No podía creer que el propio Jack hubiera ido a buscar a Riley, pero aquí estaba.
Hacía un par de años que no hablaba con él, y, sin duda alguna, tampoco quería hacerlo ahora.
Tuvo que contenerse para no acelerar y atropellarlo.
Sólo tenía una manera de tratar con su padre, y no creía que hubiera razones para cambiarla.
Se detuvo en el camino y bajó la ventanilla.
Con una expresión cuidadosamente neutra, se apoyó en el marco de la ventanilla.
-Jack.
El muy hijo de perra lo saludó con la cabeza.
-Justin. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos.
Justin le devolvió el saludo.
Nada de pullas o comentarios sarcásticos.
Indiferencia total.
Jack apoyó la mano en el techo del coche.
-He venido a buscar a Riley, pero se escapó después de verme.
-¿De veras? -Eso no explicaba por qué estaba allí caminando en la oscuridad, pero Justin no pensaba preguntar.
-Supongo que no la has visto.
-No.
El silencio se alargó entre ellos.
Si Justin no se ofrecía para llevarlo hasta la granja, dejaría ver a ese hijo de la gran perra cuánto lo odiaba exactamente.
Aun así, tuvo que forzar las palabras.
-¿Quieres que te lleve?
Jack apartó la mano del coche.
-No quiero que me vea. Iré a pie
-Como quieras. -Subió la ventanilla y arrancó lentamente.
No iba a derrapar, ni a levantar polvo.
No iba a mostrar cuán profunda era su cólera.
Cuando llegó a la casa, entró sin detenerse.
El electricista había terminado de instalar la mayor parte de los interruptores, y por fin tenían una luz decente.
Oyó un ruido de pasos en el piso de arriba
-¿Blue?
-Estoy arriba.
Sólo con oír su voz se sintió mejor.
Ella lo distraía de la preocupación que sentía por Riley, de la tensión que le provocaba Jack.
Lo hacía sonreír, lo enfadaba, lo animaba.
Necesitaba estar con ella.
La encontró en el segundo dormitorio, el que acababan de terminar de pintar; había un tocador y una cama nueva, pero nada más.
No había alfombra, ni cortinas, ni sillas, aunque Blue había encontrado una lámpara portátil y la había dejado encima del tocador.
Estaba alisando una manta sobre unas sábanas que había remetido previamente.
La camiseta colgaba holgadamente sobre su cuerpo cuando se inclinó hacia delante, y los mechones que se habían escapado de su coleta se derramaban sobre su cuello como si fueran tinta.
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Juego de Seducción.
RomansaSrta. Bailey... Usted estará en mi cama... Por siempre. -Sr. Bieber... ¿ y si usted cae en la mía y se enamora primero? -Do you love me? -Yes... -Game Over.