—Esto... ¿y cuánto tiempo llevas limpia? —dijo Blue.
—Unos diez años. La mayoría de ellos los he empleado de una manera muy respetable. Y he trabajado por mi cuenta los últimos siete.
—¿A qué te dedicas?
—Soy estilista de moda en Los Ángeles.
—¿Estilista? Genial. ¿Y qué es lo que haces exactamente?
—Por el amor de Dios, Blue. —Justin le arrancó la taza de las manos y se la llevó al fregadero.
—Trabajo para actrices de Hollywood con más dinero que gusto—dijo April.
—Parece genial.
—En realidad, todo es pura diplomacia.
Blue podía comprenderlo.
—¿Algo así como convencer a una celebridad cincuentona de que no lleve minifalda?
—Cuidado, Blue—dijo Justin—, estás pisando terreno peligroso. April tiene cincuenta y dos años, pero te aseguro que tiene el armario repleto de minifaldas de todos los colores.
Blue miró las piernas sin fin de la madre de Justin.
—Y seguro que todas le quedan de vicio.
Él se apartó del fregadero.
—Vamos al pueblo. Tengo que comprar algunas cosas.
—Tienes que comprar comestibles —dijo April— . Yo como en la casita de invitados, así que aquí no hay mucho para picar.
—Vale, ya lo haremos.
Con Blue al remolque se dirigió hacia la puerta.
Blue rompió el silencio cuando Justin se incorporó a toda velocidad a la carretera.
—No pienso mentir. Como me pregunte por el color del vestido de las damas de honor, le digo la verdad.
—No habrá damas de honor, así que no tienes por qué preocuparte—dijo él con sarcasmo—. Nos fugaremos a las Vegas.
—Cualquiera que me conozca sabe que nunca me casaría en Las Vegas.
—Ella no te conoce.
—Pero tú sí, y casarse allí es como admitir ante el mundo que eres demasiado vago para planear algo mejor. Yo tengo mi orgullo.
Él subió el volumen de la radio para no oírla.
Blue odiaba juzgar mal a la gente, en especial a los hombres, y no podía creer que él se estuviera comportando de manera tan insensible cuando teóricamente su madre estaba a un paso de la muerte.
Bajó el volumen para volver a la carga.
—Siempre he querido ir a Hawai, pero hasta ahora no he podido permitirme el lujo. Me gustaría que nos casáramos allí. En la playa de algún hotel, al atardecer. Será estupendo tener un marido rico.
—¡No vamos a casarnos!
—Exacto—replicó ella—. Por eso no quiero mentirle a tu madre.
—¿Trabajas para mí o no?
Ella se incorporó en el asiento.
—¿Trabajo? Ahora que has sacado el tema, ¿por qué no hablamos de eso?
—Ahora no.
Él parecía tan irritado que ella guardó silencio.
Pasaron por delante de un viejo molino de algodón casi tragado por la maleza, seguida de una autocaravana en buen estado y un campo de golf que anunciaba karaoke la noche de los viernes.
Aquí y allá había arados viejos o ruedas sosteniendo un buzón.
Blue decidio que había llegado el momento de entrometerse en la vida privada de su falso prometido.
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Juego de Seducción.
Любовные романыSrta. Bailey... Usted estará en mi cama... Por siempre. -Sr. Bieber... ¿ y si usted cae en la mía y se enamora primero? -Do you love me? -Yes... -Game Over.