Capitulo 19.

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—Por desgracia, esta noche estamos completos, señor, y la suite ya está ocupada.

—¿No tenemos suite? —dijo Castora con voz arrastrada—. ¿Qué más cosas horribles nos pueden pasar?

El recepcionista estudió la pantalla del ordenador intentando encontrar una solución.

—Sólo quedan dos habitaciones. Una puede adaptarse a sus necesidades, pero la otra está sin arreglar.

—Bueno, a esta mujercita no le importará quedarse allí. Bastará con que no haya manchas de sangre en la moqueta. Las estrellas del porno pueden dormir casi en cualquier sitio. Y quiero decir en cualquiera.

Aunque parecía estar divirtiéndose, el recepcionista estaba demasiado bien entrenado para sonreír.

—Le haremos, por supuesto, un descuento.

Blue se apoyó en el mostrador.

-Cóbrele el doble. Si no se sentirá ofendido.

Después de que él aclarara aquel malentendido, se dirigieron hacia el ascensor.

Cuando se cerraron las puertas, Castora levantó la vista hacia él rezumando inocencia en esos ojos violeta.

—Esos tíos sabían tu verdadero nombre. Jamás habría imaginado que hubiera tantos homosexuales sueltos por el mundo. —Él le dio al botón.—La verdad es que soy jugador profesional de fútbol americano y ése es mi verdadero nombre. Pero sólo juego a tiempo parcial, hasta que despegue mi carrera en el cine.

Castora lo miró simulando estar impresionada.

—Vaya. No sabía que se podía jugar al fútbol americano a tiempo parcial.

—Sin ánimo de ofender, no pareces saber mucho de deporte.

—Bueno, un gay jugando al fútbol americano. Ver para creer. 

—Oh, hay muchos. Casi un tercio de los jugadores de la NFL. —Esperó a ver si al fin ella ponía punto y final a esa sandez, pero parecía no tener prisa en acabar el juego.

—Para que luego diga la gente que los deportistas no son sensibles—dijo ella.

—Es parte del espectáculo.

—Me he fijado en que llevas agujeros en las orejas.

—Me los hice cuando era joven.

—Y querías hacer gala de tu dinero, ¿no?

—Dos kilates en cada oreja.

—Dime que ya no los usas.

—Sólo si tengo un mal día. —Se abrieron las puertas del ascensor y caminaron por el pasillo hasta sus habitaciones.

Castora caminaba con largas zancadas para ser tan pequeña.

No estaba acostumbrado a las mujeres tan agresivas, claro que ella no era demasiado femenina a pesar de esos pequeños pechos redondos que tan duro lo ponían.

Las habitaciones estaban una junto a la otra.

Él abrió la primera puerta y, aunque limpia, definitivamente olía a tabaco.

Ella pasó junto a él.

—Normalmente, sugeriría que nos la jugáramos a cara o cruz, pero como tú pagas la cuenta, no me parece justo.

—Bueno, si insistes.

Ella cogió su bolsa y de nuevo intentó deshacerse de él.

—Trabajo mejor con luz natural. Nos veremos mañana.

—Si no me pareciera imposible, diría que te da miedo estar a solas conmigo.

—Vale, me has pillado. ¿Y si sin darme cuenta me interpongo entre tú y un espejo? Podrías ponerte violento.

Él sonrió ampliamente.

—Te espero en media hora.

Juego de Seducción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora