Sesenta y uno

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Madrid

POV Pablo

No puedo dejar de pensar en lo ida que parecía Aimeé cuando nos despedimos. Ni siquiera me contó lo que soñó anoche pero algo me dice que tiene que ver con el pasado que tanto daño le ha hecho. Tuve que regresarme antes a la ciudad porque debo empezar los ensayos del tour, pero cuando regrese al departamento, por la noche, me tendrá que decir lo que sucedió.

Por otro lado, espero que Cecilia se mude lo más pronto posible, no quiero dejar a mi novia sola, no con ese maldito caminando libremente. Debo hablar con la policía para reabrir el caso, no puede quedar impune. Mientras tanto, Lolo no me ha dirigido la palabra, empiezo a dudar de si me perdonará por no comentarle que sabía del paradero de su prima.

Con perdón o no, debemos hablar sobre Daniel.

—¿Está todo bien? —preguntan, me giro y es Antonio quién me llama—. Estás ido desde hace rato.

—Lo siento, no sé en lo que estoy pensando.

—Tal vez necesitas un descanso ¡Chicos, un receso de diez minutos!

No sé por qué siento tanto miedo. Casi no puedo estar quieto, estoy pendiente al teléfono para que Cecilia me avise que han llegado al departamento. Creo que Lolo se ha dado cuenta de mi comportamiento.

—¿Qué te pasa, Pablo? Estás muy ansioso desde que llegamos.

—Aimeé tuvo una pesadilla y no me ha dicho sobre qué, pero casi estoy seguro que se trata de Daniel —suspiro— hace mucho tiempo que no padecía de esto. Además no sabemos dónde está ese infeliz.

—Lo sé, no sé si podríamos reabrir la investigación, con el testimonio de Aimeé.

—Lo que temo es que ella no se atreva a declarar, si sigue teniendo esas pesadillas.

A veces pienso que aún no terminan de sanar sus heridas, a pesar de los pasos que hemos avanzado. Y no es que esté mal, pero me duele que lo oculte. Incluso estoy pensando en llevármela al tour por América. Tal vez lo que necesita es poner tierra de por medio y, lamentablemente, son dos meses que estaríamos separados; no me gustaría dejarla en tales circunstancias.

No sé qué más decirle a Lolo, cuando yo apenas puedo pensar en denuncias. Lo que me preocupa es protegerla. Pero por el momento no puedo hacer nada, hasta que me cuente su sueño.

POV Aimeé

Sé que Pablo no sé creyó el cuento de que estoy bien, estoy segura que está preocupado por mí. Pero ni yo misma puedo descifrar el motivo de esa pesadilla. Le platiqué a Cecilia y piensa que es alguna premonición, lo cual me aterra. No quiero volver a hundirme, ni separarme de mi novio. Tienen que encontrar a ese maldito.

Mi prima se queda maravillada con el departamento en el que vivo. Voy inmediatamente a mi habitación para recoger mi ropa y otras cosas. Creo que me sentiré más segura si, a partir de esa noche, viviré con él.

—Tienes que contarle a Pablo, no puedes dejarlo a un lado —sentencia.

—Lo sé, se lo diré está noche. No quiero que se presione, al menos por hoy.

—Ya debe estar así, tienes la cara pálida, ha notado que algo soñaste; es consciente de que no estarás en paz hasta que ese hombre esté tras las rejas.

—Tengo miedo, Ceci —musito—, no quiero que esto se esfume y regrese a la pesadilla.

Suspira y me mira compasiva, entiende mis temores. Trato de distraerme continuado con la mudanza, le aviso a mi novio que estoy llegando a su departamento. Cuando llego a mi nuevo hogar, le llamo a Gabriela para platicar un poco de lo que me está sucediendo, además muero por presentarle a mi prima.

Hasta mañana empezaré a trabajar con normalidad, así que decidí preparar lasaña para cenar cuando Pablo regrese. Mientras se hornea, recorro el departamento. Pienso en cómo voy a decirle mi pesadilla, sin alarmarlo. Lo que menos quiero es que se vaya de gira y no rinda al cien por ciento a causa mía.

Observo el armario de la habitación principal, me gusta que mi ropa esté junto a la suya. Me relaja pensar en el futuro que ambos soñamos y en la manera que me cuida, me entiende, en su paciencia, en sus miradas llenas de amor; su modo de quererme, tan pasional y tierno. De repente, mis malas sensaciones desaparecen, como si todo esto que he vivido a su lado fuese un talismán. Es casi increíble lo bien que me hace amarlo.

—¿Todo bien? —pregunta cuando terminamos de cenar. Tomo su mano y entrelazo mis dedos con los suyos.

—Lamento haberte alterado anoche.

—No te preocupes por eso, lo que quiero saber es si algo de esa pesadilla te está afectando. Sabes que puedes decirme lo que sea, además no puedo concentrarme si tú...

—Volví a soñar con Daniel —interrumpo. Su mirada denota sorpresa y pasa a la ira cuando cuento lo ocurrido.

Se levanta de su lugar y se pone a un lado para estrecharme entre sus brazos. Le duele imaginarlo, apenas pudo contenerse cuando relaté mi calvario antes de que su hermana me encontrara.

—Vente conmigo, no quiero que te quedes sola aquí y...

—No quiero molestar, Pablo. Tal vez en otro momento, pero sería raro que me llevaras de tour cuando no tenemos ni seis meses de novios. Cecilia se mudará este fin de semana —enmarco su rostro y mis dedos se deslizan por la barba— no quiero que temas.

—No quiero que te vuelva a hacer daño, no te dejes hundir por esos sueños —musita.

—Tu amor me vuelve fuerte —replico estampando mis labios contra los suyos.

Esa noche no tuve alguna pesadilla, tal vez sea porque estar entre sus brazos y en su cama me relaje... o el delicioso masaje que hizo. Aunque tengo miedo, no permito demostrarlo porque quiero que se sienta confiado en mí. Le he pedido a José que no me deje en los horarios nocturnos, sabiendo ya mi pasado, aceptó. Pablo continuó con sus ensayos; regresaba a casa ansioso y feliz por cada avance además de enseñarme los mensajes que dejan su familia en redes sociales.

Finalmente, llegó el fin de semana.

Recibí a Cecilia en la estación, solo trae un par de maletas, lo cual me extraña, sabiendo que ella es acumuladora. Mi novio deseaba darle la bienvenida, pero lo llamaron para una reunión de emergencia, pero me dejó el automóvil.

—Me costó decidirme con la ropa, lo demás se quedó y bueno, decidí arrendar el departamento. He recibido un par de llamadas.

—Vaya milagro, debo decirlo, pero me alegro. Qué ganas de invitarte al restaurante.

—¡Ven, de vez en cuando, a cocinarme!

—Te enseñaré a cocinar, sino cobraré mi servicio de catering —advierto bromista y ambas empezamos a reír.

Llegamos al estacionamiento del edificio y la ayudo a bajar las maletas. Un escalofrío recorre mi cuerpo, como si sintiera que alguien la observa, volteo a ver, a todos lados, pero no hay nadie. Solo soñé una vez y ya me estoy volviendo paranoica.

Llevamos las cosas hacia el elevador, pero la sensación sigue sin irse, mientras se cierran las puertas y escucho a mi prima, veo un cuerpo.Siento que el aire me falta. Cecilia me llama, pero no presto atención... no es posible, estoy alucinando, pero no es así.

Él me ha encontrado.

Pasos De CeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora