—No he oído hablar de ti.
—¿Has visto la última película de Reese Witherspoon?
—Sí.
—Pues era el que salía antes que ella.
—Por supuesto. —Soltó un largo suspiro y reclinó la cabeza contra el respaldo del asiento—. Tienes un coche increíble y ropa carísima. Mi vida va de mal en peor. Acabo de caer en manos de un traficante de drogas.
—¡No soy traficante! —replicó él indignado.
—Lo que está claro es que no eres una estrella de cine.
—No hace falta que me lo restriegues por la cara. La verdad es que soy un modelo casi famoso que aspira a convertirse en estrella de cine.
—Eres gay. —Fue una afirmación no una pregunta, lo que habría cabreado a muchos deportistas, pero él tenía bastantes seguidores gays y no le gustaba insultar a la gente que, al fin y al cabo, le mantenía.
—Sí, pero aún no he salido del armario.
Ser gay podía tener algunas ventajas, decidió.
No las reales —eso era impensable—, pero sí las de poder disfrutar de la compañía de una mujer sin tener que preocuparse de que se sintiera atraída por él.
Se había pasado los últimos quince años de su vida quitándose de encima a mujeres que querían ser la madre de sus hijos, y ser homosexual lo libraría de ese tipo de problemas.
Podría relajarse y tener una amiga.
La miró.
—Si se llegaran a conocer mis preferencias sexuales, mi carrera quedaría arruinada, así que te agradecería que fueras discreta.
Ella arqueó una ceja sudorosa.
—Me da que es un secreto a voces. Supe que eras gay cinco segundos después de conocerte.
Se estaba quedando con él.
Ella se mordisqueó el labio inferior.
—¿Te importa si te acompaño parte del camino?
—¿Y tu coche?
—No vale la pena arreglarlo. Habría que remolcarlo. Además, sin la cabeza del castor, no creo que me paguen lo que me deben.
Justin reflexionó sobre ello.
Sally la había calado bien.
Castora era una tocapelotas, el tipo de mujer que menos le gustaba.
Pero era muy divertida.
—Podemos probar durante un par de horas —dijo—, pero no puedo prometerte más.
Se pararon frente a un edificio de chapa metálica pintado en un desafortunado tono azul turquesa.
Era domingo por la tarde y en el aparcamiento de la tienda de bricolaje El Gran Castor de Ben sólo había dos vehículos, un oxidado Camaro azul y una camioneta último modelo.
El letrero de «CERRADO» colgaba sobre la puerta que habían dejado entreabierta para que entrara la brisa de la tarde.
Siempre caballeroso, Justin salió para ayudarla.
—Sujeta la cola.
Ella le dirigió una mirada desdeñosa mientras intentaba salir de una manera elegante, y luego se dirigió arrastrando los pies a la puerta de la tienda.
Cuando la abrió, Justin vio a un hombre con el pecho fuerte y grueso apilando tablones.
Luego ella desapareció en el interior.
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Juego de Seducción.
Roman d'amourSrta. Bailey... Usted estará en mi cama... Por siempre. -Sr. Bieber... ¿ y si usted cae en la mía y se enamora primero? -Do you love me? -Yes... -Game Over.