Capitulo 36.

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—Me he divertido haciéndolo. Deberías haber visto cómo estaba todo cuando llegué.

—Cuéntamelo —dijo Blue.

April le describió lo que se había encontrado al llegar y qué cambios había hecho.

Cuando hablaba, el amor que sentía por la casa rezumaba por todos sus poros.

—Casi hemos terminado aquí arriba, aunque abajo aún quedan bastantes cosas por arreglar.

Hemos colocado las camas, y poco más.

Pensaba asistir a las subastas que se celebran en las granjas de los alrededores para completar el mobiliario que ya ha comprado Justin.

—¿Dónde están las puertas?

—Las están puliendo y pintando. No podía permitir que se pusieran unas nuevas.

Escaleras abajo se abrió la puerta principal.

La mirada de April se ensombreció y se puso de pie con rapidez.

Blue tenía que dejarlos a solas, así que también se levantó.

—Tengo que llamar al contratista —dijo April mientras Justin subía las escaleras.

—No te molestes. Ya me ocuparé yo.

April apretó los dientes.

—Está hablando alguien que nunca ha restaurado una casa.

—Creo que lo podré manejar —dijo él con firmeza—. Si tengo alguna pregunta no dudaré en mandarte un correo electrónico.

—Necesito una semana para dejarlo todo organizado antes de irme.

—Olvídalo. Quiero que mañana por la mañana estés fuera de aquí—

Apoyó el pie en el escalón superior bloqueando la salida de Blue.

Miró fríamente a los ojos de su madre

—Te he reservado habitación en el Hermitage de Nashville. Si quieres quedarte unos días más, puedes cargarlo a mi cuenta.

—No puedo irme tan pronto. Hay demasiado en juego.

—Tienes toda la noche para organizarte.

Con toda deliberación le dio la espalda para inspeccionar el cuarto de baño.

Por primera vez la súplica asomó a la voz de April.

—No puedo abandonar el trabajo, Justin. No cuando he invertido tanto tiempo en él.

—Mira, eres toda una experta en eso de abandonarlo todo sin pensártelo dos veces. ¿No te acuerdas de cómo era? Que llegaban los Stone. Tú te largabas. Que Van Halen tocaba en el Madison Square Garden. Allá voy, Gran Manzana. Quiero verte fuera de aquí mañana por la noche.

Blue observó cómo April alzaba la barbilla.

Era una mujer alta, pero aun así tuvo que levantar la vista para mirarlo.

—No me gusta conducir de noche.

—Solías decirme que la noche era el mejor momento para viajar por la carretera.

—Sí, pero estaba drogada.

Fue una respuesta tan sincera que Blue no pudo más que sentir un poco de admiración.

—Los buenos tiempos pasados. —Justin esbozó una mueca de desagrado y se giró para bajar las escaleras.

April le siguió, clavando la mirada en su nuca, mientras se desvanecían sus ganas de discutir.

—Una semana, Justin. Sólo eso. ¿Es mucho pedir?

—Nunca nos pedimos nada el uno al otro, ¿recuerdas? Caramba, claro que te acuerdas. Si fuiste tú quien me lo enseñó.

—Deja que finalice el trabajo.

Blue observó desde lo alto de las escaleras cómo April trataba de agarrarle el brazo, solo para dejar caer la mano sin haberlo tocado.

El hecho de que no se atreviese a tocar a su propio hijo entristeció a Blue de una manera imposible de explicar.

—La casita está fuera de la vista de la casa. —April se puso delante de él, obligándolo a mirarla—. Estaré con los hombres durante el día. Me mantendré fuera de tu camino. Por favor. —Alzó la barbilla otra vez—. Esto significa mucho para mí.

Justin se mantuvo impertérrito a sus súplicas.

—Si necesitas dinero, te enviaré un cheque.

Las fosas nasales de April se ensancharon.

—Sabes de sobra que no necesito dinero.

—Entonces supongo que no tenemos nada más que decirnos.

April comprendió que estaba derrotada y se metió las temblorosas manos en los bolsillos de los vaqueros.

—Claro. Disfruta del lugar.

A Blue se le partía el corazón al ver de qué manera se aferraba April a su dignidad.

A la vez que se decía a sí misma que esto no era asunto suyo, unas palabras, imprevistas e imprudentes, escaparon de su boca.

—Justin, tu madre se está muriendo.

Juego de Seducción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora