27. Mis... gustos

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     —Veo una rana en el cielo, ¡Míralo! A que es adorable —apuntó con el dedo índice el lugar donde lo veía.

     —Tú ves ranas en todas partes.

Rio. Dio un giro desde donde se encuentra acostada, recargando sus codos en el pastizal. Darío seguía acostado, observando el cielo con admiración, ajeno a la mirada de Laura, sonrió, alborotando su cabello castaño, llamando su atención.

     —Tú me amas, ¿verdad? —besó su frente, con ternura.
Guardó silencio, no respondió al instante, no era el tipo de pregunta que esperaba responder en ese entonces.

     —Yo te quiero —expresó.

     — ¿Y me amas? —Volvió a insistir.

Darío suspiró, mirando de reojo como los gemelos jugaban con sus juguetes sobre la manta que puso arriba de las hierbas verdes.

     —Te quiero —repitió—, y el “te quiero” significa muchas cosas, de hecho valen más que un “te amo” en este momento.

Ahora fue Darío quien giró para mirarla a la cara.

     —Mira amor, no puedo sentir amor por ti sin antes contarte quien soy —se sinceró. Contaría el secreto que tanto le carcomía y solo así sabría si valía la pena amarla como se merecía—. Hui de ti una vez, y puedo hacerlo una segunda vez si me rechazas por quien soy.

Sus palabras la preocuparon.

     —Al grano, Darío.

¿Esto era lo que deseaba Víctor? Que desvelara lo que tanto oculta, que dejara de actuar, si su intención era eso, lo ha conseguido. Quizá era lo mejor, solo de esta forma sabría si Laura le seguiría importando como era en realidad.

     —Es… Es acerca de… mis… gustos —tartamudeó.

     — ¿Las ranas, conejos, tu debilidad por las mujeres, tu infantilidad…?

Su pregunta le desesperó; no hacía más que aplazar lo que deseaba decirle.

     — ¡No! Querida, soy infantil y tengo mis gustitos como si fuera un chamaco pequeño, pero no es lo que quiero decirte —tomó una gran bocanada de aire, armándose de valor—. Es sobre mis preferencias, mira soy… soy bisexual —Listo, hablar de ello se sintió liberado de un gran peso—. Es una parte de mí que me da pena admitir, no sé cómo reaccionaría mi hermano si me escuchara decirlo, y bueno, resulta que le gusto a ese tipo del parque, ¿lo recuerdas? Aquel no ha dejado de estar tras de mí, sentí que esto se salía de control y debía contártelo.

Su boca cayó al asuelo, no acababa de creer lo que Darío decía. ¿Por ello es que una vez le abandonó, pensando que solo así no se vería obligado a revelar su mayor secreto?

     —Tu cara me lo dice todo, así que voy al punto más importante, tienes dos caminos que elegir: Rechazarme o aceptarme tal cual soy. —La última palabra la tenía Laura, si no respondía daría por asentado que lo suyo termina ahí, tomaría a sus sobrinos, cancelaría la fiesta y se marcharía a casa de su hermano a pedir disculpas por lo que hizo.

Detrás suyo dos personas presenciaban en primera fila el revelador secreto de Darío, y cuando Sebastián gritó “papá” sin mirar a su tío, quiso desaparecer.

Casi todo quedó revelado, y no sabía cuánto escuchó su hermano de lo que dijo.                                     

Querida, no soy infantil 1 Y 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora