Capítulo 19

518 91 34
                                    

———
La realidad
———

Se levantó de golpe al sentir algo frio ser derramado en su rostro. Tosió un par de veces, se llevó las manos a los ojos y los frotó, intentando acostumbrarlos a la luz resplandeciente que tenía en frente. Su mente comenzó a mostrarle imágenes de lo sucedido antes de su caída; Diana a su lado, Elizabeth con sus locuras y aquel beso no correspondido.

     — ¡No volverá a pasar! —Soltó molesto consigo mismo. ¿Por qué había creído que Elizabeth reaccionaria al beso si ella pensaba que Diana y él la engañaron?, no esperaba menos de ella, aun así Mike juzgaba que lo haría.

Se equivocó.

     — ¡Pero si ha despertado! —La voz que escuchó le parecía lejana.

     — ¡Por supuesto que no volverá a pasar! —Cuatro años le bastaron para conocer a la perfección esa voz—. ¡Dejarás de asustarme de esta forma! ¡No despertabas Mike, me preocupé!

Su voz era más cercana.

     —Debí golpearme la cabeza en el camino. —Murmuró recordando haberse tropezado.

     — ¿Pero de qué camino hablas? —Elizabeth se acercó con rapidez a Mike, tocó su frente, no tenía temperatura, ¿Estaría delirando? —. Ni siquiera te has movido de tu sitio favorito. ¡Más de diecisiete horas dormido o inconsciente en este sofá, que sé yo! Hasta he tenido que llamar a Claudia.

Se sentó con rapidez en el sillón. Estaba rodeado de cuatro paredes color beige que él mismo pintó tras la insistencia de Elizabeth al querer hacer una remodelación, distinguió las fotografías del antiguo gato que tenían colgadas en el mismo sitio que recordaba, la caja con sus cosas en el pasillo. Se tocó a sí mismo, comprobando si estaba semidesnudo.

No lo estaba.

     — ¿Dónde está Diana, Tectlian, Tialoc, todos los semidesnudos? —No comprendía que sucedía.

Elizabeth miró molesta a Mike y después a Claudia, quien no entendía una sola palabra de su hermano.

Suspiró con pesadéz.

     — ¡Suficiente Mike, no menciones el nombre de esa mujer!

     —Tú no hace mucho le decías pelos teñidos. —Comentó distraído.

     —Quedaría bien ese nombre en…

     — ¡Dime que regresamos por arte de magia a la casa! ¿Hay internet, mi celular tiene batería? ¿Esos taparrabos ya no nos siguen? —Se puso de pie y caminó con torpeza alrededor de la sala.

Estaba en casa y eso le alegró. Encendió y apagó los interruptores de la luz comprobando la electricidad. Vio su celular en el taburete y no dudó en lanzarse, tomarlo y tratar de encenderlo. No lo consiguió. Miró a Elizabeth en busca de ayuda.

     —Elizabeth, n-no enciende.

     —Pulsa dos veces la pantalla. —Sonrió, recordando que eso le dijo semanas atrás.

Lo hizo.

     — ¡Enciende, hemos vuelto Elizabeth, estamos en nuestra casa! —Saltó feliz, no podía creerlo.

El baile del oso no faltó en su celebración, se movió, giró, saltó, provocando escandalizar a su hermana. ¿Qué le ocurría a su hermano? Como si Elizabeth la hubiese escuchado, le dijo:

     —Pasa a menudo, es muy común en alguien como él —se acercó con decisión a Mike, le dio un par de suaves bofetadas y tirando de su cabello lo sentó en el sofá más cercano—. Esta es la última vez que alquilas una película con el título de apocalipsis. ¡Ya estuvo bueno de hablar como si de verdad hayas vivido con esos tipos!, te dije bien que era una mala idea ver películas como esas a altas horas de la noche, ¡Mira nomas que vida absurda te has creado!
Parpadeó varias veces, sin comprender.

     —Pero si tú estabas conmigo. Viste lo que yo, no teníamos luz, tú querías ir de compras y cuando salimos con encontrábamos en un bosque, Dian… —al ver el cambio de gesto de Elizabeth, corrigió—: ella estaba ahí, tenían a Claudia secuestrada por personas que vestían poca ropa, nosotros la rescataríamos.

     —Hermanito me estas asustando, yo no he estado secuestrada.

     —Pero yo…

     —Por el amor de Dios. ¿Exactamente que estuviste soñando en estas diecisiete horas? —Preguntó Elizabeth, cada vez sin entender que estaba pasando.

Mike se negó a responder más preguntas. Continuaba creyendo que lo ocurrido fue real, sin embargo ambas le aseguraron que él estaba en un error. Al parecer el estar viendo apocalipsis a mitad de la noche no le cayó nada bien y en consecuencia soñó con ella.

Él se propuso una sola cosa al estar viendo su cacerola de palomitas en el suelo y la caja de la película en el taburete: no ver películas perturbadoras a media noche.  

Querida, no soy infantil 1 Y 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora