**Narrador externo**
Jane acomodaba sus pertenencias, que anteriormente estaban guardadas en una caja. A pesar de que junto a Cassie, habían terminado de arreglar a habitación y pintarla, aún tenía cajas de la mudanza, que no había desarmado.
Ahí entre esas cajas marrones, había una que le llamó la atención, una caja pintada de rosa, con flores y cintas de color blanco adornándola. Tomándola entre sus manos, caminó a tientas hasta la cama, donde tomó asiento para revisar su contenido.
Su sorpresa, fue grande luego de levantar la tapa, que en letras brillantes decía su nombre, al encontrarse con una gran variedad de recuerdos y fotos no tan antiguas. Pero fueron dos de ellas, las que más llamaron su atención, una donde posaba junto a su madre y su padre, estaban en la playa, los tres parecían felices, ella con su vestido azul celeste de playa mientras en su mano llevaba una caracola, su madre con un vestido floreado y su sombrero de paja adornando su cabeza a la vez que una sonrisa sincera colgaba de su boca, junto a ella estaba su padre que vestido con una bermuda y una camiseta, llevaba un collar de flores hawaianas en su cuello, ambos lucían tan felices, tan…Enamorados, que Jane no pudo evitar que una lagrima se deslizara por su inmaculado rostro al sentir como una oleada de recuerdos asaltaban su memoria, por un momento recordó como en un flashback, todos los viajes que junto a sus padres había realizado y que aunque de pequeña vivía de escuela en escuela, amaba que sus padres estuvieran allí con ella, alegrando sus días de verano y calentando hasta el más frio de los inviernos, esos habían sido los padres que ella amó y ama, a pesar de todo.
Luego vio la otra foto, en esa foto estaban Liam y ella, sobre un mantel, sentados en el frio césped de la granja de los padres del muchacho. Ese día lo recordaba perfectamente, era un sábado de verano, cuando Liam la llevó hasta uno de los terrenos de la finca, en ese lugar se podía ver perfectamente cómo se ocultaba el solo debido a la inclinación de la colina, era simplemente hermoso, ese día también Liam le había pedido ser su novia y ella, como la alegre y enamorada adolescente que era le dio el sí, recuerda también que ese día fue su primer beso, ante el atardecer crepuscular. Por un momento recordó la noche anterior, Liam y ella había hablado poniéndose al día con todo, como si en el pasado nunca hubieran sufrido y siguieran siendo los mejores amigos de siempre. Su historia rememoró del pasado, Liam había sido el mejor amigo de Jane durante años, sus padres eran mejores amigos entre familias, así que su amistad fue bien recibida por todos. Con el tiempo esa amistad fue dando rienda suelta a otra clase de atracción más personal. Entonces Liam dio el primer paso, confesándole a Jane su amor y pidiéndole ser su novia aquella tarde, recibiendo una respuesta positiva por parte de la joven. Ambos fueron felices por casi un año,fue entonces cuando Liam comenzó a cambiar, y a ser un chico bastante problemático,situación que terminó teniendo efectos colaterales en Jane, que tras una serie de eventos desafortunados, es llevada de Inglaterra, para estudiar en Francia aislada del mundo en un internado. Acabando así con la relación de cuento de hadas, y dejando solo lo que una vez fue una hermosa amistad entre ellos. Desde entonces Jane no había tenido contacto con Liam.
Hasta anoche.
Una sonrisa borrando el sabor salado de sus labios, mientras seguía observando sus fotos, había otra. Una perfecta fotografía, tomada el día de su fiesta de sus dulces dieciséis años. Estaba junto a sus primas Danibia y Cara, ellas siempre habían sido su apoyo y mejores amigas y hermanas de la vida, Danibia era la chica rebelde, sin embargo siempre había aconsejado perfectamente a Jane, Cara, era ella asunto aparte, la muchacha de Cabello rubio era un excelente alumna prodigio, que había sido parte fundamental en la vida de joven. Ya que era la menor siempre fue protegida por ambas, lástima que sus dos primas habían sido de diferentes maneras apartadas de su vida por el cruel destino.
Suspiró.
Siguió observando fotos y más fotos, dibujos y cartas, que en algún momento fueron motivos de alegría, y que ahora solo eran recuerdos de una inocente y melancólica etapa en su vida. Entre aquel mar de lagrimas logró distinguir un objeto brillante, que contrastaba con la oxidada superficie interna de la caja de metal.
Sus ojos titilaron con reconocimiento, cuando se encontró con un hermoso collar, tipo relicario, de reluciente oro blanco. Su emoción fue casi palpable al recordar el significado de tan precioso objeto, el mismo, había sido un regalo de su abuela a su nieta menor, el Día de su cumpleaños numero Dieciséis. Su abuela, Mariana Delevigne vivía ahora en Italia, que era el país natal tanto de ella como de su hija, osea la madre de Jane. Con sumo cuidado abrió el pequeño gancho, para colgarlo alrededor su cuello, juntándolo con la argolla, para cerrarlo. La forma del corazón del dije, colgaba encima de sus pechos, y no pudo estar más agradecida, con su madre, que se había encargado de recoger sus pertenencias y mandarlas hasta allí.
Cuando hubo terminado de revisar la pequeña caja oxidada de metal, resolvió guardándola en su amplio armario, para proseguir con los otros objetos almacenados en las cajas de pálido cartón. Estas estaban llenas en su mayoría de ropa, y bolsos.
Para cuando todo estuvo en orden, Jane observó como el espacio de su habitación, había adquirido una mejor apariencia, que le daba una sensación de comodidad bastante relajante.
-Justo lo que necesitaba –pensó ella.
Observó el reloj, en su pared, y miró la hora, eran poco más de las siete de la noche, eso quería decir que se había saltado toda la tarde, viendo el contenido de su caja. Sin más preámbulos tomó su toalla y se dirigió hacia el baño para darse un refrescante y merecida ducha.
Luego de eso, solo se vistió con su pijama, antes de salir a la cocina por algo de comida. Anoche habían llegado demasiado tarde de las carreras y por ende se despertó casi al mediodía del día de hoy, por lo que no había comido más que un jugo y un sándwich en todo el día.
Ya en la cocina, se sirvió algo de lo que ya estaba preparado y pasando por la sala, para apagar las luces.Se fue a su habitación, terminó su comida y se fue a dormir, tapándose con las suaves cobijas.