Capítulo 21

478 84 18
                                    

———
Hablemos sin el sartén
———

Casi tropezó al bajar de su auto; últimamente se volvía más torpe. Culpaba a los nervios, y más ahora que Claudia posiblemente esté estrangulando a Diana. Vio la puerta de la camioneta de su hermana abierta, ella ya se encontraba dentro. Justo hoy se lamentaba llevarla llevado a su casa para que conociera a una más de sus amigas.

Tan solo poner un paso dentro de la pequeña y acogedora casa escuchó los gritos de ambas mujeres.

     — ¡Despreciable mujer! —Esa era la poderosa voz de Claudia—, ¡Te odio, odio lo que le hiciste a esa bella pareja!

     —Mira muchachita, no pienso permitirte un insulto más en mi propia casa, ni mucho menos, falsas acusaciones. —Su tarde ya era mala, ahora con una verdulera ofendiéndole colmó su paciencia. 

     — ¡¿Te haces la ofendida?! —Mike caminó con decisión hacia Claudia—. ¡Tú no tienes nombre, te le ofreciste a mi hermano y el muy tonto no se negó!, agg yo juro que te mato en este instante, ¡Vas a saber cómo…!

Mike la rodeó con sus brazos evitando que Claudia se le acercase demasiado.

     —Hermanita por el amor de Dios, esto no es propio de ti —creía que sería fácil detenerla, pero al parecer su hermana se las había ideado para obtener más fuerza. Pataleó, golpeó los brazos de Mike intentando salir de su agarre—. ¡Deja de darme guerra, estás haciendo el ridículo!

     — ¡Frente a esta tipa, poco me interesa cómo me comporto! —Frustrada, dejó de luchar—. Bien Mike, ya entendí, suéltame por favor.

     — ¡No la sueltes, dejarás libre a una asesina parlante en potencia!

Mike la ignoró por completo y se concentró en su hermana. 

     — ¿Hablas en serio? —Elevó la ceja izquierda incrédulo.

     —Que sí, anda, ya me aplaqué. —Asintió confiando en la palabra de su hermana y aflojó su agarre, dejándola libre.

Su sonrisa se agrandó al ver que Diana la miraba con terror y comenzaba a correr.

     — ¡Ven aquí! —Corrió tras ella.

Diana corrió o al menos lo intentó; los tacones de diez centímetros no estaban para esos trotes. Al intentar dirigirse a la cocina, su sirvienta se cruzó en el camino.

     —Señorita, que…

     —A un lado Luisa, que me va a matar. —Se pegó a la pared, permitiéndole el paso a Diana.

     — ¡Virgen santa, pero que pasa con esta juventud de ahora! —Claudia pasó en ese instante. Llevó la palma de su mano a su pecho, ¡qué susto!, aquella desconocida parecía poseída—, ¡Esa mujer va hacia mi niña!

     —Y yo voy a detenerla — ¡Doble susto!, la sirvienta desfalleció—. ¡¿Desde cuándo me mientes, Claudia?! ¡No cometas una locura!

     — ¡Desde que me enteré de tus actos! —Su grito era lejano, y eso lo alarmó, le llevaba ventaja.

Se apresuró a alcanzarlas, pero pronto redujo el paso al ver a Claudia golpeando con un sartén una de las puertas de la cocina. Para su suerte, Diana se encerró en la gran alacena.

     — ¡Más vale que salgas de ahí! —Intentó girar la perilla—, ¡Así pase horas, aquí estaré! ¡Tarde o temprano saldrás! ¡Querrás ir al baño o comer, sé que lo harás!

     — ¡Estoy en una alacena, tengo todo para comer, no saldré! —Miró a su alrededor, ¡Comida y más comida!, pero no un baño. Estaba perdida con esa mujer fuera de si—. ¡Mike, saca a tu hermana de mi casa!

¿Cómo calmar a su histérica hermana ahora con un sartén en sus manos?, se encaminó al refrigerador, lo abrió y observando su contenido, sonrió al encontrar un paquete de danonino. Sacó el paquete completo colocándolo en la mesa metálica, tomó del centro de ella una cuchara y abrió el primer danonino.

     —Claudia, baja eso —habló con la cuchara en la boca. Soltó un gemido de satisfacción al degustar su sabor—. Te puedes arrepentir.

     —De eso nada. Yo vine aquí a soltarle sus verdades, y no pienso irme hasta no acabar. —Dio una patada a la puerta, sobresaltando a Diana.

     — ¿Y con un sartén en tus manos? —Metió otra cucharada en su boca. En momentos como estos, pensar en una solución ameritaba comer—. ¡Adoro su sabor!     

     — ¡No Mike, espero que no te estés comiendo lo que creo! —La última vez, terminó comiéndose ocho danoninos durante toda su terapia de desahogo. Temía que de nuevo lo esté haciendo, ¡Esa era su frase cuando disfrutaba el sabor del danonino!

     —Perdona, me he comido sólo uno —suspiró. Relamió sus labios. Se acercó con cautela a Claudia y dijo en tono serio—: Bien hermanita, esto ya ha llegado muy lejos, debes disculparte con Diana ahora mismo.

Lo observó indignada, ¿Una disculpa?

     —No niño, eso no pasará.

     —Por última vez: vas a lamentar el escándalo de hoy. Y si no te disculpas ahora, yo mismo me encargaré de contarle a tu recién estrenado esposo el ridículo que hiciste. —Era una promesa, y conociendo a su hermano, la cumpliría.

     —No lo haré, es ella la que debería pedir una disculpa a Elizabeth y a mí también. —se puso en guardia de nuevo, apretando el sartén en sus manos y volviendo su vista a la puerta.      

Se encogió de hombros. Sin prisa se recargó en la mesa cruzando los brazos sobre su pecho.

     —Lorena la hermana de Diana, es la supuesta amante —el sartén cayó al suelo. Mike sonrió, se imaginó a sus padres y cuñado romper a carcajadas cuando les contara lo que su hermana hizo—. Bueno, realmente nunca existió una amante.

     — ¿Cómo dices? —Diana deseaba volver a escuchar la anécdota de Mike. Se apresuró a buscar entre la comida unas papas fritas, al encontrarlas, se tumbó al suelo.

     —Estas a tiempo de pedir disculpas. —Le dio la oportunidad.

     — ¡Explícame que está pasando! —Cada vez entendía menos.

Querida, no soy infantil 1 Y 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora