Capitulo 31.

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April Mallette cerró su correo electrónico.

¿Qué diría Justin si conociera la verdadera identidad de su ama de llaves? Ni siquiera quería pensar en ello.

—Quieres que conectemos el horno, ¿no, Susan?

«No, tío, quiero que conectes los geranios y freír el jardín.»

—Sí, conéctalo tan pronto como puedas.

Pasó por encima de los restos del empapelado que los pintores habían quitado de las paredes de la cocina.

Cody, que era más joven que su hijo, no era el único de los trabajadores que inventaba excusas para hablar con ella.

Puede que tuviera cincuenta y dos años, pero los chicos no lo sabían y revoloteaban a su alrededor como si ella fuera un potente generador de vibraciones sexuales.

Pobres chicos.

ella ya no se entregaba con tanta facilidad.

Cogió su iPod para ahogar el ruido de las obras con rock, pero antes de poder ponerse los auriculares, Sam, el carpintero, asomó la cabeza por la puerta de la cocina.

—Susan, ven a revisar los cuartos de baño de la primera planta. Dime si te parece bien cómo quedan los extractores de aire.

Ya había revisado los extractores de aire esa misma mañana con él, pero aun así lo siguió por el vestíbulo, sorteando un compresor y un montón de telas.

La casa se había edificado a principios del siglo XIX y la habían rehabilitado en los años setenta, época en la que habían hecho las instalaciones de fontanería, electricidad y aire acondicionado.

Por desgracia esa modernización había incluido también un cuarto de baño con los azulejos en color verde aguacate y la pobre decoración de la cocina: parquet barato y suelos de vinilo en color dorado que ahora estaban sucios y agrietados por el uso.

Durante los últimos dos meses, se había dedicado a modificar esos errores y a restaurar el lugar tal como debería ser, una granja tradicional lujosamente modernizada.

El brillante sol de primera hora de la tarde se filtraba a través de las nuevas vidrieras, iluminando las partículas de polvo que flotaban en el aire, pero lo peor de la reforma ya había terminado.

Sus sandalias de tacón con pedrería repicaron en el suelo de madera del vestíbulo.

Sus brazaletes tintinearon. Incluso en medio de toda esa suciedad y desorden, le gustaba vestir con elegancia.

A la derecha había un comedor que una vez había sido una sala, y a la izquierda había una sala recientemente añadida.

El porche y la casa de piedra estaban construidos en estilo federal, pero los añadidos posteriores en otros estilos habían dado como resultado una mezcolanza.

Y ella había mandado tirar algunas paredes para que la casa resultara más espaciosa.

—Para largas duchas, se necesita un buen extractor que elimine el vapor —dijo Sam.

A Justin le gustaba tomar largas duchas calientes.

O por lo menos eso recordaba de su adolescencia, aunque por lo poco que sabía de él, muy bien podría haberse convertido en uno de esos hombres que se daban duchas cortas y se vestían en cinco minutos.

Era doloroso no conocer apenas nada de su único hijo, pero a esas alturas ya debería estar acostumbrada.

Varias horas más tarde April logró escabullirse lejos del ruido.

Cuando salió por la puerta lateral, aspiró el aroma de esa tarde de finales de mayo.

La brisa traía el olor a abono de una granja cercana junto con la fragancia de la madreselva que crecía al borde del camino que conducía a la granja.

Se abrió paso entre las azucenas crecidas, los descuidados arbustos de peonías y los enmarañados rosales que seguramente habían sido plantados por las abnegadas campesinas demasiado ocupadas con el cultivo de las judías y el maíz que mantendrían a su familia hasta el final del invierno, como para encima tener que preocuparse por las plantas decorativas.

Juego de Seducción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora