32. Deja mi mano

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No es como si no se sintiera mal por su amigo, pero a pesar de la situación que estaban pasando los Tianchester, él no desaprovechaba cada oportunidad para acercarse a Darío, quien ha estado tentando en propinarle un par de bofetadas y pedirle que se marche.

     —Con un demonio Víctor, fuera de aquí. —Suspiró, cansado de que lo siguiera a todas partes, se sentía como si fuera el perro y Víctor la pulga.

     —Pero si no estoy haciendo nada malo —excusó, por su cercana cercanía.

     — ¿Quieres comportarte como el adulto de treinta y dos años que eres, Víctor? —como le jodia ahora tenerlo tan cerca, hace menos de diez minutos se pegó a él por miedo, pero ahora, no había un loco hermano disparando al techo que lo asustara.

El aludido arrugó la frente, negando con la cabeza un par de veces.

     —Me estoy comportando como uno.

     —Eso es lo que piensas —bufó, ofreciéndole un vaso de agua natural, a lo que se dijo, lo hacía por obligación que por cortesía—. Y dime, ¿Qué se supone pasará ahora?

     —Antes que nada, vamos a ser novios, después comprometernos, casarnos, comprar una casa y después ya veremos —propuso feliz, bebiendo de su agua.

     —Si serás idiota, yo no preguntaba por eso —no hacía más que decir locuras, que conseguían enrojecerle el rostro—. En serio, debes irte ya que me estás haciendo enojar.

Se alejó a paso apresurado hasta posicionarse a lado de su hermano, se sentó en el suelo, parecía perdido, después de que la infiel de su esposa se hubo marchado arrojó todo a su paso, dio pataletas como un niño pequeño haciendo berrinche y sin poder evitarlo lloró por lo que frente a sus ojos no pudo ver. Palmeó su hombro, avisándole que estaba a su lado, apoyándolo, como un hermano debía hacer.

     —D-Debiste conocerla mejor, se casaron apresuradamente, no sabían lo que hacían —palabras ciertas, todo fue muy rápido, debió esperar más y no dejarse guiar por un absurdo sueño—. Yo pensé que terminarías casado con Elizabeth, esa mujer me cayó de maravilla cuando la llevaste con nuestros padres la primera vez. Si nos ponemos a pensar, ahora mismo esos tres remolinos de hijos que tienes, Elizabeth y tú, estarían haciendo una burrada en alguna parte de la casa, conociéndola como es estaría tramándote una pesada broma y conspirando con Anna para que caigas. ¡Imagínalo! —Mike sonrió con esfuerzo—. Esto no es más una cascara de plátano que hay que tirar a la basura. Te pondrás de pie y te concentraras en los otros plátanos verdes que hay adelante y continuarás con tu vida.

     — ¿Todo es plátano ahora? —cuestionó, soltando una risilla.

     —Es que solo así me haces caso. A mí me animan las ranas y si te hablo de ellas sentirás asco y menos querrás ponerte de pie.

En silencio, Víctor se unió, tomando la mano de Darío.

     —Deja mi mano. —susurró, tirando de su mano.

     —No, no lo haré porque seremos novios —susurró, procurando que su amigo no lo escuchara.

     —Pero si serás sordo, tú y yo no tenemos nada. —habló fuerte alertando a su hermano de lo que ocurría.

La mirada de él fue de sorpresa al pillarlos tomados de la mano, después confusión y al final sonrió débilmente.

     —Será mejor que sueltes a mi hermano, yo no he dado el visto bueno y no le caes bien, aún queda una bala dentro de la escopeta, tú decides si obedecer o negarte. —no hablaba en serio, aquel par se traía algo y aunque su hermano menor lo negara tenían algo. Lo mejor de todo es que si Víctor le rompía el corazón y siendo varón, no dudaría en molerlo a golpes.

Temeroso, soltó la mano de Darío.

     —Bien… listo.

     — ¡Y tú confiado en que tienes las de ganar con mi hermano! —le señaló soltando una carcajada. 

     — ¡¿Eso dijo?! —levantó la mano hecha puño.

     — ¿Qué? ¡C-Claro que no! —tartamudeó Víctor.

     —De hecho la tiene. —sonrió, bajando la mano ante la mirada boquiabierta de su hermano.

     —Mike… no… óyeme no.      

Querida, no soy infantil 1 Y 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora