Capítulo 5

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———Desastre Tianchester ———

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Desastre Tianchester
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Era absurdo su plan, Mike lo sabía, pero no había marcha atrás. Ya se encontraba semidesnudo, con la mochila sobre la espalda, sus sandalias puestas y en una de sus manos sosteniendo una bolsa de plástico con el celular dentro a 29% de batería. A simple vista parecía un auténtico vagabundo, conservando un poco de clase con las llamativas sandalias purpura y ese peinado despreocupado con los lentes oscuros puestos sobre su cabello. Cuando dijo que se imaginaría en la playa, habló en serio.

     —Puedo hacerlo —se repetía, Mike.

Le preocupaba una sola cosa, si lo que Elizabeth planeó no salía como esperaba tendrían que ideárselas para huir de la casa, correr con la toalla en la cintura no le parecía buena idea, era correcto que le gustaba presumir sus característicos y envidiables calzoncillos de patitos, pero no tiene intenciones que mientras corra, se le caiga la toalla. Sacudió la cabeza, eliminando su preocupación. No pasaría.
     
     —Podemos hacerlo. —Le corrigió Elizabeth.

Al igual que Mike, ella traía su celular consigo; a diferencia de él, con la batería del celular muy decorosa. La blusa blanca con estampados de flores en el centro y una sábana lo suficientemente larga como una falda, le hacían parecer una mujer de la época de las civilizaciones antiguas de México. Esperada aparentar ante ellos o algo por el estilo, ya no estaba tan segura de que era lo que hacía, y no lo admitiría ante Mike. Se suponía que ella es la que resuelve los problemas en casa y salva su trasero con una solución más sensata que él, pero no estaba preparada para encontrar solución a algo así.

¡Por el amor de Dios!, unos cavernícolas intentaban entrar a su casa y lo más parecido que ha vivido, es al cartero intentando entrar a su casa para entregarle las cartas personalmente y no por la rendija como al resto de sus vecinos. En todo caso, fue Mike quien actuó contra el cartero al hacerle caer en sus jugarretas para después recordarle el sitio donde poner las cartas. Y ahora no actuaba él.     

     —Me veo horrendo —se observó así mismo—, casi puedo sentirme feo.
 
     —Más ya no se puede, Mike —se burló.

     — ¡Oye, no te pases! —Se hizo el ofendido—, siempre te encanté así. Feo y con pésimo gusto en los trajes de bajo según tú. ¿Te parezco un poco bonito al menos? —Sin importarle las circunstancias en las que estaban, le sonrió seductoramente.

     —Señor Mike Tianchester, te recuerdo que estamos en trámites de separación y lo primordial es hacerlo de forma civilizada, así que no me obligues a corromper esa regla y ahórrate tus miraditas de perro dolido. —Así como apareció su sonrisa de la misma forma se disipó.

     —No es como si estuviésemos casados —murmuró—, no hay trámites, solo separación y listo. Perdóname por mostrarte mi sonrisa de perro dolido, supongo que tendré que mostrárselo a alguien más, como a Diana… por ejemplo. —La miró de reojo para ver si habría alguna reacción ante sus palabras.

Querida, no soy infantil 1 Y 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora