Son los hombres como tú que se pasan el tiempo babeando por las mujeres con unos pechos de silicona de ese tamaño, los que incitan a las pobres chicas inocentes con unos senos perfectamente normales a hacerse un aumento de mama. Las mujeres deberían concentrarse en expandir sus horizontes, no sus senos.
Aquello lo había hecho sentirse mal por todas las operaciones de aumento de pecho, pero Annabelle era así.
Tenía opiniones muy definidas, y no se andaba con chiquitas.
Annabelle era una buena amiga, pero entre que estaba casada con Heath Champion, ese agente parásito suyo, y que acababa de nacer su segundo hijo, no podía dedicarle a él demasiado tiempo.
Ese mismo día había pensado un montón en Annabelle, puede que porque Castora también tenía fuertes convicciones y tampoco parecía interesada en impresionarle.
Era extraño estar con una mujer que no le hacía insinuaciones.
Por supuesto, él le había dicho que era gay, pero ella había averiguado que era una farsa hacía por lo menos doscientos kilómetros.
Bueno, a pesar de todo, ella había intentado seguir con el jueguecito. Pero la pequeña Bo Beep no podía jugar a su mismo nivel.
Blue se quedó boquiabierta cuando vio el hostal de tres pisos perfectamente iluminado.
A pesar de todo lo que le había exasperado hoy, él no estaba aún preparado para darle la patada.
En primer lugar, quería que le pidiera dinero.
En segundo lugar, había sido una buena compañía.
Y además, no podía ignorar que había estado empalmado por culpa de ella los últimos trescientos kilómetros.
Él entró en el aparcamiento.
—Aquí aceptan cualquier tarjeta de crédito. —Debería sentirse mal por jugar con ella, pero era tan descarada y respondona que no lo hizo.
Ella apretó los labios.
—Por desgracia, no tengo tarjeta de crédito.
Lo que no era sorprendente.
—Abusé de ella hace unos años —continuó—, y desde entonces no han vuelto a confiar en mí.
Ella estudió el letrero del hostal Los Buenos Tiempos.
—¿Qué vas a hacer con el coche?
—Darle una propina al tío de seguridad para que lo vigile.
—¿Cuánto?
—¿Y a ti que te importa?
—-Soy artista. Me interesa el
comportamiento humano.
Aparcó el coche en una de las plazas.
—Supongo que cincuenta dólares ahora y otros cincuenta por la mañana.
—Genial. —Ella le tendió la mano—. Ya tienes vigilante.
—No vas a vigilar mi coche.
Los músculos de la garganta se le agarrotaron cuando tragó.
—Claro que sí. No te preocupes. Tengo el sueño ligero. Me despertaré al instante si se acerca alguien.
—Tampoco vas a pasar la noche en él.
—No me digas que eres uno de esos imbéciles que cree que una mujer no puede hacer el mismo trabajo que los hombres.
—Lo que creo es que no puedes pagarte una habitación. —Justin salió del coche—. Yo te invitaré.
Ella le dirigió una mirada airada mientras alzaba la nariz y luego salió del vehículo.
—No necesito que nadie me «invite».
—¿De veras?
—Lo que necesito es que me dejes vigilar el coche.
-Ni de coña.
Él se dio cuenta de que ella estaba buscando la manera de aceptar su dinero sin quedar mal ante sí misma, y no se sintió sorprendido cuando comenzó a largarle lo que cobraba por los retratos.
-Incluso con el descuento, es mucho más de lo que cuesta la habitación de un hotelucho y algunas comidas —concluyó—. Estarás de acuerdo conmigo en que sales ganando.
Comenzaré tu retrato mañana en el desayuno.
Lo último que necesitaba era otro retrato suyo.
Lo que en realidad necesitaba era...
—Puedes empezar esta noche.
Y abrió el maletero.
—¿Esta noche? Ya es muy tarde.
—Apenas son las nueve.
Este equipo sólo podía tener un quarterback y ése era él.
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Juego de Seducción.
RomansaSrta. Bailey... Usted estará en mi cama... Por siempre. -Sr. Bieber... ¿ y si usted cae en la mía y se enamora primero? -Do you love me? -Yes... -Game Over.