Capítulo 4

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———El trauma de Elizabeth———

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El trauma de Elizabeth
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Y ahí estaban, quietos, confundidos, intercambiando miradas de pánico, todo a su vez. Mike tenía ganas de reír, le parecía una broma lo que pasaba, pero se retractó al ver que el grupo vestidos con taparrabos no parecían bromear. Se dejó caer en la puerta hasta que su trasero tocó el suelo, ¿Qué clase de locura está viviendo ahora?
   
     — ¡Tú, salir de choza! —Exigió uno de ellos, golpeando con insistencia la puerta, sacudiendo a Mike.

     —Es ese retrasado de nuevo. —Comentó, agotado de escuchar la misma frase pidiendo que salieran.

Elizabeth desde el sofá le miró seria, no era el taparrabos que él llamaba retrasado quien gritó esta vez y no le apetecía aclararle eso al torpe de Mike.

     —No hables, gallina. —refunfuñó. ¿Cómo es que Mike se le ocurrió correr tras ella y no quedarse a defenderla? Aunque no quisiese aceptarlo, sabía que hizo lo correcto. Pero aun así, Mike era un completo cobarde, tuvo la esperanza de que actuase como un mítico caballero protegiendo a su amada, sin embargo no hay caballero y no hay amada, solo una adulta y casi medio adulto huyendo de los taparrabos.

     — ¿Ahora así me llamarás? Primero taxista, tonto, tilico y finalmente gallina —sonrió—. Y sí, soy un astuto gallito con gran cerebro de pollo que pensó en salvar su delgaducho cuerpo, y no terminar siendo la cena de esos cavernícolas.

     —Sólo falta que seas más descriptivo con tu nuevo apodo. —rodó los ojos.

Mike, con una gran sonrisa en los labios, añadió: 

     —Agite las manos cuando corrí, eso es como agitar las alas, ¿No? —Elizabeth comenzó a reír—. La cresta del gallo es como mi peinado —continuó, señalándose su cabello—, y ni hablar de la astucia, espera… eso ya lo he dicho.

     —Ya Mike, no empieces con tus tonterías. —Se cubrió la boca intentando reprimir una carcajada—. Tonto infantil, no haces más que hacer reír en momentos tan… feos.

     —Mira querida, no soy infantil. Soy un adulto en todo lo ancho de la palabra, aunque te pese. —le sacó la lengua como todo niño pequeño cuando salía victorioso de algo en el deberían castigarle.

     —El burro hablando de orejas. —bufó. 

Sin duda sólo Mike podía convertir sus insultos en un tema divertido. Y Mike sabía que su inusual sentido del humor provocaba que sonriera de esa forma y lo disfrutaba, aun cuando sus vidas se encuentran en manos de un grupo de civilización desconocida.

     — ¿Tu entiendes que está pasando? —Preguntó Mike, tiempo después.

     —No, sólo sé lo que tú: Hombres con taparrabos corriendo tras nosotros. —Ella únicamente deseaba ir de compras, y no ver fuera de su casa a hombres que parecían ser sacados de alguna película de la que jamás se enteró.

Querida, no soy infantil 1 Y 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora