25. Incógnito

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Albín Darío

Pasear por el centro comercial es divertido, si muy divertido, y más aún cuando vas de incognito. No pensaba que esto fuera de nervios, pero cuando he visto a guardias de seguridad por los alrededores me dije: Darío, hasta aquí llegamos. Sin embargo son paranoias mías, nadie se fija en un hombre vestido con ropas simples, unos lentes oscuros, una bufanda que a pesar del calor que hace la tengo enredada al cuello y mi sombrero de paja que le pedí prestado a la suegrita, ¿Qué si me veo ridículo? Oh no, según los reflejos de las vitrinas me veo súper exótico.

Esta vez vine solito a surtir la despensa, supuse mis sobrinos me complicarían más mi trabajo, y aun así no puedo avanzar con cinco y seis bolsas en cada mano, tomo asiento siempre que encuentro alguna banca libre o algo en que pueda recargarme, algunos me miran y sonríen, otros me giñan el ojo, ¿Es que se burlan de mi cansancio?

Parece que estos trapos no hacen más que ponerme como centro de atención. Sigo mi camino sin prestar atención a las miradas; deben sospechar quien soy o se burlan de mí, me rindo… La próxima vez vendrá Laura.

     —Pero insistías que no eres de los míos —suelto un grito de mujer loca como cuando abres por error el baño de mujeres, tirando mis bolsas al suelo—. Oh, como lo siento, te ayudo a levantarlos.

Me da las bolsas y se las arrebato de un solo jalón.

     —Fuera de mi camino —paso sobre él, golpeando su hombro—. No puedo creerlo, te me apareces de nuevo de la nada, esto no es normal.

Sé que no estoy hablando solo porque escucho sus pasos detrás de mí.

     —Es el destino Darío, nos restriega que estamos hechos el uno para el otro —me rio de sus palabras.

     —Si como no, mis calzones camarada, que yo no me trago esas tonterías — ¿Destino? Esto parece una maldición, alguien debió lanzarme un embrujo arrogándome a un gay en mi camino tranquilo de la vida. Vuelve a insistir sobre que los astros se unieron, cosas a nuestro favor y más patrañas, que me obligan a pararme de golpe—. Con un demonio…

En un par de segundos mi boca queda estampada en el suelo y setenta kilos o más sobre mí, ¿pero éste como puede pesar tanto? Rápidamente se aparta y pide—por segunda vez—disculpas.

     — ¡Quítate elefante! Baja unos kilos, ¿Quieres? —Me paro con rapidez, muerto de vergüenza por todas esas personas observándonos. En la caída perdí mi sombrero, en cuanto lo veo a lado mío, me lo estampo en la cabeza de golpe—. Ves que me detengo y tú de muy tonto te vas sobre mí, ya te dije, ¡fuera de mi camino! —tomo las cosas con cuidado, espero no haya roto nada con la caída.

     —Dime a la cara que no hay tensión sexual entre nosotros, que no hay esa pequeña corriente eléctrica que todos dicen cuando se gustan. —es una piedra en el trasero, no me desharé de él tan fácil.

En mis veinticinco años no me había enfrentado a algo así, ningún gay alguna vez anduvo detrás de mí, ¿por qué no lo hacía también él?

     —Mira carnal, vamos a dejar en claro que no soy gay, soy BISEXUAL, repite conmigo BISEXUAL, ¿Qué si me gustan los hombres? Si Víctor, ¿Qué si me gustas tú? No. ¿Me gustan las mujeres? Sí, ¿Me gusta la persona con la que estoy? Sí. ¿Captas? —Hablé con tanta rapidez que ni yo entendí que acababa de decir.

     —Pues tu disfraz me dice que solo eres gay. —Bien, tampoco entendió nada de lo que dije.

     —Que te valga mi atuendo —escupí, perdiendo la paciencia.

Me encaminé hacia la salida, siendo consiente de Víctor me seguía de cerca, guardé todas las cosas en los asientos de la camioneta, me quité todo lo que traía para pasar desapercibido y lo enfrenté, dejándome únicamente los lentes oscuros puestos.

     —Bueno, ¿Qué es lo que quieres de mí? —le interrogo al verlo ahí de pie, con una expresión seria en el rostro.

     —Sé que tienes a tus sobrinos, debes devolverlos a sus padres, Darío. —Comprendo, éste ha estado metido en mi vida privada más de lo que imaginaba.

     —Nel, carnal. No sé de qué me hablas. —Y antes de que insista, corro despavorido a la puerta del piloto, me subo y arranco la camioneta, largándome de ahí.  

              

Querida, no soy infantil 1 Y 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora