-No te he mentido. -Lo dijo de una manera tan condescendiente que si a Justin, que no tenía por qué molestarse, le enfureció, no podía imaginarse cómo se lo tomaría Castora-. No te he mentido nunca -seguía diciendo-, te lo explicaba todo en la carta.
-Una carta que no leí hasta después de haberlo abandonado todo, plantado a tres clientes y conducido más de dos mil kilómetros a través del país.
¿Y qué me encontré cuando llegué aquí? ¿Me encontré al hombre que llevaba los dos últimos meses rogándome que dejara Seattle para venir a vivir con él? ¿Me encontré con el hombre que lloraba como un bebé al teléfono, me hablaba de que se iba a suicidar, me decía que era la mejor amiga que había tenido nunca y la única mujer en la que confiaba? No, claro que no.
Lo que encontré fue una carta en la que ese hombre, que juraba que yo era la única razón de su existencia, me decía que ya no me quería porque se había enamorado de una chica de diecinueve años.
Una carta donde también se me decía que por favor no me lo tomara como algo personal. ¡Ni siquiera tuviste el valor de decírmelo a la cara!
Sally dio un paso hacia delante con expresión furibunda.
-Eso es porque eres una tocapelotas.
-¡Tú ni siquiera me conoces!
-Monty me lo contó todo. No quiero que creas que soy una bruja, pero deberías ir a terapia.
Te ayudará a dejar de sentirte amenazada por el éxito de otras personas.
En especial de Monty.
Las mejillas de Castora se pusieron de un rojo brillante.
-Monty se pasa la vida escribiendo poemas penosos y haciendo trabajos para chicos universitarios que son demasiado vagos para hacerlos ellos mismos.
La fugaz expresión de culpabilidad de Sally llevó a Justin a sospechar que así era exactamente cómo había conocido a Monty.
Pero aquello no la detuvo.
-Tienes razón, Monty. Es una víbora.
Castora tensó con fuerza la mandíbula y avanzó de manera amenazadora hacia Monty.
-¿Le has dicho que soy una víbora?
-Sí, pero no siempre -dijo Monty con arrogancia-. Sólo lo eres cuando se trata de mi trabajo creativo. -Se colocó las gafas-. Ahora dime dónde está mi CD de Dylan. Sé que lo tienes tú.
-Si soy tan víbora como dices, ¿por qué no has podido escribir ni un solo poema desde que abandonaste Seattle? ¿Por qué me dijiste que yo era tu musa?
-Eso fue antes de conocerme a mí -interpuso Sally-. Antes de que nos enamoráramos. Ahora su musa soy yo.
-¡Si lo conociste hace dos semanas!
Sally se recolocó el tirante del sujetador.
-El corazón no necesita más tiempo para reconocer a su alma gemela.
-Su alma de mierda querrás decir -replicó Castora.
-Eso ha sido cruel, Blue -dijo Sally-, y muy ofensivo. Sabes que es la sensibilidad de Monty lo que le hace ser un magnífico poeta. Y es el motivo por el que lo atacas. Porque estás celosa de su creatividad.
Sally empezaba a poner a Justin de los nervios, así que no se sintió sorprendido cuando Castora se giró hacia ella y le dijo:
-Si vuelves a abrir la boca, te tragas la lengua. ¿Entendido? Esto es entre Monty y yo.
Sally abrió la boca, pero algo en la expresión de Castora debió de hacerla reflexionar porque se detuvo y la cerró otra vez.
Lástima.
Le hubiera gustado ver cómo Castora la ponía en su sitio.
Aunque Sally parecía estar en buena forma para hacerle frente.
-Sé que estás molesta -dijo Monty-, pero llegará el día en que te alegres por mí.
Ese tío se había graduado con honores en estupidez.
Justin observó cómo Castora se intentaba remangar las patorras.
-¿Alegrarme?
-No quiero discutir contigo -dijo Monty con rapidez-. Siempre quieres discutirlo todo.
Sally asintió.
-Eso es lo que haces, Blue.
-¡Y tienes razón! -Sin más advertencia, Castora se arrojó sobre Monty que cayó con un ruido sordo.
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Juego de Seducción.
Любовные романыSrta. Bailey... Usted estará en mi cama... Por siempre. -Sr. Bieber... ¿ y si usted cae en la mía y se enamora primero? -Do you love me? -Yes... -Game Over.