Capitulo 14.

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—No demasiado. Por lo general, busco un barrio de clase alta y dejo propaganda de mi trabajo en los buzones. Normalmente funciona, aunque no en una ciudad como Rawlins Creek donde los barrios exclusivos ni siquiera existen.

—Lo que explica el disfraz de castor. ¿Y cuántos años tienes, si no te importa decirlo?

—Treinta. Y no, no miento. No puedo evitar parecer más joven.

—SafeNet.

Blue se sobresaltó cuando una incorpórea voz femenina invadió el interior del vehículo.

—Comprobación de rutina —ronroneó la mujer.

Justin adelantó a un tractor que iba a paso de tortuga.

—¿Elaine?

—Soy Claire. Elaine libra hoy.

La voz provenía de los altavoces del coche.

—Hola Claire. Hace tiempo que no hablo contigo.

—-Fui a visitar a mi madre. ¿Cómo te trata la carretera?

—No hay queja.

—Cuando vuelvas a Chicago, ¿por qué no te pasas por San Luis? Tengo un par de filetes en el congelador que llevan tu nombre.

Justin ajustó la visera del sol.

—Eres demasiado buena conmigo, cariño.

—Nada es demasiado bueno para el cliente favorito de SafeNet.

Cuando finalmente cortó la comunicación, Blue puso los ojos en blanco.

—Seguro que las tienes haciendo cola, ¿no? Qué desperdicio.

Él se negó a entrar en el juego.

—¿Nunca has sentido el deseo de establecerte en algún lugar? ¿O la razón por la que te mudas con tanta frecuencia tiene que ver con algún programa de protección de testigos?

—Me queda demasiado mundo por ver para establecerme. Quizá comience a planteármelo cuando cumpla los cuarenta. Tu amiga habló de Chicago. Creía que ibas a Tennessee.

—Y voy. Pero vivo en Chicago.

Ahora lo recordaba.

Jugaba en los Chicago Stars.

Miró con envidia el impresionante salpicadero del coche y el cambio de marchas manual.

—No me importaría conducir un rato.

—Creo que sería demasiado para ti conducir un coche que no echa humo. —Subió el volumen de la radio donde emitían una mezcla de viejos temas de rock y otras melodías más actuales.

Durante los siguientes cincuenta kilómetros, Blue escuchó la música e intentó apreciar el paisaje, pero estaba demasiado preocupada.

Necesitaba distraerse y consideró provocarlo preguntándole qué encontraba más atractivo en un hombre, pero si quería jugar con ventaja debía mantener la farsa de que él era gay, y no quería presionarle demasiado.

Si bien, al final ya no pudo reprimirse más y le preguntó si no preferiría escuchar una emisora que emitiera canciones de Bárbara Streisand.

—No pretendo ser grosero —replicó él con altivez—, pero algunos de nosotros, los gays, estamos un poco hartos de esos viejos clichés.

Ella se esforzó en parecer contrita.

—Perdón.

—Disculpa aceptada.

Sonó U2 y luego Nirvana.

Blue se obligó a llevar el ritmo con la cabeza, no quería que él sospechara lo desesperada que estaba.

Él tarareó con Nickelback con una impresionante voz de barítono y luego con Coldplay «Speed of Sounds», pero cuando Jack Patriot comenzó a cantar «¿Por qué no sonreír?»

Justin cambió de emisora.

Juego de Seducción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora