Cuarenta y cinco

221 25 2
                                    

POV Aimeé

Soy una torpe, esa es la única explicación que encuentro a lo que me pasó en el departamento de Pablo.

No debí irme así, después de todo, él me estaba halagando. Jamás me habían dicho tales palabras y mucho menos declararme que desean estar conmigo en todos los sentidos sin sonar chocante; al contrario, fue bello. La verdad es que no me había sentido incómoda con él, bueno, al menos podremos dormir juntos. Aunque el recuerdo de su toque, su calor...

—¡Aimeé! ¡Ensaladilla Rusa para la mesa 10! —exclama José, guardo mis pensamientos y me enfoco en la orden ¿Soy yo o hace calor?— ¿Estás bien? Te estoy hablando desde hace rato y no contestas.

—Lo siento, estaba algo... distraída.

—Ya veo ¿Quieres tomar tu descanso?

Lo único que he hecho después de regresar a casa, ha sido trabajar. Necesitaba dejar de pensar en lo que pasó entre él y yo esta mañana, sin mucho resultado ¿Cómo puedo relajarme si mi mente está recordando, una y otra vez, lo mismo?

—No, estoy bien. Sólo necesito más trabajo —respondo tajante, él, resignado, me da el resto de las órdenes que hay que entregar.

Mi horario ha terminado, José se ha negado a que me quede un ratito más y no me queda de otra más que volver a casa. Ahora que lo pienso, no me ha llamado en el día ¿Qué le ha pasado? Seguramente ha tomado a mal mi reacción ¡Rayos y centellas! Cuando parece que todo va bien, voy yo y lo arruino. Cada vez soy más tonta; no puedo platicar de esto con Marco porque preferiría que esto lo viviera con él. A Casilda ¡No, sería una locura! Mejor invito a Gabriela a cenar a mi casa.

—¿Qué pasa? —pregunta preocupada, con unas bolsas de comida que huelen delicioso. La dejo pasar y ella deja todo en el centro de mesa y arrastra los sillones hacia atrás. Le miro molesta por el desorden que está haciendo. Ella solo se encoje de hombros.

—No te enojes, es para estar más cómodas —me invita a sentarme, después de haber ido por platos. Mientras ella sirve sushi, le comento lo que pasó en la "cita". Incluso la reacción matutina de Pablo.

—¡No puedo creerlo! —dice entre risas— al menos no tendrías problemas con él en el plano sexual.

—¡Gabriela! —mis mejillas enrojecen. Le miro con todo el odio posible, en tanto, ella sigue carcajeándose.

—Vale... ¿Entonces cuál es el problema? Aimeé, él es paciente. Pero al final del día es un hombre, uno que es activo y saludable ¡Le gustas! Es obvio que te desee, que quiera estar contigo y eso es bueno. Han hecho, sin saberlo, una terapia de choque. Tal vez, sea el primer paso para tu recuperación... y me alegra que hayas tomado la iniciativa.

Continúa diciendo que tengo que intentarlo nuevamente, pero que lo deje al tiempo, pues, por ahora, mi mente está procesando esta nueva información, que Pablo no me haría daño y algo en mi interior reafirma esa sensación. Sé que con el paso del tiempo volveré a estar saludable.

Los días pasaron y las cosas entre Pablo y yo avanzan tranquilamente. Me ha platicado sobre los avances de su nuevo disco. Anteriormente me dijo sobre su periodo de grabación en Los Ángeles y las aventuras que tuvo, ahora me comenta que está feliz con el trabajo realizado por el equipo, pero no va a enseñarme las canciones porque será una sorpresa para mí. Debido a ello, nos hemos visto poco, además regresó unos días a Málaga para estar con su familia.

—El disco se llamará Terral —comenta feliz, un día que hablamos por teléfono— mi cuñada me ha dado la idea.

—Oh... Alejandra, dale saludos de mi parte.

Pasos De CeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora