Epílogo

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Tres años más tarde.

Hermano Darío.

Mike Tianchester: Hermano, estoy en problemas.

Hermano Darío: Mike estoy ocupado, tengo una cita con una florista, ¿No lo recuerdas?

Mike Tianchester: Albín, apiádate de mí, mi auto de ha averiado. ¡Ayúdame!

Hermano Darío: Como lo lamento, pero mi cita es más importante. Tenemos una comida en la tarde, no lo olvides. Los quiero.

Mike Tianchester: Espero su cita sea un fiasco.

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—Tiene una cita con una florista, no nos ayudará. —Suspiró, guardando su celular en el bolsillo.

— ¿Y de que novia se trata esta vez? —Su mirada estaba en la carretera, no esperaba que se averiara el auto justo hoy.

—No lo sé, amor. Darío cambia de joven cada semana antes de que logre aprenderme el nombre de alguna —golpeó el volante—. ¿Cuánto tiempo tenemos?

Alejando la vista de la carretera, miró su reloj de mano. Las diez menos cuatro, tenían treinta y cuatro minutos para llegar a su destino.

—Treinta y cuatro minutos para el evento, ¡No llegaremos! —Todo su trabajo tirado a la borda, era injusto.

—Tiempo suficiente. Salgamos del auto, dame a la niña, la llevaré yo —lo observó confusa, ¿Qué salieran del auto? —. Vamos, no perdamos tiempo, llamaré a la grúa para que lo recoja, pero tú, yo y la niña nos vamos.

— ¿Cómo esperas que lleguemos? Tu auto se ha descompuesto, desde este momento te digo que no voy a caminar, ¿Ves estos tacones? —Señaló sus pies— No están hechas para una caminata tan larga, y aunque camináramos no llegaríamos, déjalo así Mike. —Estaba resignada.

—Diana, no me esforcé por horas tratando de vestir a nuestra hija por nada. ¡Mírala!, la vestí elegantemente sólo para que asista al evento de su madre, y mira que aún no me acostumbro a tener el papel de padre, ¡me estoy esforzando! —Viendo que Diana se negaba a salir del auto, él lo hizo—. Mira cariño, tu madre se está poniendo sus moños ahora.

Observó cómo tomaba a su hija en brazos y le acomodaba su pequeño vestido verde pálido. Tomó la pañalera y cerró la puerta.

— ¿Piensas quedarte ahí?, tenemos una fiesta a la que no debes faltar. —Comenzó a alejarse del auto, mientras se las ideaba para tomar el celular del bolsillo y llamar a la grúa.

Los vio alejarse cada vez más, y temiendo que la dejasen, salió y cerró la puerta deprisa.

No tardó en alcanzarlos.

— ¿A dónde vamos? —Mike le tendió la pañalera.

—Vamos a tomar el transporte como toda persona normal —le señaló el puente con al menos una docena de personas esperando su ruta de transporte—. Creo que debe pasar por ahí, si te soy sincero he olvidado la última vez que tomé el transporte.

—Pasan cosas malas en los transportes. Te apachurran, los conductores manejan con violencia. No Mike, yo no me quiero subir a esas cosas. —Estaba aterrada.

—Tonterías, tómalo como un reto.

Por supuesto que fue un gran reto. Mike preguntó si alguna ruta que se detenía en ese puente podría llevarlo al jardín de niños en el que aún trabaja Diana, uno de ellos le afirmó que sí, solo que debía bajar una cuadra antes del lugar, o el conductor se detendría hasta la próxima parada.

Subirse al transporte fue una tortura para Diana, las personas se apretaban entre sí, Mike tuvo suerte, teniendo a una pequeña bebé de nueve meses una chica le cedió su lugar.

—Mike, te dije que pasaban cosas malas en los trasportes. ¡Ay! Alguien toco mi trasero —Intentó hacerse espacio entre la gente.

— ¡Nadie se atreva de nuevo a tocar su trasero! —Vociferó— Siéntate en mi lugar —se puso de pie, Diana prácticamente se tiró al asiento. La pequeña Anna miró con curiosidad una botella de agua natural en una mochila y sin dudarlo lo tomó, llevándolo a la boca—. Deja eso cariño, debe tener bacterias y no queremos que enfermes. —Le quitó la botella y busco a sus lados, intentando averiguar de dónde lo había tomado.

—Me temo que la botella es mía. —Un hombre le arrebató la botella.

Estaba a punto de nombrarlo Tectlian, cuando a su lado apareció Elizabeth, quien le sonrió radiante.

—Hola Mike, que sorpresa. Disculpa a Juan, vamos tarde, mi suegra nos espera y cree que se enfadará al vernos llegar tarde —su mirada fue a la pequeña niña de cabello rubio—. ¿Es tuya?

—Sorpresa es la mía —en definitiva aquel Juan se parecía a Tectlian—. No es sólo mía, la mitad le pertenece a Diana. —Al ser pronunciado su nombre, se asomó a sus espaldas.

—Entonces Claudia no mentía, lo suyo fue en serio —Mike asintió con una gran sonrisa.

En menos de un año Mike y Diana se encontraban haciendo planes de boda, meses más tarde se enteraron que serían padres y como era natural ante aquella fuerte noticia, Mike se desmayó. Ahora ambos estaban frente a frente, después de dos años y medio.

—Bajamos aquí. —Anunció Juan.

—Escucha Mike, ya lo dijo Juan: aquí bajamos. Pero no quiero irme sin antes darte esto —le dio un sobre que amablemente Anna lo tomó, y antes de que se le ocurriese llevarlo a la boca, Mike se lo quitó—. Nos casamos en cinco meses, tu familia está invitada, incluyendo a la "pelos teñidos". No vayas a faltar, es una orden. —Se coló entre la gente, alcanzando a Juan.

Sin decir una sola palabra se giró para encontrarse con la mirada desconcertada de Diana.

—Toda tuya —le dio a Anna—, ha y la invitación de la boda también. —Diana observó el sobre de la invitación, "Juan Contreras y Elizabeth Flores" sus nombres en letra cursiva y plateada.

—Se casará. — ¡Vaya noticia!, su antigua amiga se casará.

—Y tenemos que ser testigos. —Diana asintió.

Esa boda tenía que verla con sus propios ojos.

Querida, no soy infantil 1 Y 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora