Capítulo 11

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———Conflictos———

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Conflictos
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Elizabeth aún confundida por la llegada inesperada de Mike, se mantuvo con la mirada en la fogata, sosteniendo su tarro de agua tibia, sumida en sus pensamientos. Tealec, quien lidera el grupo y hermano mayor de Tialoc y Tectlian, tenía los ojos puestos en ella, analizándola y comprobando que aquella, no era la misma mujer con la que su hermano menor se marchó. Volvió con una mujer distinta y comentó que después de él y su hermano, conseguiría cazar un puma. 

     —No ser ella —le comentó a Tialoc—. La otra tener cabello como eso —señaló la hierba seca a su lado—. Esta no ser ella, Tectlian traer mujer distinta.

Tialoc pensaba lo mismo que su hermano, pero a excepción de este, él reconocía perfectamente quien era. La vio por primera vez salir de la casa junto con un hombre mucho más alto, la vio huir de ellos y ahora se encontraba hospedada en la choza de su hermano menor. Quien quiera que fuera no le agradaba.

     —Quien tu buscar, estar en arroyo —Tialoc destacaba en el grupo por su capacidad de memoria, analizar y ser el segundo al mando. Con sólo observar discretamente a Elizabeth, comprobaba que los vigilaba—. Ella escucharnos, Tealec. —informó.

Poniéndose rígido, este la miró desafiante y gritó—: ¡¿Tú perder algo?!

« ¡Ya estamos otra vez con esa defensiva!» Se dijo mentalmente poniéndose de pie, al mismo tiempo que le señalaba con el tarro de agua. Soltó:

     —Mira taparrabos, a mí no se me ha perdido nada, bueno, no que yo tenga entendido —lo molestaría. Oh, por supuesto que lo haría—. Sin embargo, tú si has perdido algo.

     — ¿Yo que perder? —Frunció el ceño.

     —El calzoncillo, querido —carcajeó—. Me imagino que no llevas nada debajo de esas telas. Ah, pero no importa con esos taparrabos te ves muy, pero MUY bien.

¿Quién se creía que era esa mujer tan altanera, creyéndose a la altura de Tealec? La pondría en su sitio así su hermano se molestara. Elizabeth continuó burlándose, intentando ser controlada en vano por Tectlian. El pobre terminó en el suelo sentado, bebiendo agua y presenciando como poco a poco la rabia de su hermano mayor crecía.

Para los presentes se avecinaba una pelea desigual, no tardaría demasiado en que Tealec la retara a un combate. La mayoría estaba con la boca entreabierta, intentando averiguar en qué momento habrá un primer golpe.  

     —Dejarla en paz, Tealec —lo tomó del hombro Tialoc—. Ella jugar contigo.

Eso molestó aún más a Tealec, a él no le agradaban los juegos, no precisamente ese tipo de “juegos” en el que se vuelve el centro de diversión de alguien.

     — ¡Ella querer pelea! —Gritó empuñando un pequeño cuchillo sin filo tallado en madera que sacó de su cintura.

     — ¡Pero mira quien habla! —Bramó—, ¡No soy quien tiene un arma en sus manos, dispuesto a dañar a una dama! —Tealec estaba equivocado si creía que no le daría batalla—. Tú te atreves a acercarte con esa cosa y yo… yo te lanzo esto. —Se quitó una de sus pantuflas, lista para lanzárselo.

      — ¿Esa es la misma Elizabeth que conozco? —Mike asintió en respuesta a la pregunta de Diana.

« ¡Ha sacado su arma mortal!» Se dijo Mike golpeado levemente su frente. No imaginaba que Elizabeth fuese capaz de traerse sus pantuflas consigo y mucho menos que ella tuviese la intención de pelear con el líder del grupo.

     — ¿Tu querer pelea? —Tialoc intentó retenerlo—. ¡Mujer lengua larga! —gritó refiriéndose a su altanería.

Era increíble que una mujer desconocida lo provocara frente a su grupo, ni una sola mujer lo había hecho, hasta ahora. Y Tealec ¡Detestaba eso!

Al dar un paso con dirección a Elizabeth, la pantufla golpeó su hombro.

     —Ve… Vez, te dije que te lo… lanzaría. —Balbuceó. ¡Ya estaba hecho! Ahora aceptaría las consecuencias.

Todos se miraron entre si, intentando saber cómo reaccionaría Tealec al primer golpe.

Si no actuaba nadie en su auxilio pasaría lo que tanto se esperaba; Tealec pondría claro quién es el jefe. Preparándose para entrar en escena se abanicó con la mano. Caminó al centro de todos con galantería. 

     — ¡Damas y caballeros, ella sólo espantó a la abeja que picaría al jefe de jefes! —Mike intervino a su estilo tan… normal—, ¡No hay nada que cuchichear! —Señaló a madre e hija sentadas al fondo de la fogata—. Señoras dejen de chismear, eso es de un pésimo gusto, ahora veo porque las mujeres de mi época son así, ¡ustedes son sus ancestros!

     — ¡Mike, cállate de una vez!

     — ¡Todos irse! —Soltó malhumorado Tealec, ahuyentando a su grupo.

     —Oh vaya, ya se ardió el hombre desnudo —resopló Mike—. Un pantuflazo no es gran cosa, deberías estar presente cuando se le da por aventar hasta las zapatillas, ¡El golpe de una zapatilla con tacón de aguja  podría ser mortal!

Querida, no soy infantil 1 Y 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora