No todos los días se encontraba uno con un castor sin cabeza, caminando por el arcén de la carretera, ni siquiera Justin Bieber.
-Hijo de... -Pisó de golpe el freno de su Aston Martin Vanquish recién estrenado y detuvo el coche justo al lado.
La castora caminaba en línea recta, con la gran cola plana rebotando en la carretera y la respingona naricita apuntando bien alto. Parecía bastante enfadada.
Y, definitivamente era una castora, porque al tener la cabeza descubierta, podía ver que llevaba el sudoroso pelo oscuro recogido en una descuidada coleta corta.
Como Justin llevaba rato rezando para que apareciera alguna pequeña distracción, abrió la puerta y bajó con rapidez a la carretera de Colorado. Su último par de botas de Dolce & Gabbana fue lo primero que salió, luego siguió el resto, todo un metro noventa de duro músculo, reflejos muy afilados y esplendorosa belleza... o, al menos, eso le gustaba decir a su agente publicitario.
Y si bien era cierto que Justin no era tan vanidoso como la gente se pensaba, dejaba que lo creyeran para evitar así que se le acercaran demasiado.
-Señora, eh... ¿necesita que le eche una mano?
Las patas no bajaron el ritmo.
-¿Tiene un arma?
-Aquí no.
-Entonces usted no me sirve de nada.
Y siguió caminando.
Justin sonrió ampliamente y echó a andar tras ella.
Con sus larguísimas piernas sólo necesitó un par de zancadas para ponerse a la altura de las cortas patas peludas.
-Bonito día -dijo él-. Demasiado calor para estas alturas de mayo, pero no me puedo quejar.
Ella le fulminó con unos grandes ojos de pirulí violeta, por lo visto una de las pocas cosas redondas que observaba en esa cara.
El resto, según pudo apreciar, era todo planos y delicados contrapuntos: unos pómulos marcados en contraposición a una pequeña nariz respingona y una barbilla tan afilada que bien podría cortar el cristal. Pero después de todo, tampoco parecía tan peligrosa.
Un voluptuoso arco llamaba la atención sobre un labio carnoso.
El labio inferior era incluso más exuberante y daba la impresión que de alguna manera ella se había escapado de un libro de rimas infantiles de Mamá Ganso, no apto para menores.
-Una estrella de cine -dijo ella con un deje de burla-. Vaya suerte la mía.
-¿Por qué piensa que soy una estrella de cine?
-Usted es todavía más guapo que mis amigas.
-Es una maldición.
-¿No le da vergüenza?
-Son cosas que uno termina por aceptar.
-Tío... -gruñó contrariada.
-Me llamo Heath -dijo él, mientras ella seguía andando-. Heath Champion.
-Parece un nombre falso.
Lo era, pero no de la forma que ella pensaba.
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Juego de Seducción.
RomanceSrta. Bailey... Usted estará en mi cama... Por siempre. -Sr. Bieber... ¿ y si usted cae en la mía y se enamora primero? -Do you love me? -Yes... -Game Over.