Capitulo 34.

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La mujer miró al Vanquish y curvó su amplia boca pintada de carmín en una sonrisa.

—¿Está perdida?

Blue intentó ganar tiempo.

—Bueno, sé donde me encuentro desde el punto de vista geográfico, pero, francamente, mi vida ahora mismo es un desastre.

La mujer se rió, fue un sonido bajo y ronco.

Había algo familiar en ella.

—Sé lo que quiere decir. —Bajó las escaleras y la sensación de familiaridad se incrementó—. Soy Susan O'Hara.

¿Esa criatura sexy y exótica era la misteriosa ama de llaves de Justin? No se lo podía creer.

—Soy Blue.

—Caramba. Espero que sea algo pasajero.

Blue lo supo en ese mismo momento.

Mierda.

Esa mandíbula cuadrada, esos ojos miel, esa mente rápida y esa...

mierda, mierda.

—Mi nombre es Blue Bailey —acertó a decir—. Tenían un... ah... mal día en Angola el día que nací.

La mujer la miró con interés.

Blue hizo un gesto ambiguo con la mano.

—Y en Sudáfrica.

Se oyó los pasos de unas botas en la grava.

Cuando la mujer se giró, la luz del atardecer hizo brillar los mechones dorados de su cabello.

Abrió los labios rojos, y aparecieron unas arruguitas alrededor de los ojos.

Los pasos se detuvieron bruscamente, y la silueta de Justin se recortó contra el granero, con las piernas abiertas y los brazos en jarras.

La mujer podría haber sido su hermana.

Pero no lo era.

Ni siquiera era su novia si iba a eso.

La mujer que poseía esos afligidos ojos mieles era la madre de la que él había hablado con tanta brusquedad esa misma mañana, cuando Blue le había preguntado por su familia.

Él se detuvo sólo un instante, y luego sus botas perforaron la tierra.

Ignorando el camino de adoquines desparejos como dientes rotos, cruzó por la hierba demasiado crecida.

—La jodida señora O'Hara.

Blue se quedó pasmada.

No podía imaginarse a sí misma llamando a su madre con esa fea palabra, no importaba lo enfadada que estuviera con ella. A

unque su madre era inmune a los ataques verbales.

Esa mujer no lo era.

Se llevó la mano a la garganta y la luz se reflejó en los brazaletes de sus muñecas y en los tres delicados anillos de plata de sus dedos.

Pasaron unos segundos. Se dio la vuelta y entró en la casa sin decir nada.

El deslumbrante encanto que Justin desplegaba tan hábilmente había desaparecido.

Parecía duro y distante.

Sabía que necesitaba privacidad, pero ahora no era momento de eso.

—Si fuera lesbiana —dijo Blue para romper la tensión—, intentaría ligármela.

La mirada atormentada de Justin fue sustituida por el enfado.

—Gracias por nada.

—Sólo estoy siendo sincera. Y yo que creía que mi madre llamaba mucho la atención.

—¿Cómo sabes que es mi madre? ¿Te lo ha dicho ella?

—No, pero el parecido es tan evidente que es difícil equivocarse, aunque debía de tener unos doce años cuando te tuvo.

—El parecido es sólo superficial, te lo aseguro. —Subió las escaleras y se dirigió a la puerta principal.

—Justin...

Pero ya había desaparecido.

Blue no compartía la intolerancia de su madre contra la violencia «no había más que acordarse del reciente contratiempo con Monty», pero la idea de que esa exótica criatura de ojos heridos fuera una víctima le molestaba, y lo siguió al interior de la casa.

Las pruebas de la restauración estaban por todas partes.

Había una escalera con el pasamanos sin terminar a la derecha, justo al lado de una gran abertura cubierta de plástico que debía de conducir a la sala de la casa.

A la izquierda, detrás de unos caballetes, estaba el comedor.

El olor a pintura y a madera nueva lo invadía todo, pero Justin estaba demasiado concentrado en encontrar a su madre para notar los cambios.

—Créeme —dijo Blue—, comprendo mejor que nadie lo que significa tener problemas graves con tu madre, pero ahora no creo que sea el mejor momento para tratar el tema. ¿Podríamos hablarlo antes ?

Juego de Seducción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora