-¿Para qué necesita un arma? -preguntó Justin.
-Para cargarme a mi ex novio.
-¿ Fue él quien le escogió el vestuario ?
Su gran cola golpeó la pierna de Justin cuando se giró hacia él.
-Piérdase, ¿vale?
-¿Y perderme la diversión?
Ella dirigió la vista al coche deportivo; el sinuoso y letal Aston Martin Vanquish blanco con un motor de doce válvulas.
Esa preciosidad le había costado doscientos mil dólares, una fruslería para sus bolsillos.
Ser el quarterback de los Chicago Stars era muy parecido a ser dueño de un banco.
Ella casi se sacó un ojo al apartarse un mechón de pelo de la mejilla con un gesto brusco de la pata, que no parecía ser desmontable.
-Podría llevarme en el coche.
-¿Me roería la tapicería?
-Deje de meterse conmigo.
-Usted perdone. -Por primera vez en el día, se alegró de haber decidido salir de la interestatal.Señaló el coche con la cabeza-. Venga, suba.
Aunque había sido idea suya, ella vaciló.
Finalmente, lo siguió arrastrando los pies.
Debería haberla ayudado a entrar -incluso le abrió la puerta-, pero se limitó a observarla divertido.
Lo más difícil era meter la cola.
Esa cosa estaba llena de muelles y al intentar sentarse en el asiento de cuero del copiloto, le rebotó en la cabeza. Se sintió tan frustrada que intentó arrancársela de un tirón y, al no conseguirlo, empezó a patalear.
Él se rascó la barbilla.
-¿No está siendo un poco ruda con el viejo castor?
-¡Ya está bien! -Y comenzó a alejarse por la carretera.
Justin sonrió ampliamente y le gritó:
-¡Lo siento! No me extraña que las mujeres no respeten a los hombres. Me avergüenzo de mi comportamiento. Vamos, deje que la ayude.
La observó debatirse entre el orgullo y la necesidad, y no se sorprendió al darse cuenta de cuál de las dos emociones había ganado.
Al regresar a su lado, permitió que la ayudara a doblar la cola. Mientras ella se la apretaba firmemente contra el pecho, él la ayudó a sentarse.
Tuvo que hacerlo sobre una nalga y mirar por un lado de la cola para poder ver por el parabrisas.
Él se puso detrás del volante. El disfraz de castor desprendía un olor almizcleño que le recordaba al olor del vestuario del instituto.
Abrió un par de centímetros la ventanilla antes de dar marcha atrás e incorporarse de nuevo en la carretera.
-¿Adónde nos dirigimos?
-Siga hacia delante unos dos kilómetros. Luego gire a la derecha hacia la Iglesia Bíblica del Espíritu y la Vida.
Ella sudaba como un linebacker bajo todo ese pelaje maloliente y él puso el aire acondicionado a tope.
-¿Es fácil encontrar trabajo como castor?
La mirada burlona que ella le dirigió le indicó claramente que sabía que se estaba divirtiendo a su costa.
-Estaba haciendo una promoción para la tienda de bricolaje El Gran Castor de Ben, ¿vale?
-¿Cuando dice promoción quiere decir...?
-Al parecer el negocio no marcha todo lo bien que debiera, o por lo menos, eso es lo que me dijeron. Llegué a la ciudad hace nueve días. -Señaló con la cabeza-. Esta carretera conduce a Rawlins Creek y a la tienda de bricolaje de Ben. Esa autopista de ahí atrás, la de los cuatro carriles, conduce a la tienda de bricolaje Home Depot.
-Ya empiezo a entenderlo.
-Exacto. Cada fin de semana, Ben contrata a alguien para que se pasee por la carretera con carteles que anuncian los negocios que hay de camino a su tienda y así atraer compradores. He sido la última en picar.

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Juego de Seducción.
RomanceSrta. Bailey... Usted estará en mi cama... Por siempre. -Sr. Bieber... ¿ y si usted cae en la mía y se enamora primero? -Do you love me? -Yes... -Game Over.