Veintitrés

324 33 8
                                    

Madrid

POV Aimeé

Un mes...

Le he dado mi palabra a Casilda de que veré a Pablo en ese tiempo y cada vez que pienso en ello, las piernas me tiemblan. Una voz en mi interior me dice que no es por miedo —a que le haga daño porque no puedo tolerar que los hombres me toquen o se acerquen demasiado a mí— al contrario, es porque desde que lo vi por primera vez, algo cambió en mí.

Y presiento que si lo veo nuevamente, mi mundo volverá a irse de cabeza.

El trabajo en el restaurante va muy bien. A pesar de que mi reticencia con mis compañeros, han comprendido mi situación; son amables y se comportan profesionales conmigo. Hemos hecho un gran equipo en la cocina, que se ha reflejado en las opiniones de los comensales. El jefe está más que contento.

Le he mandado mensajes periódicamente a Marco, lo considero como un gran amigo; le estoy muy agradecida por la oportunidad que me brindó trabajando en su restaurante y la oportunidad de laburar en uno de los mejores de Madrid. A veces me quedo hasta tarde hablando con él, es al único que puedo confiarle ciertas cosas de mi vida, está muy feliz por mis progresos por acá y dice que vendrá a visitarme en dos semanas.

También he empezado a ir a terapias con la psicóloga que Casi me recomendó, apenas llevo tres sesiones con ella. Tratamos cosas relacionadas con mi pasado, busca un vínculo entre ellos y el motivo por el cual me dejé llevar por un hombre como Daniel.

Y en ello... he recordado a mi madre.

Es curioso que mi relación familiar, posiblemente, me haya llevado a la situación que estoy viviendo. Que su falta de amor y compresión nos hayan llevado a esto, a que yo buscará el amor por todas partes y terminará en brazos de alguien tan cruel y despiadado. Esa sensación de arrepentimiento aparece, otra vez. Debí haber hecho caso a Ceci, a Lolo, a Pablo... y esos lamentos no desaparecerán, hasta que me encuentre en paz y pueda volver a dirigirles la palabra.

[...]

—Me parece una buena idea que Cas te haya recomendado a alguien para que saques, de una maldita vez, lo que llevas dentro. Eso envenena y no deja vivir en paz —comenta Marco.

Aprovechó que tiene que ver a unos proveedores para venir a Madrid antes de lo citado. Así que aquí estamos, comiendo pizza en la sala de mi casa. En realidad estamos sentados en la alfombra de la sala... estamos a una distancia prudente, a pesar de que es el único al que le tengo un alto grado de confianza no es lo suficiente, no al modo de... dormir en su pecho y escuchar su respiración, junto con los latidos de su corazón, no como esa noche con Pablo.

—Dice lo mismo, además... quiere que vea a su hermano menor.

—¿Pablo? —me mira sorprendido— ¿Estamos hablando del cantante Pablo Alborán? Pero si no se lleva bien con su familia, al menos eso era lo último que sabía.

—Cuando me habló, me dijo que él había regresado. Estaba muy cambiado, no reprochó ni discutió, simplemente había... hecho las paces. Ahora está en Los Ángeles, ha ido a grabar.

—Eso he escuchado —arqueo una ceja— ¡Hey! Yo también tengo contactos por algunos círculos, me conviene en mi negocio. Has cambiado mucho desde la primera vez que te vi, estás más alegre, tu tono de piel ha cambiado, a pesar de que tu mirada siga siendo algo triste, al menos puede sonreír.

—Gracias... —balbuceo—, me has subido el...

—Estás muy guapa —interrumpe—, cada vez más... no me hagas caso, sólo estoy admirándote. Espero que algún día pueda verte en tu total resplandor.

Pasos De CeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora