Capitulo 40.

607 13 0
                                    

—Quédate en tu lado —le advirtió—, o no te gustarán las consecuencias.

—¿Me vas a arrear con el cojín, pastorcilla?

Ella no tenía ni idea de qué hablaba.


Le llegó el olor a dentífrico, a hombre y a tapicería de coche caro.

Debería haber olido a alcohol.

Un hombre que llega a casa a las dos de la madrugada debería estar bebido.

La pierna desnuda de Justin le rozó el muslo.

Se puso rígida.

—¿Por qué tienes los vaqueros puestos? —dijo él.

—Porque mis cosas estaban en tu coche.

—Ah, ya lo entiendo. Te los dejaste puestos por si venía el coco. Qué gallina eres.

—Que te den.

—Venga, ya eres mayorcita.

—Y tú pareces un crío —replicó ella.

—Por lo menos yo no tengo que dormir con las luces encendidas.

—Cambiarás de idea cuando los murciélagos empiecen a entrar por la chimenea.

—¿Los murciélagos? —El se quedó inmóvil.

—Una colonia entera.

—¿Eres experta en murciélagos?

—Los he oído susurrar y hacían los ruidos típicos de murciélagos.

—No te creo. —Él estaba acostumbrado a dormir a sus anchas, y cuando se acomodó, le rozó la pantorrilla con la rodilla.

Inexplicablemente, ella había comenzado a relajarse.

—Más me valdría dormir con una maldita momia —se quejó él.

—No insistas, no pienso quitarme los vaqueros.

—Si realmente me lo propusiera, no me resultaría difícil quitártelos. Para tu información, me llevaría menos de treinta segundos. Por desgracia para ti, no estoy en plena forma esta noche.

Justin no debería de estar pensando en sexo mientras su madre se moría.

La opinión que tenía de él cayó en picado.

—Calla y duérmete.

—Tú te lo pierdes.

El viento soplaba afuera.

Una rama golpeó suavemente la ventana.

Cuando la respiración de Justin se hizo profunda y regular, los rayos de luna se reflejaron en los viejos suelos de madera y la chimenea; Blue soltó un suspiro de satisfacción.

Él se quedó en su lado de la cama.

Ella se quedó en el suyo.

Sólo por un rato.

Juego de Seducción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora