Capitulo 38.

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—¿Y quién eres tú de todos modos?

Blue odiaba las preguntas de ese tipo.

Virginia le habría contestado diciendo que ella era hija de Dios.

A Blue le hubiera gustado que su padre, el Altísimo, se compadeciera de ella en ese momento y reclamara su presencia, antes de tener que explicarlo todo sobre Monty y el disfraz de castor.

Por fortuna, April encontró su propia explicación.

—No importa. El efecto que tiene mi hijo en las mujeres es algo legendario.

—Soy pintora.

April la recorrió con la mirada, desde la descuidada coleta hasta sus botas militares llenas de rozaduras.

—No eres el tipo de mujer con la que suele salir.

—Eso seguro, mi coeficiente intelectual tiene tres dígitos y me distingue de todas ellas.

April se sentó en el penúltimo escalón.

—¿Qué demonios voy a hacer ahora?

—Tal vez podrías intentar reconciliarte con tu hijo mientras esperas los resultados de las últimas pruebas. Considerando los asombrosos avances de la medicina en el tratamiento de enfermedades cardiovasculares, estoy bastante segura de que recibirás buenas noticias.

—Era una pregunta retórica —dijo April secamente.

—Sólo era una sugerencia.

April se marchó poco después a la casita de invitados, y Blue vagó por las habitaciones silenciosas y polvorientas.

Ni siquiera la maravillosa renovación de la cocina de la casa podía animarla.

No importaba que sus motivos hubieran sido nobles, no tenía por qué andar ejerciendo de hada madrina ni intentar arreglar los líos familiares de otras personas.

Al anochecer, Justin todavía no había regresado.

Cuando la oscuridad envolvió la casa, Blue descubrió, para desesperación suya, que sólo la cocina y los cuartos de baño disponían de luz.

Esperaba sinceramente que Justin ,regresara pronto a la casa, porque había pasado de ser un lugar acogedor a uno amenazador.

El plástico que cubría el hueco de la puerta de la sala crujía como huesos secos.

Los suelos rechinaban...

Como no había puertas, no podía encerrarse en un dormitorio, y sin coche, no podía ir al pueblo y buscar un autoservicio abierto las veinticuatro horas.

Estaba atrapada.

No podía hacer nada más que irse a dormir.

Deseó haberse hecho una cama mientras todavía había luz.

Anduvo a tientas apoyándose en los respaldos de las sillas del comedor para llegar a la lámpara portátil que los carpinteros habían dejado en una esquina.

Unas amenazadoras sombras danzaron por las paredes del comedor cuando la encendió.

Rápidamente la desenchufó y con cuidado subió por las escaleras, agarrándose al pasamanos mientras arrastraba el cable de la lámpara tras ella como si fuera una cola.

Había cinco dormitorios a cada lado del pasillo, pero sólo uno tenía cuarto de baño con instalación eléctrica.

Cuando alcanzó el interruptor, las grandes sombras danzantes la pusieron tan nerviosa que fue incapaz de avanzar más.

Las luces del baño eran muy débiles, pero eran mejor que nada.

Conectó la lámpara portátil y la dejó en una esquina de la habitación.

Luego extendió las sábanas apiladas encima del colchón.

La cama era enorme con un cabecero curvo en madera de cerezo, pero no tenía pies.

La cama, y un tocador de tres cuerpos eran los únicos muebles de la estancia.

Seis ventanas sin cortinas la observaban como si de unos ojos oscuros y amenazadores se tratasen.

Puso una escalera de mano que el pintor había dejado en el pasillo delante de la puerta para hacerle saber a Justin que esa habitación ya estaba ocupada por esa noche.

La escalera no le impediría entrar, pero ¿para qué iba a querer hacerlo? Después de las estremecedoras noticias que había recibido sobre su madre, no estaría de humor para intentar seducirla.

Llevó la lámpara portátil al pequeño cuarto de baño y se lavó la cara.

Como Justin se había marchado con todas sus cosas, tuvo que cepillarse los dientes con un dedo.

Se sacó el sujetador por la sisa de la camiseta y se quitó las botas, pero se dejó puesto todo lo demás por si tenía que salir pitando de la casa.

No era una persona que se pusiera nerviosa con el coco, pero ahora estaba fuera de su elemento, y dejó a su lado la lámpara portátil cuando se metió en la cama.

Sólo después de haberse acomodado la apagó y la metió bajo las sábanas donde podía acceder a ella con más rapidez.

Juego de Seducción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora