Cuarenta y siete minutos más tarde aproximadamente.
—Parece que está más robustito como tú, ¿no lo crees? —le susurró a su hermano Mike.
Le miró indignado y ofendido, él no era una persona robusta, estaba en forma y tratando de bajar panza, pero eso era algo que no admitiría a su hermano.
—Por qué no te miras tú primero y te lo preguntas —lo codeó, provocando un quejido de parte de Darío—. No me compares con ese desperdicio y vergüenza para verdaderos hombres como nosotros, no ha hecho más que dejar a los hombres como unos infieles.
Asintió, estando de acuerdo con él. ¡Una vergüenza total!
— ¿Con verdaderos hombres, a que te refieres? —llevó la mano derecha a su barbilla, poniéndose pensativo—. Hombres, así hombres.
No iba a entrar a ese tema ahora, no tenía nada que ver con que estén mirando molestos a Juan; aún marido de Elizabeth y el culpable de que continúe en los separos.
—Deja de decir tonterías —le regañó su hermano—. Tonto creído, infiel, poco hombre, animal rastrero de las peores cloacas de hay en Jalisco. ¡Una escoria, pues!
A Darío se le escapó una risotada, llamando la atención de varios guardias.
— ¡No se sabe la canción de paquita la del barrio, no puede ser! —le señaló aun riendo. No tardó en dejar de reír al sentir los efectos de la resaca, debía plantearse empezar a beber solo con medida, tal cual aconsejaban los comerciales de la cerveza corona—. ¡Uh! Y te haces llamar mexicano. La canción es así: rata inmunda, animal rastrero, escoria de la vida... ¿A que es verdad?
—Soy mexicano, aunque le pese pariente, y no me vengas con esa canción que no intentaba cantarla —hablaba sin mirarle. Su vista se encontraba en los documentos y el bolígrafo que sostenía Juan, ahora mismo, firmaba los documentos donde retiraría los cargos contra Elizabeth; al parecer sin más, encontró esa forma para recuperar lo que según él es suyo y no de su esposa. En su inició se negó a hacerlo, Mike no le quedó de otra y ofreció cierta cantidad de dinero, prometiendo dárselo en cuanto viera a Elizabeth fuera de esa celda como le aseguró a su hermano menor hacerlo—. Deja de molestar. Mira, parece que Juan ha cumplido con lo que acordamos, va a liberarla.
Darío hizo lo que su hermano pidió y prestó atención, Juan en ese entonces les mostraba sonriente los documentos firmados. Dentro de poco podría mandar a casa a Elizabeth sabiendo que está a salvo, mientras va con su hermano a recuperar a sus sobrinos.
—Gracias, con esto no te iras al más allá desnudo, no señor... te iras con tus queridos calzoncillos de gallitos. Eres un amor, ¿Qué puedo hacer para no quedarme en deuda contigo? —Los oficiales que alcanzaron a escucharlo intentaron reprimir sus carcajadas.
Su hermano le dedicó una mirada de odio.—Deja de ponerme en ridículo, ¿O deseas que le diga a nuestra querida hermana mayor que el pequeñín de los Tianchester tiene serios problemas con la bebida y, que no conforme con ello llamó a su antigua cuñada para que lo rescatara, ¡oh! y la mejor parte, le quitaron a sus sobrinos porque pensaron que eran robados? —Mike llevó las manos a su cabello, tirando con fuerza gran parte de sus mechones castaño claro. No podría volverse loco, corría el riesgo que ahora fuera él quien terminara en una celda—. Te llevaré a alcohólicos anónimos Albín, esto no, escúchame bien NO puede seguir saliéndose de control.
El menor de los Tianchester no sabía con exactitud qué decir, abría y cerraba la boca sin encontrar argumentos convincentes para defenderse de tal acusación. Su hermano le dio la espalda y se alejó a un lugar más apartado, sentándose en una de las sillas libres. Juan presenciando el "pequeño" reclamo, se aproximó a Darío.
—Parece que el roba esposas tiene problemas —sonrió, divertido por todo lo que sucedía—, quién lo diría, los dos hermanos escuderos de mi amada Beth.
—Y el infiel de su esposo, frente mío —habló con voz dura—. Ahora mismo me caes súper gordo y Mike te odia.
A Juan se le amplió la sonrisa.
—Lo sé, y aun así tuvo que pagarme para que dejaran libre a Beth. Toma, dale esto a Mike como recuerdo, dile que espero mis catorce mil pesos mañana, sin excusas y en esta dirección —pegó a su pecho varios documentos incluyendo una hoja blanca tamaño carta con la dirección escrita en ella—. Luego nos vemos.
Salió tranquilamente silbando en un tono bajo. Hasta que se hubo perdido, caminó con cautela hacia Mike, analizándolo, intentando saber si continuaba molesto.
—No voy a morderte Darío, deja de caminar paso a pasito —le alegró saber que su enojo disminuyó. Rápidamente se sentó a su lado.
— ¿De verdad me llevarás a alcohólicos anónimos? —Preguntó ojeando los documentos donde se comprobaba que los cargos fueron retirados, le tendió la hoja blanca a su hermano.
—Bueno... —revisó la hoja solo para después doblarla hasta hacerla en un pequeño cuadro y la guardó en su bolsillo—, si es necesario lo haré.
—No puedes hacerlo, yo soy un alcohólico reconocido; no te pases al dejarme en el anonimato —bromeó, haciendo a Mike sonreír—. Sé que soy una piedra en el trasero Mike, un gran dolor de cabeza en ocasiones, un niñato infantil, pero es lo que soy, un infantil que tiene al mejor hermano que lo salva de broncas como estas y bueno... tuve una noche difícil y la única forma que encontré para huir de una verdad fue bebiendo.
—Cualquier verdad que sea, solo la olvidaste en lo que duró el efecto del alcohol. Lo que sea que te puso así, seguirá allí —abrazó a su hermano, olvidando su discusión por completo.
—Y es lo que más me preocupa —susurró.
—Cositas de hombres, ¡son tan adorables! —Elizabeth corrió a unirse al abrazo, golpeando su frente con la de Mike—, ¡oh! Lo siento, lo siento, no quería.
—Eso ha dolido, cabezona. —se quejó, masajeando su frente.
—Silencio, disfrutemos del abrazo —pidió Darío, abrazando más a su hermano y Elizabeth abrazándolos—. Eso está mejor.
—Soy la peor madre número dos Mike, perdóname por lo que hice, sabía que estaba mal... y tu hermano me preocupó, es un gran amigo, debía salvar su apestoso trasero. —A Mike le agradó escuchar decirle amigo a Darío.
—Escuché eso, Elizabeth.
—Por eso lo dije en voz alta bobo —Darío suspiró al escucharla decirlo—. Y gracias por sacarme Mike, no lo merezco, pero gracias.
—Lo no mereces —concordó—. Pero hay razones por las que no quiero que te ocurra algo aquí y mucho menos si terminas en la cárcel. Sólo promete no meterte en problemas por culpa de algún hombre.
— ¡Uff!, habrá que ver si se puede, ahora mismo estoy con dos Tianchester que no hacen más que servir de imán atrayendo solo problemas. —Rio, separándose del abrazo.
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Espero les haya gustado, seguiré escribiendo esta historia hasta avanzarla lo suficiente y continuar con los encantos de Andrés.
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Querida, no soy infantil 1 Y 2
HumorPrimera obra y segunda de la trilogía infantil ....... Aviso: •Obra completa •Adultos comportándose como niños. •Los lugares y épocas de los sucesos no coinciden; fueron escritas intencionalmente. •Final y trama diferente. •Escena...