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Darío observaba de reojo a su hermano mayor; el pobre de Mike se consumía en su propio enojo en silencio. Su hijo quien aún traía en sus brazos trató de captar su atención tirando de su camisa azul marino, balbuceó y finalmente se dio por vencido.

—No es tan malo. Ya no estés enojado, ¿Quieres? —Habló minutos más tarde Darío, apretando su hombro.

Su hermano volvió en sí, le miró molesto un instante para después ceder ante los gestos graciosos de Darío, sonriendo con tristeza.

— ¿Cómo no estarlo? Pusiste a mis hijos en peligro tan solo en un descuido mío. —Le reprendió.

—Para tu coche amigo, ese tema ya es pasado; no quieras desviarte del otro tema más importante. —Detuvo la carriola. Optando una postura diva, colocó su mano izquierda en su cintura y la otra apoyándose en la carriola—. ¡A ti te prendió Elizabeth!

Abrió los ojos sorprendido. Él lo notó, percibió su irritación hacia Elizabeth, eso era para Mike, irritación al saber cómo aún era capaz de alterarlo con una simple burla hacia su persona, ¡Pero como se atrevía a llamarlo gordo! Relleno habrán sido palabras “tiernas” pero al fin y al cabo terminaban significando gordo.

— ¡Aquí nadie prende a nadie! Bueno sí, sólo tú al querer llevarte a los niños sin mi consentimiento. —Le señaló.

—Cariñito no es bueno que te alteres de esa forma para tu edad —esas palabras a Mike lo molestaron aún más, no estaba viejo, en su opinión aún era un joven con una edad pasable—, yo sólo decía que ya hacía falta que se volvieran a ver. —Le guiñó un ojo.

Soltó a su hija de la mano y le pidió que no se moviera de su sitio, cambió de brazo a su hijo sólo para volver a atacar a su hermano.

— ¿Pero es que te has puesto de acuerdo con ella para que me torture con sus burlas? —Darío dudó al responder para después negar con la cabeza varias veces—. Te quiero, en serio que te quiero, pero en ocasiones quiero estampar tu cabeza contra cualquier cosa. —instintivamente Darío retrocedió un paso de él.

—No te atreverías… —para su sorpresa Mike sonrió.

— ¿Y de esta forma quieres cuidarlos? Albín, debes madurar, lo que hiciste hoy no estuvo bien. —Darío rodó los ojos y comenzó a imitarlo—. ¡Lo ves!

—Pero es que esto no es nada del otro mundo, ¡Tú también no has madurado!

Perdiendo la paciencia dejó a Sebastián en la carriola, tomó debajo de ella la pañalera y susurró un “lo asesinaré” antes de lanzarle la pañalera en la cara. Anna sin quitar la vista de su tío y padre, se acercó a la carriola con lentitud y el trio de hermanos observaron embelesados como el par gritaban vergüenzas del otro.

En poco tiempo una pequeña multitud se aproximó y algunos más observaron a distancia.

—Míralos Gertrudis, una pareja gay peleando en público. Te das cuenta que las parejas de hombres con hombres y mujeres con hombres o mujeres con mujeres, hay pelea en casa, y tú diciendo que las parejas gay no discutían. —La nombrada asintió ante las palabras de su marido.

—Está bien, me he equivocado Benito. —Su esposo sonrió triunfal.

—Esos niños deben ser sus hijos adoptivos, ¿Las parejas del mismo sexo ya pueden adoptar? —Esos pobres pequeños debían pasar un martirio con padres como ellos, supuso Benito.

—Mira señor que todo lo sabe, yo no tengo la menor idea. Además, sí así fuera ¿hay algún problema? —el hombre negó.

—Una última duda, ¿Por qué los niños se parecen mucho al tipo más delgado y alto? —Ella no respondió, sino que se dedicó a analizar a los niños y al hombre que le mencionaba su marido.

Querida, no soy infantil 1 Y 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora