19. Diana lo sabe TODO

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—Me parece que Elizabeth me está juzgando demasiado —le comentó a su sobrina—, he intentado decirle que yo no atraigo problemas, pero sigue insistiendo que sí.

Anna jugaba con la pela papas golpeándola en la tabla de madera, mientras tatareaba.

— ¿Qué es juzgar?

Pensativo, meneó las verduras junto con el pollo colocados en el sartén a fuego máximo en la estufa.

—Es como cuando te califican por como tú eres —tapó el sartén. Volvió a la mesa junto a Anna, le pidió el pela papas y la tabla, tendiéndole un trapo húmedo que recibió sonriente—. Limpia la mesa, mi ayudante.

— ¡sí! —Hizo lo que pidió.

Darío lavó los trastes en silencio, observando cada cierto tiempo las travesuras de los gemelos con su actual cuidadora y la curiosidad de Anna por conocer a fondo la cocina.

—Debería mandarte a un kínder, ya estás vieja como para andar en casa sin hacer nada —sonrió al ver a Anna tocarse el rostro como si realmente creyese que haya envejecido sólo porque Darío lo "notaba".

— ¿Crecí? —No era posible que se haya saltado algún cumpleaños, no hace mucho cumplió cinco—, tío, ¿Estoy grande?

Secó sus manos en los jeans, antes de acercarse a su sobrina y alborotar un poco su cabello rizado.

—Tienes un par de canas aquí —apuntó el centro de su cabeza—, aquí, ¡oh! Y aquí también —señaló distintas partes, haciéndola reír—. Mi querida Anna, lo que quiero decir es que deberías estar estudiando, aprendiendo a colorear y todo eso que hacen los niños a tu edad.

—Mamá me enseña eso en casa, me llevó al kínder unas veces. —Darío la tomó en brazos y salió junto con ella de la cocina.

—Eso era antes —corrigió, depositando un beso en su frente—. Llevas meses conmigo y mamá ni sus luces.

— ¿Ni sus luces?

—Ya sabes, que no se aparece por aquí —no era un tema que quisiera hablar con ella, no le correspondía hablarle sobre como su cuñada se comportaba con sus hijos—. ¡Me has dado una idea! Elizabeth no tiene nada que hacer, ella puede darte clases ahora; al menos lo que sepa de todo el rollo de los niños. Yo debo volver a la cocina, no queremos causar una explosión con la comida, ¿verdad?

—No tío. —negó.

—Perfecto —fue en busca de Elizabeth, tocó su puerta un par de veces sin obtener respuesta, al no encontrar la puerta con seguro abrió con cautela temiendo que aventase algún calzado. No le sorprendió encontrarla dormida en posición contraria y con la botella de rompope vacía tirada en el suelo—. Esta mujer no tiene remedio.

— ¿Qué pasa? —Susurró una voz ya muy conocida a sus espaldas—, ¡oh!, ha pasado de nuevo.

Las últimas cuatro semanas y tres días Darío ha retomado su antigua relación estancada desde hace años, Laura ha pasado incluso días en el departamento, han compartido sus pertenencias como si fuesen un feliz matrimonio. Para Darío eso significa dar un gran paso. Estaba acostumbrado a la rutina de desaparecer en cuanto haya pasado una noche agradable con alguna chica que conoció en la fiesta, y ahora le tenía preocupado que Laura lo marcara como su propiedad y no le dejará marcharse una segunda vez de su vida.

¿La quería? Por supuesto que lo hacía, ¿la amaba? Era muy pronto para eso, apenas se acostumbraba a su nuevo ritmo de vida a lado de ella.

—Se acabó el refresco —fue lo primero que pensó Anna al ver la botella.

—Qué más quisiera que fuera refresco —suspiró—. Hermosa, lleva a Anna a la sala, entretenla mientras envió a su maestra privada.

Después de que ambas se hubiesen marchado, comenzó a despertar a Elizabeth copeándola con una de sus almohadas purpuras.

— ¡Uh! Deja... te voy a acusar... ¡Ay! —movía las manos a los lados con la intención de detener a quien fuera que la estuviese golpeando.

—Elizabeth, levántate ya. Dejé mi comida en la cocina, si se tira o algo, no comerás nada —al escuchar la sola posibilidad de no comer, se sentó en la cama, su cabello enmarañado y la playera amarilla holgada que Mike dejó la semana pasada para dormir, de daba un aire juvenil con una resaca encima; parecía una adolescente. Se restregó los ojos solo para volver a cubrirse con la sábana de los rallos del sol filtrándose en la ventana. Darío desesperado de que no reaccionara y su comida se tirara, volvió a golpearla más fuerte—. Das una mala imagen a los niños y levántate ya que tienes que dar clases a Anna. Le he...

Un sonoro golpe hizo que Darío se quedará paralizado, ¡los niños!, lo siguiente que se escuchó fue la voz de quien menos esperaba escuchar en su sala.

— ¡¿Qué haces con mi hija?! ¡Darío, que hace esta desconocida mujer con mi hija!, y peor aún ¿Qué hace Elizabeth conviviendo con mis hijos? —no era posible, su hermano no pudo haberle contado que Elizabeth vivía con ellos.

—Me pareció escuchar a pelos teñidos —completamente ebria, apenas y se escuchaba con claridad sus palabras.

—Vete reaccionando, porque es ella quien está afuera y parece estar muy molesta —salió de su habitación mostrando una sonrisa forzaba, preparándose para recibir a su enojada cuñada—. Muy bien, esto debe ser fácil.

— ¡Échamela, que voy a surtirme a esa mujer! —escuchó el grito de Elizabeth detrás suyo.

—No será fácil.

Querida, no soy infantil 1 Y 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora