**Jane**
Mis ojos se sentían pesados bajo la fina tela de mis parpados, haciendo un pequeño- gran- esfuerzo de mi parte logré abrir mis ojos, la brillante luz del amanecer me cegó por un segundo, antes de ser plenamente consciente de mi entorno. Mis mejillas estaban rígidas y un poco pegajosas, de seguro por las lágrimas de anoche, pensé. Recordé entonces la causa de las gotas saladas, y los recuerdos vinieron como flechas que salpicaron mi piel, pero esta vez no lloré, solo me hundí más en el nido de sabanas que me cubría, ¿Qué se supone que pasaría ahora? ¿Debería fingir que nada ha pasado? Mi parte valiente me dice que vaya y hable con Harry sobre ‘’nosotros’’, si es que lo hay, pero hay otra que me exige hacer uso de la falsa amnesia temporal, sin embargo yo no tengo ganas de hacer ninguna de las dos, así que opto por la opción más segura, escapar de él y evitarlo toda la tarde.
Antes de sopesar otras ideas resuelvo ir al baño y arreglarme un poco, allí confirmo mi hipótesis recién deducida, parezco un autentico y desalmado mapache mutante. Nada que un baño de agua caliente y ropa limpia no pueda arreglar.
Después de hacer unos pequeños arreglitos más, mi apariencia común había regresado, aunque la poca hinchazón y rojez de mis ojos no desaparecería tan fácilmente. Miré el reloj de marco color violeta que colgaba en la pared y me di cuenta de que apenas eran las 3 de la mañana.
¡Genial! Había dormido todo el santo día de ayer, y por ende me desperté más temprano de lo común.
¿Qué se supone que haría si aún faltaban tres horas para ir a la universidad?
La respuesta era sencilla, acostarme de nuevo en el desorden organizado de mi cama, pensando en todo y a la vez en nada, buscando respuesta al dilema de ahora, y de nuevo me encuentro ahogándome en un vaso de agua.
(...)
Jamás creí que caminar por la universidad sería una tarea tan difícil, y menos cuando tratas de evitar a toda costa a alguno de los chicos. Hasta ahora el jueguito del gato y el ratón iba como viento en popa.
Caminaba por los pasillos alerta ante cualquier cabellera fucsia o castaña rizada, pero no todo estaba despejado, por lo que seguí caminado hasta el estacionamiento.
¡Oh, el estacionamiento!
De seguro me los encontraría allí, así que mejor tomar un atajo, pero el problema era ¿por dónde ir?
De acuerdo, si iba a la derecha me encontraría en el estacionamiento. Pero si iba a la izquierda volvería a las aulas.
¡Ahí! Me dijo mi fiel consciencia, unos pocos metros a mi derecha había una especie de entrada que daba directo al campus, tal vez podría dar la vuelta por allí y salir directo a mi auto, sin necesidad de pasar por la marea de universitarios.
-¡Eres una genio!-me felicitó mi vocecilla interior.
Así que con cuidado comencé a caminar por aquella especie de vereda- que no tenía buena pinta- pero que sería una salida segura y discreta.
O al menos eso esperaba yo.
(…)
Quince minutos, eso llevaba caminando por la zona verde del campus, que se había convertido en un laberinto, llevándome al auditorio, la oficina del director y a la biblioteca o cualquier lugar menos a donde estaba mi auto.
‘’ ¡Arg!’’ medio grité, esto es peor que ir al gimnasio.
De nuevo otra vereda, esperaba que esta me llevara a mi destino.