deberá un favor por traerle su regalo favorito de Navidad —me guiña el ojo. Nos vamos al estacionamiento y emprendemos rumbo a su casa.

Es cierto lo que dijo Casilda. Apenas se oye el sonido de las llaves porque todo está en silencio. Sin embargo, no hay muchos rastros de lo que pasó anoche. Supongo que Helena los obligó a recoger las cosas antes de irse a dormir.

Siempre admiré lo hermoso que es la casa. Durante el tiempo que estuve aquí sentí paz en todo momento. Ver a los niños jugar, hablar con Helena o admirar el trabajo de Casi, Salva y Salvador. Ahora todo será mejor pues Pablo está aquí.

Casilda ni se inmuta cuando subo las escaleras, sabe que lo único que quiero es verlo. Así que camino hacia su habitación y abro la puerta. Lleva una camiseta blanca manga corta, uno de sus brazos está bajo la almohada, el resto de su cuerpo está cubierto por el edredón.

Dejo la maleta a un lado y busco mi pijama, me cambio de ropa; al finalizar, me acuesto junto a él, colando mis manos en su abdomen.

—Aimeé —dice somnoliento— te extraño.

—Ya estoy aquí —beso su nuca. Lo escucho respirar lentamente y yo cierro los ojos.

Despierto, mi mano sigue en su torso. Traviesamente, deslizo mis dedos hasta su pecho y beso su nuca. Tal vez así logre  despertarlo.

—Pablo, mi amor, despierta que ya es tarde.

Lo único que consigo es que se voltee. Me pego a su cuerpo y beso sus labios. Ahora mis manos están en su espalda.

—Ya despierta —susurro. Aunque noto que hay algo más que está dando los buenos días— mmm... hasta en sueños me reconoces.

Sigo besándolo hasta lo escucho gruñir y abre los ojos. Sonrío.

—Estoy soñando —frota sus ojos.

—Pues yo creo que no, tu amigo está muy despierto —respondo. Me mira y sonríe.

—¡Amor! —me rodea con sus brazos— creí que no vendrías.

—¡Feliz navidad, cariño! —digo entre risas— quería darte una sorpresa.

Estampa sus labios contra los míos y se cuela en mi boca. Lo devora como si hubiese pasado meses sin vernos, mientras me coloco sobre él. Sus manos se pasean por mi cuerpo, dejando una línea de fuego a su paso.

—Te extrañaba tanto —comenta entre besos a mi cuello— me vuelves loco.

Me separo de él y me quito la blusa. Acaricia mi cintura; volviendo a besarme con pasión. Dejo que nuestros cuerpos actúen por sí solos y me hundo en él.

A pesar de que quería pasar más tiempo en la cama. Le tuve que aclarar que sólo estaría hoy en Málaga, así que a regañadientes se levanta y nos duchamos. Al bajar a la cocina, vemos a Helena cocinando junto a Casilda.

—Creo que iré a ayudarlas —sugiero.

—Mmmm... mejor ven conmigo, iremos a la playa. Ya las ayudarás en nochevieja.

—Pues lo mismo te digo, podemos ir en año nuevo a la playa. Además quiero ver a Terral —lo beso— anda, si quieres pasamos la noche abrazados y... haciendo cosas no aptas para menores —se ríe y me abraza.

—Vale, sólo porque te amo y quiero saber qué cosas haremos —susurra.

—Yo también te amo. No comas ansias, ya en la noche lo sabrás.

Me siento y voy hacia la cocina. De pronto, escuchamos que suena el timbre. Trato de soltarme de él, pero no me deja. Así que camino a cuestas hasta la entrada.

—Vas a asustar a la persona.

—No me importa, de todas maneras los vecinos me conocen.

—Si pero no es bonito que alguien se está colgando de mí —se ríe. Helena lo regaña, pero la ignora.

Así que no me queda de otra, abro la puerta y el alma se me cae a los pies cuando veo que es Marco. 

Pablo ni se inmuta, simplemente me pega más a su cuerpo. Marco me mira incómodo. Este es el momento que quería evitar, aunque sabe que no lo amo, es doloroso ver a esa persona con otro.

—Pensé que estarías aquí —dice triste— José me dijo que pasarías la Navidad aquí.

—Sí —respondo— ellos salvaron mi vida. Y sabes que yo amo a Pablo. Era normal que estuviera aquí.

—Y ya veo lo normal que estás con él.

—Marco... no.

—Déjalo, amor, no tienes que darle explicaciones.

—Nos podrías dejar a solas, me gustaría hablar en privado con ella —exige.

—Puedes hacerlo frente a mí —espeta— además, te dije que yo amo a Aimeé y que jamás le haría daño. La he respetado y esperado en todo el tiempo. Además ella te ha dicho que me ama ¿Por qué no aceptas que has perdido?

—¿Por qué no te callas? —Pablo me suelta y se pone frente a mí— al menos yo no tengo ex amantes rodeándote y pidiendo que vuelvan a repetir lo que...

No conoceré el resto de su discurso porque mi novio le ha dado un gancho en la quijada, partiendo su labio y tirándolo al suelo.

Veo los ojos de Marco llenos de furia. Llamo a quien sea para detener esto, mientras tanto, ambos empiezan a repartirse golpes.

No quería que la Navidad fuera así.

Pasos De CeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora